Father Longshanks: mentiritontas clericales
Participante invitado: El P. Robert Longshanks es un antiguo anglocatólico que cruzó el Tíber hace cincuenta años. Conocido (a sus espaldas) por sus compañeros sacerdotes como Father “Battleaxe” Bob, se comenta que su propio obispo le tiene algo de miedo desde que le dijo que “el problema de Inglaterra ha sido siempre que sus obispos no están dispuestos a morir mártires”.
Actualmente ejerce la cura de almas en una pequeña parroquia de Sussex.
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Aunque para ciertas señoras bienintencionadas el colmo de la piedad sea poner los ojos en blanco y asegurar que “Don Fulano es un santazo” o “el P. Mengano es como un ángel”, lo cierto es que los curas somos tan pecadores como los demás.
Quizá se note menos porque, como me decía un parroquiano, “es más difícil encontrar a un cura confesándose que a un murciélago blanco”. Así es, tristemente. Nostra culpa, nostra culpa, nostra maxima culpa. Ver a un sacerdote esperando con paciencia para confesarse en la misma cola que sus parroquianos valdría, sin duda, por tres o cuatro sermones de campanillas y ayudaría a disipar la imagen distorsionada del clero que a veces tienen los fieles.
En cualquier caso y se note o no, curas muy santos hay pocos. Tampoco hay muchos que sean grandes pecadores. La mayoría somos del montón, pecadores ma non troppo, simples aficionados en eso del pecado, y pecamos a menudo pero con pecados poco graves. Veamos, por ejemplo, los pecados contra el octavo mandamiento. Los sacerdotes, desgraciadamente, también mentimos a veces. Estamos muy lejos del gran San Juan Enrique, que enseñaba que era preferible que el sol y la luna cayeran del cielo que decir una sola falsedad intencionadamente. Siendo hijos de Adán (y, ejem, de Eva), decimos mentiras, embustes, engaños y patrañas, mentirijillas y mentirigordas, algunas mentirilistas y muchas mentiritontas.
¿Qué son las mentirilistas? Las mentiras que se dicen con astucia y habilidad para que no se noten, de modo que el que las escucha crea que son verdades. Mentirilistas se dicen pocas, porque hace falta pensar para decirlas y mantenerlas y eso, como todo el mundo sabe, cuesta trabajo.
Mentiritontas, en cambio, son las mentiras que, por falta de habilidad al idearlas, se pueden detectar inmediatamente como tales y con las cuales solo se consigue quedar fatal. Son más numerosas que los croissants en Francia. Como me dijo mi padre en cierta memorable ocasión en que intenté insinuar que mis malas notas se debían a una supuesta afición del profesor a la bebida, “hijo mío, además de mentiroso eres tonto”. Tras los saludables azotes de rigor, que son los que hicieron que la ocasión fuera memorable, me explicó que el profesor en cuestión era abstemio y un conocido defensor de las leyes contra la venta de alcohol.
Un claro ejemplo de mentiritontas clericales son las rutinarias afirmaciones de preocupación por la escasez de vocaciones sacerdotales. Es muy frecuente que sacerdotes, obispos y cardenales se quejen lastimeramente de que no hay vocaciones y faltan sacerdotes. En general, se trata de una mentiritonta. No me interpreten mal: es cierto que faltan sacerdotes. Lo que no es cierto es la parte de la preocupación de muchos de los clérigos que se quejan de ello.
Les propongo una sencilla regla del nueve para saber si esa preocupación es sincera o no en un caso concreto. Si un sacerdote manifiesta su preocupación por la falta vocaciones sacerdotales, pero no tiene monaguillos en su parroquia, está mintiendo. Lo mismo se puede decir de un obispo en cuya diócesis hay parroquias sin monaguillos o, peor aún, parroquias con monaguillas. No hace falta nada más para saber que se está engañando a sí mismo e intenta engañarnos a nosotros.
Los monaguillos han sido históricamente una gran fuente de vocaciones sacerdotales, quizá la mayor y, desde luego, la más sencilla de fomentar, porque está en manos de cualquier parroquia. Yo mismo, si me perdonan que me ponga como ejemplo, sentí los primeros deseos de ser sacerdote cuando hacía de monaguillo para el P. Aloysius, de bendita memoria, y podrían decir lo mismo otros muchísimos sacerdotes diocesanos. ¿Qué sentido tiene, entonces, quejarse de que no hay vocaciones al tiempo que se desprecia en la práctica la fuente más inmediata y a su alcance de esas vocaciones? Es, en palabras del bardo de Stratford, “por mi alma, una mentira, una malvada mentira”. En este caso, una mentiritonta y de las peores y más burdas.
Para ser justos, podemos hacer una excepción en el caso de los párrocos de aldeas perdidas y abandonadas por la gente joven, en las que ya no queden niños, pero no hay otras excepciones. Si hay niños, debe haber monaguillos. La finalidad principal, por supuesto, es ofrecer culto a Dios con la solemnidad que merece, pero se da la feliz coincidencia de que hay pocas herramientas mejores para suscitar en los muchachos el amor a la liturgia, a la Iglesia y al sacerdocio.
Cuando un sacerdote de verdad está preocupado por la falta de vocaciones, lo primero que hace (después de rezar) es procurar por todos los medios que haya monaguillos en sus Misas. Cuantos más mejor, desde que son pequeños y abarcando todas las edades hasta los veinte años por lo menos. Y hará lo posible por tener monaguillos con sotanas y roquetes, con velas y campanas y normas y jerarquías, con instrucción para aprender a manejar el fascinante incensario o los misteriosos nombres de manutergios y humerales, con retiros periódicos para avivar el amor a nuestro Señor y, no hay ni que decirlo, con merendolas frecuentes y dicharacheras. Cueste lo que cueste y por mucho que puedan distraer los niños al celebrar (y a menudo lo hacen, Dios los bendiga). No hay mejor preparación para acoger la vocación al sacerdocio.
Obras son amores y no buenas razones o, como dicen algo bruscamente nuestros primos del otro lado del Atlántico, menos hablar y más trabajar. Si queremos vocaciones sembrémoslas y, por el amor de Dios, dejémonos de esas mentiritontas tan poco varoniles y tan poco inglesas.
35 comentarios
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Aviso:
La categoría de este post es "Humor". El Fr. Longshanks es un personaje ficticio. El hecho de no existir, sin embargo, hasta el momento no le ha impedido decir cosas con sentido.
"Y, por lo tanto, no deberá haber monaguillas..."
Ya lo dice el P. Longshanks en el artículo: "Lo mismo se puede decir de un obispo en cuya diócesis hay parroquias sin monaguillos o, peor aún, parroquias con monaguillas."
Una pastoral de monaguillos consistente en juntarlos los sabados en partidos de futbol los que son del mismo area pastoral, o cualquier cosa que les ayude a formar una llamita
Pero no se hace nada: Domina la abulia, antesala de la acedía
En mi experiencia, cuando se dedica tiempo a lo de los monaguillos, los resultados son estupendos.
En cuanto a las cosas relacionadas con la Misa, en otros países, como Estados Unidos, hay mucha más participación de los fieles en tareas de ese estilo. Con resultados desiguales.
"Domina la abulia, antesala de la acedía"
Sí, me temo.
La categoría de este post es "Humor". El Fr. Longshanks es un personaje ficticio. El hecho de no existir, sin embargo, hasta el momento no le ha impedido decir cosas con sentido.
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Y tampoco le impide ser un teólogo de mayor enjundia que el 99% de los y las padres y madres sinodales de la sinodalidad, que se reúnen estos días en la antaño católica Roma.
En mi parroquia hay de todo: monaguillos y monaguillas. Cuidamos el tema. Todos ejercen con piedad. ¿Por qué negárselo a las niñas?
No hablamos del sacramento del Orden, reservado a varones. El ser monaguillo es un ministerio laical.
¿Ha pensado bien este argumento? Hay adolescentes o jóvenes varones que salen de monaguillo "simplemente" por un deseo de servir en el altar y ayudar, no por ser cura en principio. A lo mejor desean ser diácono permanente, o laico. Muchos tienen novia y no se les pasa por la cabeza ser sacerdote. ¿Les negamos salir de monaguillos porque no van a ser curas? Yo fui monaguillo muchos años, soy diácono permanente, y nunca quise ser cura.
Siguiendo ése razonamiento pocos saldrían de monaguillo.
¿Y las niñas? ¿No pueden tener un deseo sincerotambién de ayudar y servir en el altar sin más pretensiones? ¿No les ponemos roquete? ¿Mejor con ropa de calle?
La experiencia es que si hay monaguillas, desaparecen los monaguillos.
Por la misma regla de que los "rosarios de hombres" atraen a gente que no atraen los "rosarios mixtos".
Esto no o digo yo, simple laico, sino conversaciones con párrocos de España, Italia, Argentina, Colonia, Brasil y Polonia (sobre todo Polonia).
No significa excluir a las niñas del servicio en la Iglesia, sino fomentar las vocaciones sacerdotales en los niños.
Pero eso no debe impedir que las niñas también puedan servir al altar con el mismo amor y devoción que cualquier otro niño. Dejad que las niñas se acerquen a Él (Mt. 19, 14). ¿Miedo quizás a un supuesto fomento (o aumento) de vocaciones al sacerdocio ministerial? Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible: la vocación al sacerdocio es una llamada de Jesús única y exclusivamente a varones. Imposible.
Lo que sí es posible que ocurra, y ocurre -y es algo absolutamente maravilloso que nos habla de lo bueno que es Nuestro Dios, y de cómo todo lo hace bien- es que el Señor plante y haga crecer en esas monaguillas una fuerte conciencia de su dimensión sacerdotal como profetas y -esto es lo más importante- como víctimas. Es decir, mujeres que deciden ofrecer (y a veces inmolar) sus vidas, en estrecha unión con nuestro Señor Jesucristo. Son mujeres sí, pero son sobre todo almas sacerdotales, que, estrechamente unidas a los padecimientos de Nuestro Señor Jesucristo, engendran nuevas vocaciones al sacerdocio ministerial. Almas, en resumidas cuenta, llamadas de forma especialísima a completar "lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia (Col. 1, 24). Santa Teresita del Niño Jesús es un buen ejemplo de ello.
En cierta ocasión, Jesús explicó a la beata Concepción Cabrera de Armida: “Hay almas que han recibido la unción a través de la ordenación sacerdotal. Pero hay… también almas sacerdotales que tienen una vocación sacerdotal sin tener la dignidad o la ordenación sacerdotal. Ellos se ofrecen en unión conmigo... Estas almas ayudan espiritualmente a la Iglesia de manera poderosa".
Pero, en la hermosa expresión de Evelyn Waugh, gran novelista inglés y converso a la fe católica, su cercanía al sacrificio del altar les hace "aprendices" de sacerdotes:
“Participación” en la Misa no significa oír nuestras propias voces. Significa que Dios oiga nuestras voces. Sólo Él sabe quién está “participando” en Misa. Creo, para comparar las cosas pequeñas con las grandes, que yo “participo” en una obra de arte cuando la estudio y admiro en silencio. No hay necesidad de gritar.
... Soy ya viejo pero era joven cuando fui recibido en la Iglesia.
No fui atraído en absoluto por el esplendor de sus grandes ceremonias -que los protestantes podían falsificar bien.
De los extraños atractivos de la Iglesia que más me atrajeron fue el espectáculo del sacerdote y el monaguillo en la misa rezada, subiendo al altar sin echar una mirada para descubrir cuán muchos o cuán pocos fieles estaban allí; un artesano y su aprendiz; un hombre con una tarea que sólo él estaba cualificado para cumplir.
Esta es la Misa que yo aprendí a conocer y amar.”
Evelyn Waugh, “Changes in the Church”, carta al director publicada en el “Catholic Herald” el 7 de Agosto de 1964, en “The Essays, Articles and Reviews of Evelyn Waugh”, Penguin Books, 1986, p. 630.
" ... un artesano y su aprendiz; un hombre con una tarea que sólo él estaba cualificado para cumplir."
Las batallas contra el mundo no se ganan en la última trinchera.
"El tema de las monaguillas es complicado"
Con todo el respeto, no, no lo es. En sí mismo es algo claro y evidente. Lo que sucede es que lo complicamos por criterios mundanos, exactamente igual que sucede con todos esos temas que se están discutiendo en el sínodo. Por vivir en la época en que vivimos, todos experimentamos la fortísima influencia de una cosmovisión que ya no es católica y tendemos a usar inconscientemente sus criterios.
"Las niñas están autorizadas ahora a servir en el altar ... No es una cuestión de gustos personales (nada en el servicio al altar lo es), sino de obediencia a las normas eclesiales, que lo permiten"
Que algo esté permitido no significa que sea conveniente, ni mucho menos obligatorio. Cuando uno dice eso, ya ha planteado de forma equivocada la cuestión.
"¿Cómo negarles el salir de monaguillas a las niñas?"
Lo plantea usted al revés y, por ello, llega a conclusiones erróneas. Ser monaguillo no es un derecho que se niegue o no se niegue a nadie, es un servicio a Dios y a la Iglesia. Y, por lo tanto, se puede y se debe elegir a quien sea más conveniente para desempeñarlo.
"En mi parroquia hay de todo: monaguillos y monaguillas"
Ustedes verán, pero luego, cuando se quejen de la falta de vocaciones sacerdotales, comprenderán que no nos lo tomemos en serio, como dice el artículo.
"Hay adolescentes o jóvenes varones que salen de monaguillo "simplemente" por un deseo de servir en el altar y ayudar, no por ser cura en principio"
Lógico. La inmensa mayoría. Eso no tiene nada que ver con lo que se está discutiendo. Lo cierto es que ellos pueden ser llamados al sacerdocio (o al diaconado), luego lo normal es fomentar eso entre ellos, no entre quienes no pueden ser llamadas nunca.
Como han dicho otros comentaristas, cuando hay monaguillas la mayoría de los monaguillos desaparecen o, como mínimo, dejan de considerar el ser monaguillos como una hermandad especial, un privilegio y un deber (como el propio sacerdocio). Esto es algo característico de los varones, que siempre, incluso naturalmente, han tendido a crear esas hermandades especiales únicamente de hombres. Descuidar ese dato psicológico evidente es solo una muestra más de que tendemos a pensar como nuestra época, que se ha rebelado contra la realidad.
A eso se añade que las monaguillas (y más aún las acólitas y las ministras de la comunión) son un signo que debilita la concepción de que el sacerdocio y el diaconado están reservados a los varones. La gente, que no entiende de distinciones y en general ni siquiera sabe lo que es un diácono, lo que ve es mujeres revestidas en el altar y eso, día a día, va erosionando su comprensión católica del sacerdocio. No es casualidad que, en Alemania (yo lo he visto), durante décadas antes de este sínodo, la costumbre era que salieran en procesión al altar el sacerdote, una mujer revestida con alba (y con algunos adornos de color que se asemejaran lo más posible a una estola) y unos cuantos monaguillos y monaguillas. ¿Cuál ha sido la consecuencia inevitable (y buscada desde el principio)? Que la gente terminase por rechazar el sacerdocio reservado a los varones. Que nosotros hagamos lo mismo es suicida.
Saludos cordiales.
"Las batallas contra el mundo no se ganan en la última trinchera"
Muy buena frase, que le plagiaré en algún momento. Especialmente ahora que Ucrania nos ha recordado las tácticas de trincheras que no se utilizaban desde la Primera Guerra Mundial.
En cambio, la bienintencionada pero desastrosa táctica de los últimos pontificados ha sido siempre intentar contentar a los progresistas, dándoles todo lo humanamente posible, sin entender que el progresismo, por su propia naturaleza, nunca tiene bastante y siempre va a pedir más. Es algo parecido a lo que ha sucedido con los nacionalismos en España.
Lo de las monaguillas, ministras de la comunión, etc. es parte de lo mismo: un infructuoso intento de dar más cosas a los progresistas que piden la ordenación de la mujer, a ver si se contentan. Cuando lo que hay que hacer es decir la verdad, que esos progresistas no son católicos y, por lo tanto, no hay que preocuparse de contentarles, sino de combatirles.
Es Jesucristo y sólo Él quien elige a quienes van a ser sus alter ego. Están pensados y escogidos desde toda la eternidad. Y gestados, de forma especialísima, en el Inmaculado y Doloroso Corazón de María.
"Que un joven sienta la vocación sacerdotal -incluso que responda a ella, pues a veces también Dios mueve el querer- es sólo cosa de Dios. Estamos hablando de algo demasiado grande, de un ministerio de predilección demasiado elevado como para que dependa de si ese joven ha hecho o no antes de monaguillo"
Eso no es cierto, me temo. Es una comprensión no del todo correcta de lo que es la vocación y lo que es la gracia.
Dios puede actuar, y ordinariamente lo hace, a través de causas segundas, es decir, de lo que hacen los seres humanos, las circunstancias, etc. De otro modo, no haría falta ninguna pastoral vocacional, sino que ya llegarían solitos a la puerta del seminario los que Dios hubiera elegido. Es más, de otro modo no haría falta ninguna evangelización ni ninguna predicación en absoluto, porque también Dios ha elegido a los que se salvarán y también es la gracia la que da la fe, etc.
La conciencia de que sin Dios no podemos nada no debe llevar a que no hagamos nada (eso era la herejía del quietismo), sino que debe hacer posible que, al obrar, confiemos siempre en Dios y nos pongamos por completo en sus manos, sabiendo que todo se lo debemos a Él.
Pero, por más que en efecto me parezca un gran negocio (lo es), y aunque personalmente me gusta ver más a varones como monaguillos, lo cierto es que siguen sin convencerme las razones que oponéis quienes no estáis de acuerdo con que las niñas sirvan a Dios en el altar. Tengo para mi que el amor tan grande que siento por Cristo Sacramentado es un regalo que Él mismo me dio -me da- por esas veces (tampoco tantas, la verdad) que yo hice de monaguilla.
Dios es bondadosísimo y no deja sin una espléndida retribución cualquier servicio que le prestemos. Más, cuando lo hacemos como niños.
- "Que algo esté permitido no significa que sea conveniente, ni mucho menos obligatorio. Cuando uno dice eso, ya ha planteado de forma equivocada la cuestión".
¿Me equivoco porque acudo a las normas? ¿Entonces para qué se aprueban? ¿Lo ha aprobado Roma pero considera que no es conveniente? ¿O el que no lo considera conveniente es usted? Según ud. yo soy el equivocado porque acudo a las normas, y ud, que las desdeña, el que acierta. Muy eclesial, sí. Entonces, el ser monaguilla o el ministerio instituido de acólito para mujeres, ¿sólo sería para excepciones? Ud. sabe que no es así.
- "Cuando hay monaguillas la mayoría de los monaguillos desaparecen..."
No conozco ningún caso. Salen juntos sin problemas en mi parroquia.
-"La gente, que no entiende de distinciones"...
¡Vaya argumento! ¿Y cómo no entiende eliminamos un ministerio al cual pueden acceder las mujeres? ¿No será culpa precisamente de la falta de formación? ¿Eliminamos el Derecho Canónico? El laico medio no sabe ni lo que es.
A lo mejor es que cuesta ver que el ser acólito es un ministerio LAICAL. Incluso a los que se creen que saben. Otra cosa es el sacramento del Orden. Me dirá: está relacionado porque es servicio a la liturgia. También es servicio en la liturgia los lectores, los salmistas, los cantores... ¿Se lo prohibimos a las mujeres? Recuerde que antes del Vaticano II las mujeres no podían leer en misa.
-"Ser monaguillo no es un derecho que se niegue o no se niegue a nadie, es un servicio a Dios y a la Iglesia."
Lo he afirmado también yo. También es un servicio a la Iglesia y a Dios ser catequista o agente de caridad. ¿Y? ¿No pueden ejercer ese servicio las mujeres? Pues lo llevamos claro. ¿Y el acolitado? La Iglesia ya ha dicho que sí, que lo pueden ejercer.
-"Ustedes verán, pero luego, cuando se quejen de la falta de vocaciones sacerdotales"
No conozco ningún chico que no vaya al seminario porque haya monaguillas en su parroquia. Y sí, nos tomamos muy en serio lo de los monaguillos. Tanto sus acciones, su formación y hasta cómo van vestidos. El que permitamos monaguillas en mi parroquia es porque Roma lo permite. Antes no lo permitía y no teníamos.
Creo que ud. y algún que otro comentarista se deja llevar más por sus gustos personales. Y repito, en la liturgia eso no cabe.
E incluso quizá más de un monaguillo menos por una monaguilla más...
Cito una interesante nota de P. Trower:
"Hay varias buenas razones en contra de las servidoras del altar. No tienen nada que ver con considerar inferiores a las mujeres. La primera es una razón de sentido común. Los hombres normales, como lo son la mayoría de los sacerdotes, van a encontrar que una chica o mujer hermosa sirviendo en el altar los distrae. Difícilmente serían normales si no lo hicieran. En segundo lugar, el servicio en el altar ha sido reconocido durante mucho tiempo como un semillero para las vocaciones sacerdotales. Pero es igualmente bien reconocido el hecho de que en cierta etapa de su desarrollo, a los niños les desagrada hacer lo que podría verse como cosas de niñas. Esto es mucho más probable que suceda cuando una actividad involucra a ambos sexos usando túnicas que podrían parecer vestidos. Por lo tanto, es probable que tener niñas como monaguillos conduzca a una disminución del número de vocaciones genuinas entre los niños y a un aumento de “vocaciones al sacerdocio” imaginarias entre las niñas y las jóvenes. Una tercera y última razón en contra de las servidoras del altar tiene que ver con el simbolismo teológico mencionado anteriormente. La Misa bajo un aspecto es el banquete nupcial de Cristo con la Iglesia. Dado que el sacerdote representa a Cristo el Esposo, es apropiado que esté rodeado de asistentes varones. Así han venido siempre los novios a sus bodas, no con damas de honor. Las mujeres monaguillos, como las mujeres sacerdotes, envían un mensaje teológico equivocado" (La Iglesia Católica y la Contra-fe, nota 275).
La habitual invocación en vano del antes y después del Vaticano II.
Nada en la constitución conciliar Sacrosanctum Concilium sobre la sagrada liturgia establece que los seglares, ni mucho menos las mujeres, puedan hacer las lecturas de la Misa. Tampoco que las mujeres puedan acolitar.
En concreto respecto de las monaguillas, el proceso fue similar al de la comunión en la mano.
Tanto ésta como aquéllas se introdujeron primero de manera abusiva, contra las normas litúrgicas.
Paulatinamente se toleraron y, llegado el momento, Roma cedió ante el hecho consumado: Pablo VI respecto de la comunión en la mano hacia 1970 y Juan Pablo II respecto de las monaguillas en la década de los noventa.
Recuerdo que Teresa de Calcuta se había manifestado públicamente contra las monaguillas y, conocida su autorización, la deploró.
Lo cual tiene relativa importancia. Desde luego que mucha menor importancia que haberse autorizado contra la inmemorial tradición de reservar el acolitado a los varones.
Me alegro de que la frase le haya parecido muy buena a Bruno: Las batallas contra el mundo no se ganan en la última trinchera.
O, según acostumbraba a repetir Julián Marías: No hay que intentar contentar a los que no se van a contentar nunca (en este caso, los modernistas).
Hay que combatir en campo abierto y en las murallas.
No ceder en casi todo al mundo y pretender salvar únicamente el corazón del castillo: el diaconado y el sacerdocio reservados a los varones.
¿Podemos los fieles atrevernos a juzgarlo así, no libremente sino fundados en la inmemorial tradición de reservar el acolitado a los varones?
La respuesta es positiva a ambas preguntas. Como explicó Pascal:
“Si la Iglesia antigua hubiese estado en el error, la Iglesia habría dejado de ser.
Si lo estuviera hoy, no ocurriría lo mismo: ya que tiene siempre la máxima superior de la tradición, del crédito de la Iglesia antigua; y así esta sumisión y esta conformidad a la Iglesia antigua prevalecen y todo lo corrigen.”
Blaise Pascal, Pensées, nº 867 de la edición Brunschvicg, en Oeuvres complètes, ed. Gallimard, La Pléiade, 1954, p. 1336.
Ahí no caben las mujeres en el presbiterio. Hay que conocer levítico, el judaísmo del segundo templo, una buena exégesis de Jesucristo Sacerdote. En relación a lo último, como Nuestro Señor configura el nuevo sacerdocio y lo que escandalizaba a los judíos a este respecto y por qué.
Las mujeres no entran en nada de esto.
A los que dicen que está permitido, les digo: Pero hoy en día, ¿hay algo que no esté permitido de facto o de derecho o haciendo la vista gorda?
Se valora algo por los derechos y por lo sensible a cada uno.
Antes unos pocos conocían el por qué de todo esto. Muchos de alguna forma lo intuían. Y todos, aunque la mayoría no sabía muy bien el por qué, como castores haciendo su madriguera, se beneficiaban de ello.
Hoy en día los que tenían que saber no saben y lo que es peor no les importa.
"Pues sus argumentos no me convencen, Bruno. Pero nada"
Eso es muy sano. Para eso son los argumentos, para pensar y discutir sobre ellos. No hay que dudar en rebatir mis argumentos. Si estoy equivocado y se demuestra, gano al conocer una verdad que no conocía; si el equivocado es el comentarista, gana al conocer una verdad que él no conocía, y, en cualquier caso, ganamos todos al comprender mejor la Verdad que veneramos y que es el mismo Cristo.
"¿Me equivoco porque acudo a las normas?"
No. Se equivoca porque hace decir a las normas lo que no dicen (que es lo contrario de acudir a la norma, porque equivale a acudir a una norma imaginaria). Como ya le he indicado, que una norma permita algo no quiere decir que ese algo sea obligatorio o siquiera conveniente. Hacer esa trasposición es ilegítimo (y, por supuesto, no conviene acusar a quien señala ese error de "desdeñar" las normas y no ser "eclesial").
Si en una parroquia tienen monaguillas, están cumpliendo esa norma; si en una parroquia no tienen monaguillas, también están cumpliendo esa norma. Luego lo que estamos haciendo es intentar determinar cuál de esas dos opciones, ambas permitidas por la norma, es la conveniente. Ergo apelar a la norma no sirve para dilucidar la cuestión. Creo que esto es algo inmediatamente evidente y es un indicio de que su argumentación no está bien pensada.
(Aparte de eso, no hay nada que obligue a los católicos a pensar que una mera norma disciplinar de la Iglesia siempre es conveniente. De hecho, estamos obligados a pensar lo contrario, porque, cuando la Iglesia cambia esas normas de vez en cuando, es porque considera que no son convenientes, han dejado de serlo, puede que otras lo sean más o, en cualquier caso, que no necesariamente son las más convenientes. Pero bueno, lo digo a beneficio de inventario, porque, como veíamos en los párrafos anteriores, no es necesario para argumentar esta cuestión en concreto).
""Cuando hay monaguillas la mayoría de los monaguillos desaparecen..." No conozco ningún caso. Salen juntos sin problemas en mi parroquia"
Er, es muy significativo que haya tenido que omitir la segunda parte de mi frase, que era: [los monaguillos desaparecen] o dejan de considerar el ser monaguillos como una hermandad, etc.
Es como si yo hubiera dicho: al tirar una moneda sale cara o cruz. Y usted hubiera respondido: "No, he tirado la moneda y no ha salido cara". Claro, porque ha salido cruz, por eso en respuesta ha omitido la segunda parte de la disyuntiva.
Es evidente que los chicos no siempre desaparecen cuando hay chicas. A fin de cuentas, muchos van a colegios mixtos, a campamentos mixtos, etc. Y, a partir de cierta edad, les gustan las chicas. Pero he vivido las dos posibilidades, tanto en monaguillos como en colegios, y sé por experiencia que, para los chicos, es algo completamente distinto, precisamente porque los hombres tendemos a crear esas fraternidades de varones que son completamente distintas de los grupos en los que hay chicas... y que es precisamente la fraternidad que se crea en el seminario y entre los sacerdotes. Yo diría que esto es indiscutible, a la luz de la historia y de todos los indicios al respecto. Yo he conocido bien ambas posibilidades, parroquias en las que las monaguillas han hecho que desaparecieran los monaguillos y parroquias en las que se han mantenido monaguillos y monaguillas a costa de la complicidad especial con los sacerdotes y entre los propios monaguillos (bueno, y también he conocido parroquias en las que solo había monaguillos varones y esa hermandad especial se creaba, con resultados magníficos, tanto para las vocaciones como para el amor general de los niños a la Iglesia, a la liturgia y al sacerdocio).
"¿Y cómo no entiende eliminamos un ministerio al cual pueden acceder las mujeres?"
No eliminamos el ministerio. Elegimos para desempeñarlo a los que conviene elegir, para el bien de la Iglesia. Es como si dijera que, porque usted o yo no hemos sido elegidos para el sacerdocio, se ha eliminado ese ministerio sacerdotal. No. Se ha elegido a otros para desempeñarlo.
De nuevo, poder acceder no significa que convenga acceder. Tanto usted como yo podríamos haber accedido al sacerdocio antes de casarnos, pero, por diversas razones, no convino. Nada hay de raro en eso, ni es una injusticia para con nosotros.
"¿No será culpa precisamente de la falta de formación?"
No. Hay signos que son apropiados y otros que no lo son o lo son menos. Ya sabemos que no pasaría nada por celebrar la Misa con un mantel de cuadros y vasos duralex. Seguro que ha sucedido alguna vez en tiempos de persecución, porque usar un mantel digno y vasos sagrados de metales preciosos solo es un signo prescindible, pero generalmente deben usarse porque es el signo conveniente.
"Lo he afirmado también yo. También es un servicio a la Iglesia y a Dios ser catequista o agente de caridad. ¿Y? ¿No pueden ejercer ese servicio las mujeres?"
Creo que no ha entendido el argumento. Que sea un servicio a la Iglesia no demuestra que las mujeres no deban relizarlo. Lo que demuestra es que su propio argumento de que "lo desean" y por lo tanto no se les puede "negar", no es relevante. Al ser un servicio, se elige a quien se considera conveniente. Y al que no se considera conveniente, no se le elige, aunque lo desee, y no se le está negando nada, porque no es un derecho, sino un servicio.
"La Iglesia ya ha dicho que sí, que lo pueden ejercer"
Es otra vez el mismo error. Que puedan no quiere decir que convenga.
"El que permitamos monaguillas en mi parroquia es porque Roma lo permite."
Una vez más el mismo error. Que algo esté permitido no implica que convenga. Luego no lo hacen porque Roma lo permite. Roma permite dos opciones y luego ustedes, por sí mismos y por sus propias razones, eligen esa opción en particular y no la otra. Lo que criticamos es que elijan esa, cuando a todas luces no es conveniente, por todo lo que se ha dicho arriba.
"Creo que ud. y algún que otro comentarista se deja llevar más por sus gustos personales"
No. En principio y si se hace seriamente, dar razones de algo es lo contrario de dejarse llevar por los gustos. Los gustos no tienen que ver con razones. En cambio, usted no ha dado razones para elegir la opción de las monaguillas (porque, como hemos visto, que estén permitidas dos opciones no es razón para escoger una u otra en concreto, sino que tiene que haber otro criterio para esa elección de la opción "B").
Espero que, igual que yo no me ofendo porque discuta mis argumentos, usted no se ofenda porque yo discuta los suyos. Nunca he tenido la más mínima queja sobre usted, sus comentarios en el blog siempre me han parecido muy valiosos (incluido este) y espero que siga comentando. A fin de cuentas, estamos en un blog de discusión, aunque la falta de tiempo no siempre me permita intervenir en los temas discutidos.
Saludos.
Volviendo al post, no se puede decir mejor "menos hablar y más trabajar", fiel reflejo de la sociedad en que vivimos. Lo importante son las apariencias, no los hechos.
Bravo por lo de los monaguillos, que buen ejemplo serían para otros niños que con el tiempo podrían ser sacerdotes. Lo mismo podríamos decir de los confesionarios y de los reclinatorios, el hecho de verlos ya incita a confesar y a arrodillarse ante Dios, respectivamente.
Paz y bien
"Creo que P. Robert Longshanks es James Curley..."
Infundios, infundios. El P. Battleaxe Bob es él mismo en su mismidad.
"Lo mismo podríamos decir de los confesionarios y de los reclinatorios, el hecho de verlos ya incita a confesar y a arrodillarse ante Dios, respectivamente"
Estoy de acuerdo. De hecho, me parece recordar que Diácono habló de ese tema alguna vez, pero no logro encontrar dónde.
En cuanto a las monaguillas en particular, es chocante ver a algunas con llamativos peinados y adornos y entonces resulta muy chocante esa unión entre adornos femeniles y un traje (sotana y roquete) que ya estamos acostumbrados a vincular con la sobriedad masculina.
Y aunque apartándome de lo anterior, se me hace chocante también ver a monaguillos varones, sirviendo al Altar con tenis y zapatos deportivos. Vuelvo a lo mismo: el traje talar propio de los monaguillos exige cierta sobriedad en los demás aditamentos de la persona.
Pero eso era antes de Cristo, el que hace todas las cosas nuevas. Ahora Él es el Sumo Sacerdote y la única Victima capaz de satisfacer la Justicia de Dios por el pecado del mundo. Hablamos de un Sacrificio perpetuo, gracias al poder y la autoridad que sigue otorgando a unos cuantos hombres escogidos y conformados por el Corazón de Jesús. Varones, y sólo varones, que tienen conferido el sacerdocio ministerial, para -entre otras cosas- operar algo tan increible como es la transubstanciación. Pero siempre en la persona de Cristo.
Lo que quede por "completar" ese Santo sacrificio del altar (o mas bien, los padecimientos de Cristo) ya es cosa que está al alcance de cualquier hijo de Dios, sea hombre o mujer (Gålatas 3, 28), pues por Cristo (con Él y en Él) somos todos ya raza sacerdotal y, en cuanto tal, llamados a unirnos (e identificarnos) lo mas perfectamente posible con Él. Otra cosa es que para esto ya no haya tantos dispuestos a poner toda la carne en el asador...
Sí le he dado razones para la admisión de monaguillas, Bruno. Pero no son mías. Las razones las da el motu proprio papal que lo admite, Spiritus Domini, documento oficial canónico, nada menos. Aunque ya se preveía su posibilidad en Redemptionis Sacramentum (47), de la Congregación para el Culto Divino, de 2004. Ya ha llovido.
Si el Santo Padre actual, y los anteriores, que tienen potestad plena sobre toda la Iglesia, lo admiten, aceptan y legislan, ¿quiénes somos los demás para desdeñar (sí, desdeñar) que las niñas no puedan servir en el altar? Si las hay piadosas y aptas, ¿se lo vamos a negar porque no van a ser curas, porque espantan las vocaciones, o eso creemos, o no nos gusta, o no lo vemos conveniente? Repito: mi experiencia sobre el espanto vocacional que aquí se menciona no es esa. Quien entra en el seminario no entra porque en su parroquia no haya monaguillas.
Lo de la conveniencia o no, que ud. defiende, es un argumento que sigue sin convencerme. Si el Papa admite el ministerio laical femenino es porque cree que es conveniente y bueno. ¿Para qué reformar el Código de Derecho Canónico si no es conveniente? ¿Su apreciación, Bruno, de lo que es conveniente es mejor que la apreciación papal? No se admitiría a la mujer en este ministerio si no lo fuera y si no tuviera sustento doctrinal. De hecho en Spiritus Domini el Papa da sus razones basado en el sacerdocio común bautismal de todos los fieles. Y menciona explícitamente la diferencia con el sacramento del Orden. Quién no lo quiera ver que no lo vea. Quién no quiera formarse y ver la diferencia, que no lo vea.
Es el Papa, Bruno. El actual no es santo de mi devoción tampoco. Pero es el Vicario de Cristo al que le debemos, también, respeto ante sus decisiones. Y cuando son de tipo canónico, la cosa es formal y seria. Eso no es una charla en el avión con periodistas.
Lo dejamos. Creo que es suficiente.
Vuelve a repetir usted lo mismo, así que me veo obligado a decirle lo mismo: la Iglesia, incluido el Papa, no manda que haya monaguillas, permite que las haya (o no) a juicio de cada pastor. Si usted elimina el "o no", no está siendo fiel a lo que dice la Iglesia. Cuando la Iglesia quiere mandar algo, lo manda. Y en este caso no lo manda, por lo que la discusión solo puede ser sobre si es conveniente o no. Pretender que la Iglesia, con su normativa, ha decidido ya que sí es conveniente es, simplemente, erróneo y no se ajusta a lo que dice la Iglesia.
Pero, bueno, si no le convencen los argumentos y apela a la Iglesia, le daré lo que dice expresamente la Iglesia sobre el tema en particular en el siguiente post.
Saludos.
La religiosidad sentimental y femenina no atrae a los varones. La feminización de la sociedad ha invadido a la Iglesia.
Coincido en que ha sido un error llenar de mujeres (lectoras, monitoras, monaguillas, ministras, etc.) el presbiterio, porque aleja a los hombres.
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