Nostalgia del cielo 3
Solo es una foto antigua de una mujer arrodillada que reza el rosario por sus difuntos, pero, a poco que uno tenga algo de fe y sensibilidad, podrá vislumbrar en ella la fe católica hecha carne y la nostalgia de un cielo real, necesario y en ocasiones casi tangible, en el que Dios destruirá la muerte para siempre y enjugará las lágrimas de todos los rostros. El rosario de esta mujer, ofrecido por los muertos, es un ancla en medio de las tempestades de la vida, a menudo el único ancla que permanece firme cuando el mundo parece no tener sentido, las preguntas quedan sin respuesta y el dolor no se puede soportar.
Hasta hace muy poco tiempo, casi todo el mundo tenía esa ancla o, al menos, sabía que el ancla existía y que se podía acudir a ella. Si uno lee casi cualquier devocionario o texto espiritual católico de, digamos, los mil años anteriores a la mitad del siglo XX, una de las primeras cosas que saltan a la vista es el empeño universal en rezar por los difuntos, la presencia constante de las almas del purgatorio en la mente de los fieles y la conciencia de que rezar por los que habían muerto era una obra de misericordia y uno de los principales deberes del católico.
No era simplemente el convencimiento de personas individuales, sino de una civilización entera. Una enorme parte de nuestro patrimonio artístico se construyó, de hecho, con esa intención: incontables capillas, iglesias y monasterios fueron erigidos específicamente para que sirvieran para orar por los muertos. Habría sido difícil entrar en una iglesia sin encontrar por todas partes muestras de esta costumbre, en forma de cuadros que reflejaban el purgatorio, breves exhortaciones a orar por los muertos, cepillos para limosnas por las almas del purgatorio o, directamente, fieles rezando por los difuntos de sus familias.
La lista de manifestaciones de este convencimiento sería interminable: capellanes, cofradías de oración por los difuntos, las indulgencias concedidas por la Iglesia o el ofrecimiento de innumerables Misas, rosarios y jaculatorias. Una buena parte de los numerosos sacerdotes vivía casi por completo de las limosnas recibidas por ofrecer el Santo Sacrificio por los difuntos. En todos los testamentos se observaba la preocupación por que hubiera quién rezara por el destino eterno del testador y a menudo se formalizaba la decisión de legar parte de sus bienes o incluso la totalidad con ese propósito.
Era una tradición eclesial y social, pero también ante todo familiar. Si la familia que reza unida se mantiene unida, como repetía infatigablemente el P. Peyton, es imposible sobrestimar la importancia de una oración que unía a la familia más allá del tiempo y del espacio, vinculándola a las generaciones y generaciones de antepasados que la habían precedido. De algún modo, rezar por los parientes y antecesores difuntos demostraba que el amor es fuerte como la muerte, como dice el Cantar de los Cantares, y proporcionaba a la familia unos cimientos sobrenaturales imperecederos. Pocas cosas ofrecían una confirmación más evidente para todos de la urgencia de la conversión, la realidad del cielo y el infierno o la importancia espiritual de la Iglesia. Era un memento mori esperanzado, porque residía tanto en la realidad inexorable de la finitud de la vida en la tierra como en la confianza en los méritos de Cristo y en su amor por cada uno de nosotros.
¿Cómo puede ser que esa inmensa y riquísima Tradición haya prácticamente desaparecido en unas décadas? En nuestro tiempo, las oraciones por los difuntos tienden a cero después de las exequias y, en multitud de casos, apenas están presentes en el propio funeral, convertido en un rito social para hablar bien del difunto y concluir que “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Más aún, ¿cómo es posible que este monumental legado de siglos y siglos haya sido sustituido por la idea confusa y pueril de que todo el mundo es bueno, excepto quizá Hitler, y, en realidad, todo ese desagradable asunto de la Cruz y la Redención fue más un malentendido que otra cosa? ¡Qué bajo hemos caído!
Nuestra generación y la anterior han permitido que esto suceda y en el pecado llevamos la penitencia: nadie rezará por nosotros cuando hayamos muerto. Solo la liturgia, obstinadamente, con la tranquilidad pausada de los milenios, sigue poniendo en nuestros labios las palabras correctas: acuérdate, Señor, de tus hijos que nos han precedido con el signo de la fe… concédeles el lugar del consuelo, de la luz y de la paz… admítelos a contemplar la luz de tu rostro… recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria.
Dios, con su acostumbrada generosidad, coloca también ante nosotros el ejemplo de cristianos más fieles que nosotros que vivieron en el pasado, como esta señora. Quizá, al contemplarlos, podamos ruborizarnos, sentir vergüenza por nuestra tibieza y falta de fe y dejar que ellos nos enseñen a ser auténticos católicos. Quizá, al verlos, sintamos esa misma nostalgia del cielo que sentían ellos y sepamos ser fieles a nuestro deber de rezar constantemente por nuestros difuntos. Después de todo, somos ciudadanos del cielo.
44 comentarios
Sobre la anterior entrada, hubo un tiempo en el que los reyes cedían su carroza a la Sagada Forma.
es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Romeyn_de_hooghe-carlos_II_cede_su_carroza_la_vi%C3%A1tico.jpg
Je, je. He estado de vacaciones, así que me he saltado la discusión.
"Gente a la que ya no ves en misa. Y no es de extrañar"
Muy aguda la observación. Y demoledora, porque muestra que, en muchos casos, el obstáculo para que se transmitiera la Tradición de la Iglesia han sido las mismas parroquias, como muestra el hecho de que los que estaban alejados de ellas han conservado al menos parte de esa Tradición abandonada.
Somos la Iglesia de la primavera, el diálogo interreligioso y el acompañamiento, que mira por encima del hombro al pasado, cuando deberíamos ser la Iglesia de saco y ceniza, la evangelización y la penitencia, que gime por haber caído tan bajo.
De forma general, el hombre está insatisfecho y no es feliz porque siente que algo le falta.Algunos lo encarnan en su mal retribuído trabajo; otros en que su novia no le quiere; los enfermos en que no tenemos salud, pero la última raiz de la nostalgia es más profunda. Platón, en su Fedón pone el ejemplo del hombre que está en una estancia poco iluminada y quiere más luz.
¿Cómo puede saber que está en penumbra si en algún momento no ha conocido mayor claridad?
No sé. Pienso que el origen de nuestra carencia, que se quiere inútilmente compensar con dinero, placeres o poder está en otra dirección. Donde recordamos oscuramente el momento más luminoso de nuestra existencia terrenal:
Quizá cuando Dios nos creó y lo sentimos cerca.
Y además de esa costumbre, también se tocaban las campanas para anunciar la muerte de un feligrés, para que la comunidad parroquial se enterase de la defunción y rezara por el difunto. Los toques era diferentes según el difunto fuera sacerdote o laicos, hombre o mujer, adulto, niño o recién nacido, etc.
Si buscan en internet "toque de ánimas", encontrarán mucha información sobre sus modos, frecuencias y variantes. La oración por "las benditas almas del purgatorio" tenía, pues, una estimulación y una práctica comunitaria y diaria.
Santísima costumbre, hoy perdida, o mejor (=peor), suprimida.
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Doy por supuesto, pues, que al menos Scintilla y tú estáis vestidos de saco, cubiertos de ceniza y en permanente e intensa penitencia, gimiendo y llorando por vuestro aburguesamiento, vuestras frivolidades, vuestra soberbia, vuestros contratestimonios, etc (si fuera el caso, que igual no, y sois ambos los más perfectos dechados e virtudes).
¿O eso del saco y las cenizas va por "los otros", "los demás"? Sí, los malos, los culpables de todo, "los curas que predican esas bobadas", los obispos, los curas, los obispos, los curas, los obispos, los curas, los obispos, los , obispos, los curas,los obispos, los curas... (a excepción de los dos o tres que tenéis subidos a un pedestal, con nimbo y todo).
"Y tan absurdo es que muchos deudos rezan pero a su vez niegan el purgatorio y pasan a la canonización inmediata, sin advertir la contradicción que existe entre el rezar por el fallecido y la afirmación de su estancia en el cielo; al infierno no va nadie, claro"
Sí, al menos desde aquel "prohibido prohibir" de los sesenta, las contradicciones más evidentes no parecen detener a nadie.
"Doy por supuesto, pues, que al menos Scintilla y tú estáis vestidos de saco, cubiertos de ceniza y en permanente e intensa penitencia, gimiendo y llorando por vuestro aburguesamiento"
Je, je. Bien dicho. La penitencia y el arrepentimiento siempre deben empezar por uno mismo.
Y sí, a mí me avergüenza mucho mi aburguesamiento, la verdad. Leo las vidas de los santos o incluso las de otros cristianos "normales" del pasado (o del presente) y me avergüenzo de lo débil, blandito y tibio que soy. Y me confieso de ello. Qué quieres que te diga, no me voy a defender de algo que es real y evidente. Incluso mis penitencias son débiles y blanditas. Los lectores tendrán que rezar un poco más por mí, que para eso escribe uno de temas religiosos.
Al menos ayer ofrecimos en familia un misterio del rosario por los difuntos. :)
Muchas gracias por recordarnos la preciosa costumbre del toque de ánimas, tan tristemente olvidada. Yo el toque a muerto todavía lo he oído en los pueblos, pero ya nunca he oído tocar a ánimas.
Cuántas cosas hermosas y santas hemos perdido.
"recordamos oscuramente el momento más luminoso de nuestra existencia terrenal: Quizá cuando Dios nos creó y lo sentimos cerca"
Buena idea. Y teológicamente muy profunda.
"Los anglicanos no creen en el Purgatorio y no creer en él hace inútil la oración por nuestros muertos"
Recuerdo haber leído en un libro antiguo sobre la Reforma protestante (aunque desgraciadamente no recuerdo cuál) que, en cierta ocasión, Calvino descubrió a una mujer rezando llena de dolor junto a la tumba de su hijo recién fallecido... y mandó que la azotaran. Los reformadores odiaban la oración por los muertos con pasión y esa fue una de las razones por las que quitaron los libros deuterocanónicos del Antiguo Testamento, ya que en Macabeos se habla de rezar por los difuntos.
Debido a que mi hermano tiene por costumbre comer a las 12 del mediodía he recuperado el Rezo del Ángelus, espero a que el reloj de la iglesia dé la hora y rezo, sin embargo la Adoración Eucarística que solía hacer yendo un día a la semana a Barcelona ya no puedo hacerla por el dichoso coronavirus. Tengo que ir adaptándome a lo que pueda, pero añoro aquellos Jueves de Corpus de mi niñez en la que el sacerdote iba con la Custodia y nosotros detrás cantando canciones eucarísticas mientras las hierbas pisoteadas nos devolvían aquel olor anisado y dulce que quisiera volver a oler y creo que solo podré hacerlo si tengo la inmensa fortuna de ir al Cielo. Allá estarán mis olores preferidos con toda seguridad.
¿Sería posible hogaño incluir encargos de Misas por nuestras ánimas en los testamentos?
Yolanda: Ya le ha dicho en innumerables ocasiones a Bruno que es un soberbio, y le ha dado él la razón. Empiezo a pensar que tiene tanta obsesión con el tema como yo con S. Francisco de Borja y san Ignacio.
Me parece que partes de una premisa equivocada. Aquí, en principio, no se tratan pecados personales, al menos en cuanto tales, porque los pecados los juzga Dios, no suelen ser de incumbencia de los demás y, además, resultan terriblemente aburridos (basta preguntar a cualquier confesor). Por dar un ejemplo, si un sacerdote tiene relaciones con una señora o un casado con una señora que no es su esposa, no lo vamos a tratar en el blog, porque no es asunto nuestro. Confieso, además, que no tengo ni idea de por culpa de qué pecados se resiente más el cuerpo místico de Cristo.
De lo que sí intentamos hablar en este blog es de los problemas de la Iglesia (entre otras cosas más agradables, claro). Llevo hablando casi quince años de temas de Iglesia (¡quince!, fugit irreparabile tempus) y, durante ese tiempo, he escrito muchos artículos sobre los numerosos problemas que sufre la Iglesia. Cuando me ha parecido conveniente o posible, como parte de ese análisis, he señalado a algunos que parecían responsables, ya fueran seglares, sacerdotes, obispos, religiosos, políticos o incluso tendencias y circunstancias.
Dicho eso, a diferencia de lo que ocurre con los pecados, en este campo hay personas que resulta evidente que tienen más responsabilidad que otras, para bien o para mal, debido a su misión, su cargo o la labor que tienen encomendada. Obviamente, por la naturaleza jerárquica de la Iglesia, la mayoría de ellas son clérigos. No hay nada que yo pueda hacer sobre eso. Si estuviéramos hablando de mi familia, la responsabilidad mayor sería de mi esposa y mía; si hablamos de la Iglesia, es mayor la responsabilidad de los clérigos y, entre ellos, mucho mayor la de los obispos.
"Sí, Bruno, y esa fue también la razón que después de la Gran Guerra fuera Gran Bretaña el país dónde se difundió más el espiritismo"
Nunca había vinculado esas dos cosas. Muy interesante.
"¿Sería posible hogaño incluir encargos de Misas por nuestras ánimas en los testamentos?"
Supongo que sí. El caso es que no se hace, porque la gente no siente la necesidad. Han olvidado tantas cosas importantes...
Enseguida me di cuenta que se trataba de una angustia producida por la cesura que se impone entre el mundo de los vivos y el de los muertos, que al no encontrar forma de canalizarlo a través de la religión acaba por buscarse otras salidas.
Cierto que en aquel tiempo tal cosa se puso de moda en Europa, pero en Inglaterra fue una verdadera plaga.
Joseph Pearce, que pretende demostrar que Shakespeare fue un criptocatólico, dice que el Rey, padre de Hamlet, podría ser un alma del purgatorio, pero yo lo veo difícil porque él se queja precisamente de que fue envenenado mientras dormía, lo que le impidió arrepentirse y su vida no había sido precisamente santa, así que más que al Purgatorio parece aludir al Infierno y, además, lo que le pide no son oraciones sino venganza.
En las casas de nuestros abuelos figuraba con frecuencia un cuadro de la Virgen del Carmen sacando a las Almas del Purgatorio. La Virgen y los Santos en el Catolicismo son los grandes valedores, intercesores a los que nos dirigimos.
No creo que vayan a rezar por el alma del difunto, excepto claro los que son verdaderos católicos, porque piensan que ya está en el cielo, sino a despedirse de él.
Los mismos que rezan durante la vida por nosotros, son los mismos que rezarán cuando estemos muertos.
Este clasismo es el que yo creo que ha hecho escapar a la parroquia. Aquí se tenía la canción de la muerte aquella, moren rics i moren pobres, moren bisbes i canonges... que todo el mundo se sabía y que era como una especie de prevención contra los que pretenden ser más que otros ante el hecho de la muerte y la perspectiva del Juicio. Eso está olvidado entre nuestros curas y catequistas y los fieles que lo recuerdan se apartan de quienes no lo hacen, porque no huelen a cristiano. De hecho, huele a herético. Tal clase eclesiástica se retrata ante la muerte como si fueran calvinistas (a los que, por cierto, se les suele prestar algún templo y hasta la catedral para alguna celebración, con participación o no "ecuménica" de nuestros pastores). Y la cosa es que le pega mucho ese calvinismo que se desvela al contacto con la muerte, con el puritanismo del que suelen hacer gala de cara a la galería (aunque luego no prediquen la reforma de costumbres ni se sienten a confesar), que sobre todo se revela en las palabras (no digas esto o lo otro que ofende a sus castos oídos).
Sin embargo hoy del purgatorio se habla poco, yo creo que es un problema de fe, de aceptación de la fe revelada.
Un domingo, al salir de Misa, una persona me dijo: "yo nunca hubiera podido leer eso que has leído, ¡que barbaridad...! Eso que había leído era el Salmo 137 (136) "que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías".
Profesamos una pseudoreligión , según mis apetencias, mis gustos, mis opiniones. Hoy me apetece ir a comulgar, pues voy, esta parte de la Biblia no me gusta, prescindo de ella, ¿como va a seguir castigando Dios a estas personas que tanto sufrieron ya en su vida? el purgatorio no existe.
Y así todo. Y esto sí tiene que ver con enseñanzas que escuchamos cuando quien tiene que ser luz y guía vive en las tinieblas. Aunque no toda la responsabilidad sea suya, está también nuestra inclinación a abrir los oídos a aquello que queremos oír. De cualquier manera Dios que conoce nuestro corazón nos juzgará a cada uno según su justicia.
Gracias por recordarnos nuestro deber de orar por los difuntos. Aunque más que de deber se trata de amor.
Ayer escuché hablar del sacerdote jesuita Segundo Llorente, y como sobre su tumba y la de otros compañeros está escrito «En vida y en muerte con aquellos que amamos».
De eso se trata, y que mejor manera de demostrar nuestro amor por los que se fueron que rezar por ellos, en primer lugar por nuestra familia, por los que tenemos mayor obligación, y por los que están más olvidados de todos, que hoy son mayoría. Bueno, este es mi orden.
Un saludo.
"Prefiriría que la gente rezase por mí, mientras estoy viva, en el momento de la muerte, todo está decidido, y si te has condenado, ya no sirven las misas"
En realidad, es algo más complicado. En primer lugar, solo Dios sabe si alguien se ha condenado o no. Nosotros no tenemos esa información, así que siempre conviene rezar por los difuntos. En segundo lugar, y esto conviene pensarlo despacio, Dios está fuera del tiempo y nuestra oración de hoy puede aplicarla cuando quiera, dentro de mil años o hace cincuenta. Cuando rezamos por un difunto, Dios puede aplicar esa oración para sacarle hoy del purgatorio o haberla aplicado hace diez años para que se arrepintiera y no se condenara cuando murió.
Esto es difícil de entender, porque la eternidad de Dios nos sobrepasa, pero es importante para que no se nos olvide que ninguna de nuestras oraciones se pierde. En la liturgia antigua de la Misa había una petición que decía "líbranos, Señor, de todos los males, pasados, presentes y futuros". El tiempo no es más que una criatura en las manos de Dios.
"No creo que fuera casualidad"
La casualidad no existe. A veces llamamos con ese nombre a lo que, en realidad, son pequeños gestos de ternura y amor que Dios tiene con nosotros.
“Nostalgia de Dios” (Diario de un convertido) tituló Pieter van der Meer, su diario primero. Allí, habitando entre incógnitas existenciales y deslumbramientos súbitos, exclamó: “La alegría es el canto de una carencia”, que maravilló a su padrino de bautismo, León Bloy. Sí, experimentaba la nostalgia de Dios, y en ella escuchaba voces del Paraíso.
Hoy, el mundo moderno, racionalista, escéptico, profano, mediocre, apóstata y ateo, experimenta en muchos de sus hombres, la nostalgia de Dios que manifiestan las creaturas. Porque, si los paganos, como recuerda Chesterton, en su “San Francisco de Asís”, invocaban a los astros con nombres de demonios, hoy se niega su existencia, o por lo menos se la desprecia, se la pisotea, se la profana. Y muchos viven entristecidos ante el vacío de un mundo de muertos.
La nostalgia de la CREACIÓN, de nuestro hábitat original, clama al cielo por ser recuperado. El GRAN DISCURSO, la EPOPEYA que Dios pronunciara y ejecutara, nos convoca a asumir nuestro ministerio de sacerdotes, profetas y reyes.” La Creación espera participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Rom 8). Hoy, la “nostalgia” por un cambio en el mundo crece día a día, a medida que nuestras expectativas en el “progreso” se desencantan de él, y se advierte su final catastrófico, en el que están siendo humillados los ídolos y los idólatras.
Es la hora solemne del inicio del DESIGNIO de Dios, que nos convoca a nuestra personal participación en el advenimiento de un MUNDO NUEVO, el del REINO DE DIOS entre nosotros.
Quería decir que creo que esas personas que hacen un funeral por alguien que no pisaba la iglesia, y que no lo hacen por que ellas sean creyentes y recen por el difunto, sino por lo que he expresado arriba, me parece absurdo.
Yo concretamente, durante un tiempo recé por Salomón, que me da una pena que me muero, porque siendo tan predilecto de Dios, como acabó.
También he tenido experiencias, de lo que vale la oración por los difuntos. Cuando mi abuelo murió, yo tenia 6 años, pero recé por él desconsoladamente, sobre todo porque no entendía a donde habia ido.
Y debí de rezar con autentico fervor, porque 17 años despues un día me desperté con gran alegria ,con la noticia de que el abuelo habia entrado en el cielo.
Espero que ahora se me entienda mejor.
Todavía hoy, luego de treinta años, la recuerdo, la lloro y Oro... ¡El bien que me hace es a mí!
Pienso que ese angelito me mira, me escucha, y lo que hace es acompañarme... que Dios se lo permite. Mirar a quien tanto la quiso y la "ofrendó" a Dios Padre Quien la solicitaba... y entonces me consuela, a pesar de mis lágrimas.
Orar por nuestros difuntos, familiares o amigos, es bastante consolador, además mantiene la esperanza de unirnos con ellos en la Eternidad. Se vuelve como un "pedacito de Cielo"... un adelantarse "la transformación" que nos fue enseñada en el misterio de La Transfiguración. Creer, creer en nuestra Fe, es hermoso, es tocar el Cielo ya...
La oración por nuestros seres queridos es un acto de caridad suprema, solo igualado o mejorado por ellos mismos cuando rezan por nosotros ante el altar celeste o mientras esperan a llegar al cielo purgando sus penas temporales en el purgatorio.
Y como bien dice Bruno, el fruto de la oración que hacemos hoy lo puede haber aplicado Dios antes. Por tanto, aquellos que crean que algún ser querido se ha podido condenar, no desesperen. Quizás se lleven una agradable sorpresa cuando crucen el umbral de la muerte.
Pero sí, ciertamente, es un aspecto de la Fe que nuestros mayores tenían mucho más claro que nosotros. Como tantos otros.
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