InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

2.10.23

Una «respuesta» a los dubia que no es ni siquiera cristiana

Leo con asombro y tristeza la respuesta que escribió el Papa Francisco a los dubia presentados por cinco cardenales sobre los temas que van a debatirse en el tristemente famoso Sínodo de la sinodalidad. No vamos a entrar en si fue redactada por el propio Papa o por el cardenal Fernández. En realidad da igual: está firmada por el Papa y eso es lo que importa.

Esta “respuesta”, como era de prever dada la confusión actual, no responde a las preguntas, sino que se limita a confundir más las cuestiones en lugar de aclararlas, una forma de actuar que, hasta donde puedo ver, es inédita en el Magisterio de dos milenios de historia de la Iglesia. Desgraciadamente, eso no es lo peor y decía que he leído la respuesta con asombro y tristeza porque me veo obligado a concluir que no es simplemente confusa y errónea, sino que ni siquiera cumple los requisitos mínimos para ser considerada cristiana. Al menos a mi (falible) juicio. Vamos a verlo brevemente.

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19.09.23

Los buenos curas

Este verano vino a visitarnos un amigo sacerdote, simplemente para estar un rato con nosotros y comprobar cómo estábamos. Pasamos un rato agradable en el jardín, merendando mientras charlábamos de mil y una cosas, desde acontecimientos familiares hasta el estado de la Iglesia.

Mientras le escuchaba hablar, me quedé pensando en lo asombrosos que son los buenos curas. No me refiero a las cualidades humanas, porque unos las tienen y otros no, como todo el mundo, sino a su cualidad sobrenatural de ser milagros andantes. Con su sola presencia, transforman el mundo a su alrededor. Y me refiero a los curas normales, los que simplemente hacen lo que deben hacer: esos son los curas buenos.

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15.09.23

¿Más sabio que Santo Tomás?

Hace tiempo, escribí un artículo titulado “Mejores que Jesucristo”, sobre la plaga de eclesiásticos que, claramente, consideran que son más misericordiosos, inteligentes y avanzados que el mismo Hijo de Dios encarnado. Generalmente, como es lógico, no se atreven a decirlo con esas palabras, pero sí lo hacen con los hechos cuando defienden que habría que cambiar el Evangelio o la fe y la moral reveladas por Cristo, que es lo mismo que defender que ellos saben mejor que nuestro Señor lo que debe hacer el ser humano, o cuando pretenden que permitir el divorcio y demás inmoralidades es mucho más misericordioso que ser fieles a lo que Jesucristo enseñó.

En ese contexto, no es extraño que también hayamos terminado por tener a un Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que da por hecho que es más sabio que Santo Tomás. Era inevitable que sucediera antes o después. Lo digo con todo el respeto debido a su dignidad episcopal y reconociendo que, por supuesto, Mons. Fernández no lo expresa así, ni será consciente de que piensa así, pero los hechos son los hechos y lo cierto es que propone exactamente lo contrario que Santo Tomás y espera que le creamos a él en lugar de al santo y Doctor de la Iglesia, algo que solo se explicaría si fuese más sabio que él.

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6.08.23

El milagro de los milagros

Un lector llamó mi atención el otro día sobre una “minihomilía” acerca de la transfiguración del Señor publicada por un sacerdote cuyo nombre omitiremos discretamente. Es significativo que se trate de un texto brevísimo, porque sería muy difícil decir más barbaridades en menos líneas. Juzguen ustedes mismos:

“Nuestra fe no se basa en fábulas fantásticas , sino en el testimonio de la grandeza de una vida de entrega a Dios y, por eso mismo, volcada en procurar el bienestar, la paz y la plena realización del ser humano. Eso es lo que se transfigura en el monte para que los discípulos de entonces, como los de ahora, no busquemos espectáculos de magia, ni derroches de poder, no fascinaciones momentáneas, sino que podamos reconocer en la vida de Jesús, en su predicación del evangelio y sus gestos de compasión la verdadera naturaleza de nuestro Dios: el amor que se da para que todos podamos vivir de verdad”.

Supongo que, aparte del pelagianismo ramplón que rezuman estas palabras, los lectores estarán de acuerdo en que es asombroso que alguien termine de proclamar el Evangelio diciendo “Palabra del Señor”, para a continuación asegurarnos tranquilamente que lo que afirma esa Palabra de Dios es una fábula fantástica. ¿Quién predica el día de la transfiguración para explicar que, en realidad, no hubo ninguna transfiguración en el sentido milagroso y sobrenatural del término que siempre ha enseñado la Iglesia? Incluso dando por supuesta la buena intención, se requiere un intelecto completamente deformado para mantener esos pensamientos contradictorios y más aún para expresarlos en público, pero ese es, desgraciadamente, el resultado de décadas y décadas de mala formación sacerdotal.

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3.08.23

Hablando de las tentaciones

A veces pienso que la gran mayoría de las homilías mejorarían lo indecible si el sacerdote se limitara a contar lo que dijo sobre el tema algún santo o algún doctor o padre de la Iglesia. Como mínimo, sus palabras tendrían algo de sustancia y, además, tratarían temas que, por no estar de moda en nuestro tiempo, resultan prácticamente desconocidos para los fieles.

A modo de ejemplo, he traducido para el blog un breve fragmento de una homilía sobre las tentaciones pronunciada por San Juan María Vianney, el Cura de Ars y patrono de los sacerdotes. ¿Cuántas homilías se escuchan en nuestras iglesias que sean tan sencillas, claras y a la vez profundas y útiles para la vida cristiana de los fieles? Y eso que el Cura de Ars era más bien limitadito para los estudios. ¿Será que el secreto no está en las reuniones interminables, la psicología, la ecología, la actualidad periodística, el acompañamiento y otras zarandajas, sino en la vida espiritual, el conocimiento de los padres y de la Tradición de la Iglesia, el amor por la Escritura, la santidad y, ante todo, la fe católica?

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