InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: General

16.03.17

La guerrilla del lenguaje

De vez en cuando, se habla de la guerra por el lenguaje o la batalla por el lenguaje, como una parte fundamental de las guerras culturales que sacuden a nuestra sociedad desde hace tiempo. Es un tema importante, porque quien domina el lenguaje, tiene la partida casi ganada, ya que priva al adversario de las herramientas necesarias para argumentar e incluso expresar su postura.

De vez en cuando, se producen auténticas batallas en este sentido, que intentan acallar directamente al adversario (como el reciente ejemplo de las amenazas del Congreso español contra la organización Hazte Oír por atreverse a decir lo mismo que enseña la biología). Siempre me ha parecido, sin embargo, que lo verdaderamente grave es la guerrilla del lenguaje, que se produce de forma encubierta y que, más que acallar, lo que hace es pervertir el lenguaje del oponente.

Leyendo esta mañana un blog norteamericano, me ha gustado el clarividente comentario de una lectora del mismo sobre este tema.

“…una táctica estándar de la Izquierda: apropiarse de una palabra o concepto asociados a la tradición que uno quiere destruir y, después, redefinirla repetidas veces. Así se matan dos pájaros con la misma piedra: se socava esa tradición y se consigue dar impresión de mayor legitimidad para las posturas propias”.

Por desgracia, no me ha hecho falta pensar mucho para encontrar multitud de ejemplos relacionados con el catolicismo.

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9.03.17

Momias radioactivas

Sí, ya lo sé: no es habitual que en este blog se trate el tema de las momias radioactivas. Una pena, por otra parte, porque sería un blog mucho más entretenido. Por cierto, eso me recuerda un viejo chiste. ¿Saben cuál es la diferencia entre una momia egipcia y un jesuita heterodoxo? Que la momia tiene menos arena en el cerebro, no huele tanto a naftalina y, probablemente, sabe más teología que el pobre jesuita.

En fin, supongo que conviene explicar que Momias radioactivas es un libro, el primero de una nueva colección para niños en torno a los 8-13 años de edad que publica la editorial Vita Brevis. Se trata de la serie Comando Relámpago, sobre las aventuras de un grupo de cuatro niños que, aburridos al final de las vacaciones, deciden crear un club de cazadores de monstruos. Como era de preveer, en cuanto Leo, Toni, Cecilia y Superpepe fundan el club, la primera plaga monstruosa no se hace esperar: un ataque de momias radioactivas. El caos que se desencadena no por previsible es menos monumental.

Aunque Vita Brevis es una editorial católica, no se trata de una colección de libros catequéticos o religiosos, sino, ante todo, de relatos entretenidos, emocionantes y llenos de aventuras y buen humor, para que los niños se aficionen a la lectura. Es decir, libros hechos para que les gusten a los niños, no para marcar casillas de “multiculturalidad", “tolerancia", “nuevos modelos de familia", etc., como tantos otros títulos que se publican hoy y que resultan casi tan aburridos como las disquisiciones del jesuita heterodoxo ése del principio.

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13.02.17

Sois reyes

Como llevamos varias semanas de artículos polémicos, necesarios pero fatigosos, creo que es buena idea traer al blog palabras de aliento, de gracia y de esperanza, así que he traducido para los lectores parte de un texto del Beato John Henry Newman. Se trata de uno de los sermones parroquiales que pronunció cuando aún era anglicano. Uno no puede evitar pensar que ojalá muchos sacerdotes católicos predicaran al menos como el Newman anglicano.

Este sermón en concreto versa sobre la ocasión en que David venció a Goliat con su honda, siendo todavía un muchacho. La formación bastante pelagiana que tantos han recibido hace que a menudo se tome la Escritura como algo puramente moral, pero la buena noticia es que los misterios anunciados se cumplen hoy en nosotros. Newman sabe que todo el Antiguo Testamento se cumple en Cristo y, por Él, también se cumple en nosotros. Leída así, la Escritura es el libro más emocionante que se ha escrito nunca, porque no sólo habla de luchas, batallas, aventuras, misterios y victorias maravillosas, sino de nuestras luchas, batallas, aventuras, misterios y victorias maravillosas en Cristo.

Que lo disfruten.

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19.01.17

Novela para "moralistas"

Estoy leyendo estos días una novelita postapocalíptica de S. M. Stirling, titulada The Sunrise Lands y parte de una larga serie en ese mismo escenario. No es gran cosa, pero resulta entretenida e imaginativa, una especie de mezcla de Battlefield Earth de Hubbard y de la serie The Guardians of the Flame de Joel Rosenberg, con guiños al Señor de los Anillos (de hecho, uno de los grupos políticos de la novela ha tomado como lenguaje propio el sindarin inventado por Tolkien).

No se trata de una novela teológica ni mucho menos, sino de una simple historia de aventuras y, hasta donde yo sé, no se ha traducido al español. En cualquier caso, no es de la novela en sí de lo que quiero hablar, sino de la frase que dice uno de los personajes y que ha llamado mi atención (el personaje en cuestión es un monje guerrero de una orden de caballería benedictina postapocalíptica):

El pecado no es malo porque te haga sentir mal (aunque debería hacerte sentir mal) sino porque es malo“.

Es una frase sencillísima, muy cercana a una tautología, pero ya me gustaría que tantos “grandes” moralistas y teólogos encumbrados que asolan estos días la Iglesia supieran al menos eso. La moral de la Iglesia no es cuestión de sentimientos sino de verdades, no se basa en sensaciones sino en la realidad del hombre creado por Dios y llamado por Él a ser santo.

En cambio, esos moralistas y teólogos de pacotilla parecen pensar que lo que importan son sus sentimientos sobre cada pecado, es decir, si a ellos les parece grave o no, si sienten alguna repugnancia al pensar en ese pecado en concreto o no. Sin darse cuenta de que, casualmente, siempre les parecen graves los pecados que no están de moda y leves o inexistentes los que sí están de moda. Dicho de otra forma, esa sensación en la que basan su comprensión de la moral no es más que una traducción inconsciente de lo políticamente correcto, de manera que una y otra vez trivializan los pecados que el Mundo postcristiano ya ha aceptado, en su aparentemente invencible y arrolladora retirada del combate moral.

No es extraño que pretendan convertir el sentimiento subjetivo en el fundamento de toda la vida moral, como ya están haciendo los obispos de Malta y de la región pastoral de Buenos Aires. Para ese viaje, no hacen falta alforjas. Si al final vas a tener exactamente la misma moral del Mundo, es más fácil no ser cristiano y se ahorra uno un montón de molestias.

Y digo yo: ya que es evidente que no leen a Santo Tomás ni a San Alfonso ni la Veritatis Splendor, ¿no podrían al menos leer novelas? Quizás aprenderían algo.

10.01.17

La apostasía de la razón

No creo que sorprenda a nadie si digo que el pecado típico de nuestra época es la apostasía. Los católicos han abandonado y siguen abandonando la fe por millones. Muchos de ellos lo habrán hecho sin culpa propia, por supuesto, como resultado de la mala catequesis y el mal ejemplo recibido, pero eso no quita que el pecado objetivo de nuestra generación sea enorme: nuestro mundo vomita la fe, reniega de Cristo y se arroja en brazos de ídolos menos exigentes, como el bienestar económico, la ecología o la democracia, entre tantos otros.

A esto hay que añadir, como también sabemos todos, que muchos han abandonado la fe pero permanecen en la Iglesia como apóstatas silenciosos, más o menos conscientes de su propia apostasía. Por desgracia, uno también se encuentra con clérigos en esa situación, a menudo amargados por la contradicción en la que viven. El daño que esto hace a la Iglesia es enorme, porque los catequistas, padres, vecinos y clérigos que no tienen fe inevitablemente tienden a destruir la fe por donde pasan, sembrando todo de sal para que no vuelva a crecer nada durante generaciones.

Supongo que esto bastaría para un artículo enjundioso, porque la apostasía masiva es una herida terrible para la Iglesia, pero me temo que va unida a otro problema no sé si más grave, pero sí más básico: la apostasía de la razón.

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