¿Qué podemos hacer los laicos en concreto?

Una de las ventajas de los blogs sobre los periódicos o los libros reside en que el autor recibe en directo los comentarios de los lectores y puede darse cuenta de que algo que ha escrito no se ha entendido bien. Eso me ha sucedido con el artículo ¿Qué vamos a hacer con el Sínodo? En él y en relación con el inminente Sínodo de la Sinodalidad, intenté resumir las ideas contrarias a la fe que se han ido introduciendo en la Iglesia en estos últimos años y señalaba que, desgraciadamente, los católicos apenas hemos hecho nada para evitarlo.

Sin darme cuenta, el artículo debió de quedarme pesimista o quietista y en la mente de algunos lectores se introdujo la idea de que yo creía que no podíamos hacer nada para luchar contra los problemas de la Iglesia. Así lo manifiesta, por ejemplo, un comentario del autor del legendario blog Embajador en el infierno, tristemente desaparecido:

“¿De verdad no podemos hacer nada? ¿De verdad no podemos pasar a la acción? ¿Estamos seguros de que Dios no quiere que pasemos a la acción? ¿De verdad?”

No era mi intención transmitir esa idea. La finalidad principal del artículo era señalar que la posible aprobación en el Sínodo de bendiciones a parejas del mismo sexo no es nada nuevo, porque lo cierto es que ya nos hemos tragado cosas mucho más graves en los últimos años. Y que la reacción contra esos abusos tan graves ha sido, desgraciadamente, irrisoria, ineficaz y casi inexistente, porque, desde los obispos a los fieles, somos cobardones y blanditos y tenemos muy poca fe. Y que eso permite suponer que, probablemente, seguiremos sin hacer casi nada. No pretendía ser una indicación de lo que debíamos hacer, sino un mero diagnóstico de cómo está la situación, que ciertamente es desoladora, para que no nos engañemos.

Dicho eso, claro que se pueden (y se deben) hacer muchas cosas en este momento de crisis de la Iglesia. Lo primero, dejar hacer a Dios, confiar en Él y descansar en Él, porque hoy, como hace dos mil años y como siempre ha sido y será, quien dirige a la Iglesia, protege a la Iglesia y salva a la Iglesia es Cristo, su Esposo, y no nosotros. La solución sustancial a nuestros problemas vendrá, porque no puede venir de ningún otro sitio, del cielo, ya sea en forma de solución de esta crisis concreta o de solución definitiva cuando llegue el fin de los tiempos. En cualquier caso, todo es gracia. El que crea que el destino de la Iglesia depende de él y no de Jesucristo no ha entendido nada de lo que es el cristianismo. Ya sé que lo repito mucho, pero, si no tenemos esto presente, todo lo que hagamos será contraproducente, porque estaremos construyendo la Iglesia sobre el barro de nuestras propias fuerzas y cualquier progreso será un espejismo.

En segundo lugar, Dios quiere que nos asociemos a su obra de salvación y, en este caso concreto, al combate por la Iglesia y por la fe. Deus vult! La vida cristiana siempre es un combate y el cristiano, que hace la señal de la cruz sobre su pecho todos los días, siempre es un cruzado, aunque ahora no esté de moda decirlo. Esto puede parecer romántico o incluso infantil, pero es porque somos como niños que intentan ayudar a su padre a realizar un trabajo pesado y difícil: el padre no necesita su ayuda, que será más bien un estorbo que otra cosa, y se basta y se sobra él solo para hacer el trabajo. Sin embargo, el buen hijo quiere ayudar a su padre y el buen padre disfruta viendo cómo su hijo se esfuerza por ayudarle, le imita en todo y quiere estar siempre con él. Nosotros solos no podemos nada, pero su fuerza se manifiesta en nuestra debilidad, porque así lo ha querido. Vayamos, pues, tras la bandera “de Christo, summo capitán y señor nuestro”, como decía San Ignacio. Nuestra Madre la Iglesia está herida y rodeada por sus enemigos y necesita nuestra ayuda. Corramos a ayudarla.

¿Cómo podemos colaborar los seglares con la solución de la crisis de la Iglesia en este momento concreto? A mi entender podemos emplear una combinación de varias estrategias, según las circunstancias de cada uno.

a) Estrategia de María, la hermana de Lázaro: recordando que la contemplación es superior a la acción, nos toca redoblar esa contemplación. Cuanto más urgente es hacer cosas, menos debemos ceder a la tentación de poner la acción sobre la contemplación. Necesitamos oración, sacrificios, liturgia de las horas, leer la Escritura y la vida de los santos, rezar el rosario y asistir a Misa para poner la vista en Dios, en su sabiduría y en la belleza de todo lo que hace. Esto es fundamental y la esterilidad de la mayor parte de lo que hacemos proviene de su ausencia. Más aún, la amargura y la desesperanza que se perciben en gran parte de las reacciones de los buenos católicos vienen de que nos falta poner más que nunca la mirada en Dios. Recemos a tiempo y a destiempo. Velad y orad. Como dice la letrilla de Santa Teresa, “ya no durmáis, no durmáis, pues que no hay paz en la tierra”.

b) Estrategia de San José: como él, debemos hacer santamente lo que siempre hemos hecho. Sé que parece antiintuitivo, pero nuestros deberes cotidianos son más importantes que nunca: crear y mantener hogares cristianos, que son pequeñas iglesias en las que subsiste la Iglesia universal. En esos oasis en medio del desierto actual, la fe sigue viva, crece, se transmite, da frutos y atrae a los paganos. Son las brasas de la fe y la civilización que se mantienen vivas en los hogares, aunque el mundo y buena parte de la Iglesia se hundan en la oscuridad. San José no participó en el ministerio público de Cristo, pero la Sagrada Familia que formó con nuestra Señora fue esencial para la obra de la Redención, porque en ella se gestó el Salvador del mundo. A Dios le gusta lo pequeño y quien no es fiel en lo poco, tampoco lo será en lo mucho.

c)  Estrategia de Aaron y Jur: en la pelea de Israel contra los amalecitas, Moisés oraba con los brazos en alto y Dios escuchaba su oración y daba la victoria a su pueblo. Sin embargo, se iba cansando y bajaba los brazos, de modo que Aaron y Jur tenían que sostenerle los brazos para que siguiera llegando la bendición de Dios sobre el pueblo. Del mismo modo, nosotros tenemos una grave obligación y, en estos tiempos, una urgente necesidad de sostener a los buenos sacerdotes y obispos. No somos conscientes de ello, pero esta situación de la Iglesia resulta mucho más angustiosa aún para los sacerdotes (los buenos, claro; los otros están encantados o no se dan cuenta de nada), que están en primera línea de batalla y se encuentran a merced de sus superiores también cuando esos superiores son mejorables o incluso cuando les hacen la vida imposible por ser fieles a la fe recibida. A menudo los sacerdotes no tienen ningún refugio humano y su desaliento y desconsuelo es mucho mayor aún que el nuestro.

Ayudémosles. No solo con nuestras oraciones, sino también con nuestra cercanía, nuestro cariño y nuestra ayuda material. Así podrán dar el buen combate de la fe, sabiendo que no están solos. Volquémonos en esto. Invitémoslos a nuestras casas, preocupémonos por sus necesidades materiales, elogiemos todo lo bueno que hacen y ofrezcámosles nuestra ayuda, nuestra amistad y nuestra comprensión ante sus defectos y carencias. Si así lo hacemos, estaremos colaborando con todo el bien que puedan hacer: quien reciba un profeta por ser profeta, tendrá recompensa de profeta.

d) Estrategia de Elías: en el monte Carmelo, frente a los 450 profetas de Baal, Elías gritó a los israelitas para avergonzarles: ¿Hasta cuándo andaréis con muletas? Si el Señor es Dios, seguidle; si lo es Baal, seguid a Baal. Nosotros debemos decir lo mismo a los hombres de Iglesia en estos tiempos de confusión, reprochándoles públicamente que se aparten de la fe y exigiendo que nos den el pan de la fe y no las piedras de la ideología mundana. Tenemos el derecho y el deber de hacerlo, cada uno en la medida de nuestras posibilidades y formación, con humildad y caridad, pero también con firmeza. De uno en uno o conjuntamente, como en las declaraciones y súplicas colectivas que mencionábamos el otro día. No podemos seguir en silencio. Como decía Santa Catalina de Siena, porque habéis callado, el mundo está podrido. Despertemos a los que duermen, robustezcamos las rodillas vacilantes y toquemos las campanas a rebato. Esa ha sido la misión de InfoCatólica desde su creación, por ejemplo, y es fundamental. Los que intentan mundanizar a la Iglesia tienen miedo de la luz, porque saben que sus fines son inconfesables y sus posturas indefendibles. Arrojemos luz sobre ellos sin descanso, hasta que el demonio huya y resplandezca la verdad.

e) Estrategia de Matatías: cuando el rey Antíoco IV comenzó a sustituir la religión de Israel por el paganismo, los judíos lo soportaron en silencio. Un día, Matatías viendo a un judío que cedía a las presiones de un funcionario de Antíoco y ofrecía sacrificios a los ídolos, se hartó y mató al idólatra y al funcionario. Después, con sus cinco hijos, se echó al monte y comenzó la revuelta de los Macabeos. Nosotros también debemos decir “basta” y dejar de tolerar lo malo. La tolerancia de lo intolerable en la Iglesia es lo que ha hecho que lleguemos a este punto. Si un sacerdote predica contra la fe, no lo dejemos pasar como “cosas de D. Fulano”: hablemos con él para decirle que eso es inaceptable, no vayamos a sus misas y quejémonos ante el obispo todas las veces que haga falta, como la viuda que pedía justicia día y noche al juez. Si es el obispo el que dice barbaridades, quejémonos a Roma, aunque parezca que no sirve para nada. Si en un colegio católico se enseñan cosas que no son católicas o se dan libros dañinos, protestemos y demos la lata aunque eso nos granjee fama de protestones. Si una diócesis o un centro de enseñanza católico ponen anuncios en un portal heterodoxo, mandemos cartas para que dejen de apoyar la heterodoxia. “Para que el mal triunfe, solo se necesita que los buenos no hagan nada”, decía Burke.

f) Estrategia de Priscila y Aquila: en su primera carta a los corintios, San Pablo manda saludos de parte de este matrimonio de judíos convertidos al cristianismo  y de los que “se reúnen en su casa”. Igual que hablábamos antes de crear hogares cristianos, quizá debamos también esforzarnos por crear pequeños grupos informales en torno a la fe católica común, con amigos y conocidos que se reúnen en las casas, ya sea para hablar de Dios y de la Iglesia o de poesía, literatura o cualquier otra cosa buena o simplemente para merendar. Esos grupos pueden actuar como refugio, consuelo y desahogo mutuo, como ámbitos para que los hijos conozcan a otros jóvenes católicos (algo que es cada vez más difícil) y como semilla de posibles acciones en defensa de la fe. Idealmente, esto debe ser en persona, pero para los que estén solos, Internet puede ayudar.

g) Estrategia de San Pedro: en una de sus cartas, el primer Papa nos dice que cada uno, según el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Es decir, cada uno que aporte los talentos que ha recibido y que conocerá mejor que nadie. El que sepa argumentar, que argumente contra los sofismas que intentan introducirse en la Iglesia. Si a alguien se le da bien organizar, que organice actos de oración, el envío de cartas o súplicas colectivas al Papa y a los obispos. Quien tenga dinero, que no haga donaciones más que a los buenos obispos, sacerdotes e iniciativas fieles a la fe de la Iglesia y deje claro a los clérigos infieles por qué no les da dinero. El que tenga pies y fuerzas, que vaya a peregrinaciones. El que esté enfermo o sea viejo, que ofrezca a Dios su enfermedad y su vejez. El que no conozca la fe suficientemente bien como para defenderla, que lea y que se forme. Quien tenga un blog, que lo ponga al servicio de la purificación de la Iglesia. Quien conozca a un obispo, que le aconseje e incluso le reprenda con respeto y caridad. Quien tenga tiempo, que sea catequista en su parroquia y enseñe la verdadera fe a los que, dentro de unos años, serán padres de familia, sacerdotes o religiosos… La lista es inacabable y seguro que los lectores podrán aportar multitud de ideas.

¿Hacer? Claro que podemos hacer mil cosas, confiando en Dios y sin amargura ni desesperanza, con la alegría de saber que Cristo ya ha vencido y que no deja de la mano a su Esposa. Si nos ponemos en manos de Dios y le ofrecemos nuestros pobres panes y peces, Él hará literalmente milagros a través de nosotros. Todo lo puedo en aquel que me conforta. The sky is the limit, dicen los ingleses, y, en este caso, el fin es literalmente el cielo, porque antes de llegar a él, el Señor nos preguntará a cada uno: ¿qué hiciste para socorrer a mi Esposa en su aflicción?