InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Biblia

29.04.14

Estrella del mar

Ayer, 28 de abril, la Iglesia celebraba la memoria de San Luis María Grignion de Montfort. Es un santo que siempre me ha caído simpático, porque, cuando se fue al seminario de París para ser sacerdote, quiso hacer a pie los trescientos kilómetros y entregó por el camino a los pobres todo el dinero que tenía y su propio traje, que cambió por los harapos de un mendigo. No está mal para empezar.

San Luis era particularmente devoto de la Virgen y un amable lector me envió ayer una imagen de Nuestra Señora con una frase del santo. Como me gustó especialmente, la traigo aquí al blog para bien de los lectores, honor de la Reina del Cielo y confusión de los demonios.

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14.01.14

¿Nunca segundas partes fueron buenas?

Diez mandamientosLa lectura de la misa del viernes pasado contenía una de esas frases que todo el mundo recuerda: Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Una frase impactante y llena de sabiduría divina, así que no es extraño que el sacerdote celebrante se centrara en ella para decir unas palabras. De hecho, si la memoria no me falla, yo diría que siempre que he oído proclamar ese pasaje o hacer referencia a él, se ha resaltado esa misma frase. Algo perfectamente comprensible, por su importancia.

Lo que ya no me parece tan comprensible es que, según mi experiencia, no se resalta nunca la segunda parte de la idea de San Juan, a pesar de que completa y explica a la primera: En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Y todavía más aún: En esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Es decir, si no amas al prójimo, no es verdad que ames a Dios, y si no cumples los mandamientos no es verdad que ames al prójimo ni a Dios.

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28.10.13

Atraviesan las nubes

Clamar al cieloEn la primera lectura de la Misa de ayer domingo, se leyó una frase escalofriante, que me hizo temblar: “los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan”. Es terrible pensar que los pecados contra los pobres, en alas de los gemidos de sus víctimas, atraviesan las nubes y llegan sin excepción ante Dios para reclamar su justicia.

Quizá los lectores piensen que no es para tanto o que, como mucho, sólo tienen que preocuparse de esas cosas los grandes magnates o las malvadas multinacionales que oprimen a los pobres del tercer mundo. Y no me extraña que lo piensen, la verdad, porque yo tiendo a pensar lo mismo, pero en esta ocasión me hice una pregunta que no me había hecho antes: ¿Quiénes son esos pobres cuyos gritos atraviesan las nubes y llegan a Dios? La respuesta me estremeció, porque no se limita, ni mucho menos, a los pobres del tercer mundo:

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9.08.13

El buen escándalo y el mal escándalo

RocaUna de las formas más sencillas de profundizar en la Escritura es fijarse en las cosas que resultan extrañas o nos chocan: generalmente indican que hay algo en el texto que no se ha entendido bien del todo. Es decir, algo que conviene estudiar más a fondo, para poder aprovecharlo de verdad.

Esta mañana pensaba en una de esas cosas raras que tiene la Biblia: el escándalo. ¿No resulta extraño que, en unos lugares, se considere el escándalo como un pecado terrible y, en otros, como algo propio del Mesías? ¿Puede el escándalo ser bueno y malo a la vez? ¿No es eso una contradicción? Como diría Chesterton, más bien es una paradoja, es decir, una contradicción aparente que puede llevarnos a entender mejor la realidad.

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2.01.13

Aprende de la mula y el buey

El buey y la mula en el portal de Belén

La mula y el buey no están en los belenes por casualidad. No son una figura más, de tipo popular como el famoso caganer catalán o exótico como los camellos de los Reyes Magos. Son imágenes proféticas, una Palabra de Dios para ti, que ves ese nacimiento sin enterarte de lo que estás viendo. Son un toque de atención del Señor, cuando sólo te fijas en el río de aluminio o en la bombillita del fuego de los pastores, que “parece de verdad”.

Como señaló Benedicto XVI en su libro “La infancia de Jesús“, la mula y el buey no aparecen en ninguno de los cuatro evangelios. ¿Por qué entonces están en nuestros belenes? Muy sencillo. Porque esos belenes no son una simple costumbre inofensiva y simpática, son lo más osado que existe en este mundo: un acto de fe.

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