InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Biblia

9.08.13

El buen escándalo y el mal escándalo

RocaUna de las formas más sencillas de profundizar en la Escritura es fijarse en las cosas que resultan extrañas o nos chocan: generalmente indican que hay algo en el texto que no se ha entendido bien del todo. Es decir, algo que conviene estudiar más a fondo, para poder aprovecharlo de verdad.

Esta mañana pensaba en una de esas cosas raras que tiene la Biblia: el escándalo. ¿No resulta extraño que, en unos lugares, se considere el escándalo como un pecado terrible y, en otros, como algo propio del Mesías? ¿Puede el escándalo ser bueno y malo a la vez? ¿No es eso una contradicción? Como diría Chesterton, más bien es una paradoja, es decir, una contradicción aparente que puede llevarnos a entender mejor la realidad.

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2.01.13

Aprende de la mula y el buey

El buey y la mula en el portal de Belén

La mula y el buey no están en los belenes por casualidad. No son una figura más, de tipo popular como el famoso caganer catalán o exótico como los camellos de los Reyes Magos. Son imágenes proféticas, una Palabra de Dios para ti, que ves ese nacimiento sin enterarte de lo que estás viendo. Son un toque de atención del Señor, cuando sólo te fijas en el río de aluminio o en la bombillita del fuego de los pastores, que “parece de verdad”.

Como señaló Benedicto XVI en su libro “La infancia de Jesús“, la mula y el buey no aparecen en ninguno de los cuatro evangelios. ¿Por qué entonces están en nuestros belenes? Muy sencillo. Porque esos belenes no son una simple costumbre inofensiva y simpática, son lo más osado que existe en este mundo: un acto de fe.

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11.12.12

Caridad y dulzura no son sinónimos

En el post que escribí hace unos días, criticando unas declaraciones engañosas y que calumniaban a la Iglesia aparecidasen Religión Digital, una lectora me reprochó que ese post era una muestra de falta de humildad y caridad: “[Antes] no eras así; tenías humildad y caridad de verdad […]no eres el mismo. Siento decírtelo, de verdad”. Es totalmente cierto que de humildad no he andado nunca muy sobrado, ni antes ni ahora. Lo que decía esta amable lectora sobre la caridad, sin embargo, me dejó pensativo y estuve dándole vueltas durante varios días.

Al margen de mi caso personal (no se me ocurre ningún tema más aburrido que mi persona), creo que hay aquí un tema en el que conviene profundizar un poco. ¿Hablar con dureza es una falta de caridad? ¿Los cristianos siempre tenemos que tener cuidado para no ofender con nuestras palabras? Creo que el mismo hecho de que se planteen estas preguntas muestra un peligro grande que tenemos los cristianos en nuestra época: confundir la dulzura y la caridad.

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19.10.12

Regalo cadena de plata

Catena ArgenteaLa semana pasada, tuve que hacer un viaje de quinientos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta conduciendo, en sólo dos días. En condiciones normales, el tour de force automovilístico habría sido una fuente de pesadez, fatiga y aburrimiento. El viaje, sin embargo, fue una delicia, porque me acompañó Juanjo Romero, del blog De Lapsis. Nos pasamos las diez horas de viaje hablando sin parar y, además, hablando de Dios y de sus cosas, el tema de conversación más interesante que puede haber. Disfruté tanto que, cuando llegamos, a la ida y a la vuelta, pensé sinceramente que era imposible ya estuviésemos en nuestro destino, porque no podía haber pasado más de una hora de camino.

Como es lógico, no puedo proporcionar a los lectores un viaje de diez horas con buena compañía para que hablen a placer sobre las cosas que merecen la pena. Pero puedo hacer algo parecido: voy a recomendarles un libro que es como una deliciosa conversación sobre las cosas de Dios con una veintena de cristianos que fueron grandes escritores y pensadores. Se trata de la Catena Argentea, de Jack Tollers.

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3.09.12

No se trata de ser cada día un poco mejores

PelagiusEl otro día, escuché una homilía que había escuchado ya cientos de veces. No, no se trata de un sermón especialmente bueno que tenga grabado. Simplemente, decía algo que sacerdotes, catequistas y cristianos en general repiten una y otra vez.

Nada tengo contra repetir las cosas importantes, por supuesto. Ya San Pablo decía: volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad. Las grandes verdades del cristianismo y especialmente la Palabra de Dios, son nuevas cada vez que se pronuncian, porque transforman a quienes las escuchan con fe. El problema de la homilía del otro día no es la repetición, sino el pelagianismo que sugiere esa repetición. Un pelagianismo insidioso, camuflado de cristianismo, aceptado como algo adquirido y francamente preocupante.

El mensaje central de la homilía era uno que seguro que los lectores han escuchado también decenas de veces. Yo, al oírlo, no puedo reprimir un escalofrío de terror: “tenemos que intentar ser cada día un poco mejores”. ¿Cómo? ¿Que no suena tan horrible? Me temo, querido lector, que eso es señal de que tenemos el caballo de Troya dentro de las murallas y nos hemos echado a dormir.

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