Hace algunos días, se hizo referencia en el blog al Orden de las Vírgenes. Como la mayoría de los católicos no sabe qué es el Ordo Virginum, me ha parecido una buena idea hablar de él. He pedido a una lectora que me envíe algo de información sobre el tema.
Todos estamos acostumbrados a la existencia de congregaciones religiosas, que forman parte de la vida cotidiana de la Iglesia. Sin embargo, en los orígenes del cristianismo no existían estas congregaciones, lo que existía era el Orden de las Vírgenes (y el de las Viudas). Eran mujeres consagradas totalmente a Dios en virginidad, que ya se mencionan en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de San Pablo. En lugar de estar organizadas en congregaciones, como las religiosas actuales, dependían directamente del obispo y la diócesis y prestaron durante siglos servicios valiosísimos a la Iglesia.
Esta institución, sin embargo, terminó por caer en desuso y, a partir del siglo XIV, son muy pocos los casos de vírgenes consagradas de esta forma. El Concilio Vaticano II decidió recuperar el Ordo Virginum y, desde entonces, poco a poco, cada vez más mujeres van entrando en él. Actualmente, en España hay más de ciento cincuenta vírgenes consagradas.
Quizás lo que más me ha gustado de lo que cuenta esta lectora es que las vírgenes consagradas son un signo escatológico. Es decir, son signo para nosotros de lo que será la vida del cielo, de que Dios basta para hacernos felices. Nos recuerdan (yo diría, incluso, nos demuestran) que Cristo se ha desposado con la Iglesia y nos quiere a cada uno inmensamente. No está mal, ¿verdad?
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