InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

26.10.22

El relator sinodal despeja dudas

En artículos anteriores sobre el Sínodo de la Sinodalidad, hablábamos de algunos aspectos sinodales, como el tema o las aportaciones solicitadas, que hacen sospechar que sus reuniones estarán dañadas de raíz. En consecuencia, es de temer que, en el mejor de los casos, esas reuniones serán una forma de perder el tiempo pareciendo que estamos muy ocupados y, en el peor, podrían ser la puerta para intentar cambiar la enseñanza de la Iglesia como desean, por ejemplo, tantos obispos alemanes y belgas.

Nos queda por analizar, sin embargo, a los encargados del Sínodo. A fin de cuentas, aunque fuera con los materiales más pobres e inadecuados, unos responsables con fe y valentía podrían tomar firmemente las riendas de la reunión sinodal y conseguir algo bueno en ella. ¿Será eso lo que ocurra con el Sínodo? A falta de un milagro, habría que decir que parece que no. Al menos a juzgar por las declaraciones que hizo ayer el cardenal Jean-Claude Hollerich en una entrevista publicada por L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano.

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19.10.22

No mires lo que digo, sino a quién nombro

Desde tiempos de Ronald Reagan, los norteamericanos tienen un dicho difícil de traducir, pero muy interesante: personnel is policy. Significa algo así como que no es indiferente qué personas se contratan para una empresa (o un gobierno o cualquier otra entidad), sino que esa elección constituye la política más básica de esa entidad y determina cómo actuará en todo lo que haga. Sencillamente porque son esas personas las que se van a encargar de tomar las decisiones posteriores. De nada sirve que un presidente del gobierno, por ejemplo, diga que va a emprender una lucha a muerte contra la corrupción si los ministros que elige son conocidos por recibir sobornos a troche y moche. El dicho norteamericano podría traducirse libremente como: no mires lo que digo, sino a quién nombro. O, más libremente aún, con el viejo refrán castellano de obras son amores y no buenas razones.

Menciono todo esto porque la selección de personal en la Iglesia desde hace unos años es, cuando menos, muy preocupante (sin que antes fuera como para tirar cohetes). Si bien se trata de una tendencia presente, por distintas razones, a todos los niveles, empezando por los catequistas de las parroquias, nos centraremos en el más alto y manifiesto, ya que de otro modo no terminaríamos nunca.

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22.09.22

No hay que ser un genio para entenderlo

Hace mucho, mucho tiempo, en la época en que los dinosaurios dominaban la tierra, o casi, me tocó hacer el examen de acceso a la universidad (o selectividad, como se llamaba en aquellas edades prehistóricas). No sé si demostré muchos conocimientos, pero al menos aproveché para aprender algo importante sobre la naturaleza humana que nunca he olvidado.

Me examiné en la universidad pública a la que luego asistí como alumno y, debido su caos organizativo endémico, no encontraron aulas suficientemente grandes para nosotros a pesar de tratarse de una universidad gigantesca. Como si no fueran capaces de encontrar hielo en pleno Polo Norte, vamos. La solución que encontraron fue hacinarnos como pulgas en perro flaco, colocándonos en sillas pegadas unas a otras, de manera que cada uno de nosotros tenía delante su examen y, a unos veinte centímetros de distancia, los exámenes de otros dos estudiantes, uno a cada lado.

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16.09.22

Alguien tiene que decírselo

Algunas personas no tienen la capacidad de hablar bien en público de forma espontánea y sin haber preparado el discurso. Mejor dicho, la gran mayoría de las personas no tienen esa capacidad. A estas alturas no creo que sorprenda a nadie si señalo que el Papa Francisco forma parte de esa gran mayoría de la humanidad. Hablar en público no es uno de sus dones y sus colaboradores cercanos deberían decírselo. Entiendo que a nadie le gusta que le recuerden sus defectos. Y entiendo también que a nadie le gusta tener que ser el que recuerda esos defectos a su jefe. Pero a veces es necesario y un deber.

Ser Papa no conlleva tener todas las cualidades del mundo y es normal que no se le dé bien hablar en público. Como decíamos, eso le sucede a la mayoría de la gente, obispos incluidos. Lo que no es normal es que, aparentemente, no sea consciente de que no sabe hablar espontáneamente en público, se empeñe en hacerlo a tiempo y a destiempo con desastrosas consecuencias y ninguno de sus colaboradores tenga el valor de decírselo.

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12.08.22

El último sínodo

Como parte de la serie que tenemos en curso sobre el Sínodo de la sinodalidad, me ha parecido oportuno traer al blog este artículo de un buen sacerdote amigo mío sobre “El último sínodo”.

El artículo se escribió el pasado Adviento, pero no ha perdido nada de su actualidad e importancia. De hecho, tiendo a pensar que, si hoy en la Iglesia tuviéramos siempre en mente el último sínodo, como hacían los primeros cristianos, nos preocuparíamos mucho menos de la sinodalidad y otras modas del momento y mucho más de las cosas verdaderamente importantes. Marana tha!

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