Una de las escenas que más me ha llamado siempre la atención en los Evangelios es aquella, durante las tentaciones de Cristo, en la que el demonio cita las Escrituras para tentar al Señor. A primera vista, uno pensaría que el demonio huiría de la Palabra de Dios como si fuera… bueno, como si fuera el mismo diablo, por así decirlo. En cambio, hace uso de esa Palabra, retorciéndola, para tentar y extraviar.
Me he acordado de todo esto al leer una nueva justificación de la recepción de la comunión por parte de católicos divorciados en una nueva unión basada en algo muy curioso: el “olor a oveja”. Como imaginarán todos los lectores, la expresión que se utiliza en esta justificación proviene de la famosa frase del papa en su homilía de Jueves Santo, en la que pedía a los sacerdotes que fueran pastores con olor a oveja.
Se trata de una justificación indirecta, que elogia a los pastores dispuestos a dar la comunión a los divorciados vueltos a casar (los que supuestamente tienen olor a oveja) y denigra a los que rechazan esa práctica. En una entrevista concedida al diario argentino La Nación, Mons. Víctor Manuel Fernández habla de: “una mayor apertura pastoral de ministros “con olor a oveja” […] muchos han insistido en las segundas uniones que llevan muchos años, que viven con generosidad y que han tenido hijos. La mayoría considera que sería cruel pedirles que se separen, provocando un sufrimiento injusto a los hijos. Por eso seguimos pensando en la posibilidad de que puedan comulgar”.
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