La pelea por la herencia y los topos
En el último artículo del blog apareció un lector, Luis Z., que hizo una pregunta interesantísima y merecedora de una reflexión aparte.
“Sobre justicia en la Tierra. Aquel pasaje donde un hombre pide a Jesús que reprenda a su hermano por quedarse con la herencia y no repartirla, y Jesús le dice que no es juez para estar repartiendo herencias.
No sé si es lo que se esperaría de Jesús. Yo mismo hubiera acudido a Jesús para que, con su autoridad moral, imparta justicia en la repartición de la herencia. Ya sé que su reino no es de este mundo. Ese pasaje me produjo tristeza. ¿No debemos pedir a Jesús un poco de justicia aquí en la Tierra? Quizá es lo que esperaríamos de un caballero. Sé que la justicia vendrá después, y será muy dulce”.
En el pasaje al que se refiere Luis Z. es muy conocido: Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia». Jesús le respondió: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Es cierto que, al leer esto, podemos extrañarnos y nos surgen preguntas: ¿no está siendo Jesús muy brusco con ese joven? ¿Y si tenía razón en que su hermano le estaba estafando? ¡Pues claro que Jesús es juez y árbitro! ¿Por qué no le hace caso?
Es interesante reflexionar sobre esto, porque es algo que nos sucede con cierta frecuencia: leemos un pasaje de la vida de Cristo narrada por los Evangelios y pensamos que no termina de convencernos, que debería haber hecho otra cosa o que lo que hizo no parece muy propio del Hijo de Dios. Cuando nos pasa algo así, siempre, siempre, siempre se debe a que no hemos comprendido nada de nada. No es que hayamos errado un poco el camino; es que pensamos que estamos cerca de Sevilla cuando asoma en el horizonte Vladivostok.
Uno de los problemas fundamentales que tenemos para entender la Escritura es lo podría llamarse la “actitud del topo”. Los topos viven excavando túneles bajo tierra, acostumbrados a comer raíces y bichos más o menos repugnantes en la oscuridad. Cuando uno de estos animales sale por un momento al exterior, sus ojillos miopes sufren por la luz del día, el topo se queda desorientado y no desea otra cosa que volver rápidamente a la oscuridad a la que está habituado.
Lo mismo nos sucede a nosotros, acostumbrados a los afanes del mundo y a tantas tonterías que nos parecen muy importantes, aunque en realidad no lo sean en absoluto. Estamos a gusto en ese ambiente, porque nos hemos acostumbrado a él y no deseamos otra cosa. Cuando, por un momento, nos asomamos a la luz resplandeciente de la Palabra de Dios, nuestros ojos miopes por el pecado sufren y a menudo intentamos convencer a Dios de que tanta luz es mala o de que debe ser Él quien baje a nuestros túneles subterráneos. Generalmente, si somos cristianos, estamos dispuestos a introducir a regañadientes un poco de luz en esos túneles, pero no a salir a la plena luz del día, que es lo que Dios quiere regalarnos.
Esta es la actitud que hace que no entendamos bien este pasaje y que hizo que el joven que aparece en él tampoco entendiera a nuestro Señor. Jesús estaba hablando a aquellos hombres de lo que el ser humano ha buscado desde el comienzo de los tiempos: el cielo, la salvación, la vida eterna, el Espíritu Santo que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va, la Trinidad y el amor infinito de Dios. No hay nada mejor ni más sublime, es el tesoro escondido que se encuentra en un campo y por el que se vende todo lo que uno tiene, la perla preciosa que deseamos con toda nuestra alma, lo que vale más que la vida, que el mundo y que todo lo que hay en él. De los labios de Cristo sale la sabiduría eterna de Dios y su corazón late con el amor infinito que no se acaba jamás.
Sin embargo, en aquel momento decisivo de la historia, cuando Jesucristo, el Deseado de las Naciones, está anunciando el cumplimiento de los anhelos más profundos del corazón de todo hombre, llega el joven con quejas de que su hermano le ha quitado su parte de la herencia y no se la da, porque él tiene razón, pero su hermano no lo quiere entender, porque es un egoísta y un sinvergüenza, y su hermano le dice no sé qué, pero él es más, y siempre ha sido un no sé cuántos, y mi dinero, mi dinero y mi dinero…
No ha entendido absolutamente nada. Cristo le ofrece el Pan de Vida que viene del cielo y nos da la inmortalidad, pero el pobre hombre solo puede pensar en las migajas del pan duro y negro que se encuentra al rebuscar en la basura. Es un topo, le duelen los ojos por el sol y añora los gusanos que come dia sí y día también. Pide, o exige más bien, que sea Cristo el que baje a sus angostos túneles bajo tierra y que se dedique también a los afanes humanos en los que el topo se siente tan cómodo, aunque, sin darse cuenta, esté prisionero de ellos. Cristo fue brusco con aquel joven porque eso es lo que necesitaba: cambiar completamente su forma de pensar y salir del todo a la luz del día aunque le dolieran los ojos. La solución no estaba en que, per impossibilem, Dios se encerrara con él en los túneles de las preocupaciones mundanas, sino en que él saliera a la libertad que Dios quería concederle.
Ese joven eres tú y soy yo, porque hacemos exactamente lo mismo que él y, como él, seguimos empeñados en aferramos a nuestras tonterías, nuestras rutinas y nuestros túneles oscuros y lóbregos. Estas cosas sucedieron como ejemplo para nosotros, porque somos topos y pensamos como topos. Necesitamos desesperadamente la magnanimidad de Cristo.
La única respuesta posible ante la actitud del topo es la que da Jesús en la parábola que contó inmediatamente después sobre el hombre que derribaba sus graneros para construir otros más grandes: el dinero y los bienes de la tierra no son nada al lado del tesoro que está en los cielos. En ese tesoro celeste hay que poner la mirada. Si realmente queremos ser felices con la felicidad plena que Dios nos tiene preparada, lo primero es dejar de pensar en el dinero y buscar la riqueza de Dios. De ahí la advertencia de Cristo en la frase siguiente del Evangelio: Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia, porque aun cuando alguien tenga abundancia, la vida no consiste en los bienes.
Nuestra verdadera herencia no son los cuatro euros que hemos conseguido proteger de los recaudadores de impuestos, sino la filiación divina que compartimos con nuestros hermanos los santos y con la Llena de Gracia. Los hijos de Dios estamos llamados a reinar sobre la creación, como señores de todo lo que existe, porque somos herederos de nuestro Padre el Rey y Creador del universo. Si nos empeñamos en seguir andando con el corazón agobiado por las cosas de este mundo, entonces somos los más desdichados de todos los hombres.
Esa es la verdadera justicia que nos trajo Cristo (y que en hebreo significa santidad), no la posibilidad de arrebatarle por fin a mi hermano esos cochinos céntimos que me tocan a mí y no a él, en los que pienso día y noche y que me amargan la vida porque han esclavizado mi corazón. Para ser libres nos liberó Cristo, pero nosotros seguimos añorando las cadenas.
Solo si entendemos de una vez en qué consiste la verdadera riqueza, podremos poner la otra mejilla, ser pobres de espíritu, amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y salvar al mundo completando en nuestra carne lo que le falta a la pasión de Cristo. Son cosas que el mundo no entiende y que pueden parecerle injustas, porque la justicia de Dios es infinitamente más elevada que la justicia de los hombres, pero es a esa justicia de santidad a la que estamos llamados por gracia de Dios. Solo si dejamos que la luz de Dios nos cure de la ceguera, aunque nos duelan los ojos, podremos entender verdaderamente nuestra vida y nuestro mundo, amar al prójimo como Cristo nos amó y tener, aunque parezca imposible, los mismos sentimientos de Jesús. ¡Los sentimientos de Dios!
Como dijo Juan Pablo II al ser elegido Papa, no tengáis miedo de abrir las puertas a Cristo. Salgamos de nuestro túneles y nuestros afanes mezquinos. Así comprenderemos este pasaje del Evangelio y también otros que nos chocan, como el de Marta y María o las parábolas del administrador injusto y de los jornaleros de la viña. Mis caminos no son vuestros caminos, dice el Señor. Cuanto antes nos convenzamos de ello y dejemos que Dios nos saque a la luz de su Palabra, antes podremos entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
62 comentarios
Hay varias contestaciones adustas de Jesús a cualquier cosa que desvíe al Hombre de su centro que es Él mismo, como al que le pidió permiso para ir a enterrar a su padre antes de seguirle, por ejemplo.
La misma actitud que hemos tenido durante esta pandemia, que ha tenido como único objetivo la vida terrenal, subordinando la espiritual es propia de nuestros tiempos.
Si Sanmartín alerta de la lectura sesgada de El Quijote, ¿qué tendríamos que decir de los Evangelios?
"La Vida es sueño" de Calderón de la Barca enfoca como papel dramático lo que en esta vida te parece real y como real la Vida Eterna: El morir es despertar, pero cortadas las cuerdas (es bonito que en el lenguaje náhuatl la palabra cuerda-mecatl-signifique a la vez soga y linaje) que nos unían a nuestros antepasados, profundamente católicos, ya no entendamos ciertas cosas que ellos jamás hubiesen preguntado.
Por esto, aunque está bien traída la metáfora del topo y su ceguera, y la luz del Sol de Justicia, adolece de cierto esquematismo maniqueo. Se puede hallar a Dios en la oscuridad, y se puede seguir buscándolo a pesar de estar ciego, sea por el pecado o por la presencia irradiante del Señor.
Dado que somos topos buscando la luz, debemos tenernos un poquito de respeto también. Como Dios lo tiene por todos sus hijos.
En todo caso dio el único consejo que puede evitar problemas en cualquier partición: guardaos de toda avaricia.
Un pagano -Séneca- dijo algo parecido: "Si quieres ser rico, no añadas riquezas y quítate codicia".
Te has puesto a hablar "del otro señor"...y eso nos toca dentro. Cristo lo dejó claro, nos se puede servir a dos señores... y no habló de la lujuria, ni de la ciencia, o el arte, o ... el dinero fue lo que nombró, Dios o el dinero.
Y seamos sinceros. ¿que ponemos primero en la vida? La gran mayoría ponemos el dinero directamente, aún sin ser conscientes de ello. Los cristianos precarios, tratamos de hacer un precario equilibrio entre los dos, equilibrio imposible.Y unos pocos, por gracia divina ponen a Dios lo primero, pero de verdad.
La cuestión al respecto es...¿donde está el punto correcto? Quedarnos "mirando al cielo" esperando el maná, tampoco es lo que Dios quiere. Entonces... ¿donde está la fina línea que separa el trabajo-dinero como forma de ganarse el sustento y pasa a ser ambición?.
Un tema complicadísimo. Al menos, para mí lo es.
"No ha entendido absolutamente nada. Cristo le ofrece el Pan de Vida que viene del cielo y nos da la inmortalidad, pero el pobre hombre...exige más bien, que sea Cristo el que baje a sus angostos túneles bajo tierra y que se dedique también a los afanes humanos en los que el topo se siente tan cómodo,"
Fíjate si las cosas del mundo son importantes que el mismo Señor nos dijo aquello de los lirios y pájaros "buscad el Reino de Dios...y todo lo demás os será dado". Somos seres físicos, comemos y vestimos. El Señor lo sabe. La cuestión es ¿qué ponemos primero?
«Incumbe a los prelados, "en quienes está la doctrina apostólica " (41), instruir oportunamente a los fieles a ellos confiados, para que usen rectamente los libros sagrados, sobre todo el Nuevo Testamento, y especialmente los Evangelios por medio de traducciones de los sagrados textos, que ESTÉN PROVISTAS DE LAS EXPLICACIONES NECESARIAS Y SUFICIENTES para que los hijos de la Iglesia se familiaricen sin peligro y provechosamente con las Sagradas Escrituras y se penetren de su espíritu.» (Dei verbum, 25)
Si esa persona tuviera, por ejemplo, la Sagrada Biblia de Mons. Straubinger, hubiera leído la explicación que da:
«El Señor no se entromete en cosas temporales. De acuerdo con esta directiva, la Iglesia prohibe que sus ministros se mezclen en tales asuntos (2 Tm. 2, 4 y 1 Tm. 3, 8). “Con razón rehusa ajustar diferencias mundanas el que había venido a revelar los secretos celestiales” (S. Ambrosio). Véase 20, 25 y nota; Jn. 18, 30. En las palabras “Quién me ha constituido” hay como un recuerdo irónico de lo que ocurrió a Moisés cuando se rechazó su autoridad (Ex. 2, 14; Hch. 7, 27). Véase Hch. 3, 22 y nota. “¡Qué ocasión habría tenido aquí Jesús para intervenir como se lo pedían, si hubiera querido ganar influencia e imponer su reino en este mundo!” (cf. Jn. 6, 15; 18, 36; Mt. 11, 12)».
Es decir, por razón de su ministerio, Cristo en su primera venida rehusó ocuparse de cosas terrenas, para enseñarnos las cosas celestiales. También para dar ejemplo a los prelados, para que no se metan en los asuntos temporales. Y por supuesto, como una ironía hacia los que le oían, porque Cristo sufrió el rechazo de los suyos, y por ende, ¿qué autoridad tiene entre ellos?
Pero, como no tenemos Biblias con buena traducción y explicación, o bien la tenemos pero no la leemos, o bien la tenemos y la leemos pero no nos fijamos en las explicaciones, pasa lo que pasa.
Estoy de acuerdo. Con una matización: a veces es peor que haya explicaciones en las Biblias, porque están escritas por "expertos" que no tienen la fe católica ni creen en la inspiración de la Escritura.
Tiene un prestigio reciente al ser término empleado en el mundo del espionaje, como si John le Carre le hubiera dignificado.
Me parece acertada la comparación de su alimentación de cosas repugnantes y ciego ante la luz, con muchos autollamados católicos; por costumbre, más que nada.
Yo con ojos bien abiertos, prefiero ser búho.
Monseñor Munilla, y no es porque sea mi obispo, tiene el Don de la Palabra, eso que llaman parresía, y, además, no trata de adaptar el lenguaje teológico al secular sino que lo despliega en toda su riqueza causando una impresión y una felicidad en el oyente que hacía tiempo no disfrutaba. Me encantan aquellos que no tratan a la gente de a pie como iletrada o como incapaz de entender lo elevado. Mi lucha por las virtudes empezó hace mucho y mi párroco me miraba y decía: "La virtudes, las virtudes...son importantes, yo ya hablo de las virtudes". No es cierto, jamás le he oído hablar de ellas porque como estaban olvidadas no las iban a entender y da pereza. Pero en el Medievo, el "Ordo Virtutum", de Santa Hildegarda de Bingen, es un drama litúrgico en el que las Virtudes luchan contra el demonio. Así que gracias a ti y a Monseñor José Ignacio Munilla por hablar de una virtud tan elevada como la Magnanimidad.
Doraije: exacto, es un abuso de hospitalidad. Los amigos de uno lo retratan.
Quería hacer pública esa adhesión; por eso no le he enviado un correo privado. De tener abierto los comentarios en su blog, lo habría hecho allí. Pero hace muy bien D. Guillermo en no abrirlos.
Cristo es el Mesías de Israel, el Hijo mismo de Dios y su misión es la conversión y reconciliación de Israel y del mundo entero, y llega esta persona de manera interesada a tratar de utilizarlo para que le resuelva sus pugnas hereditarias, (no olvidemos que el hombre intenta que Cristo convenza al hermano de compartir con él la herencia, entiendo que legítima, quizá aprovechándose de una reciente predicación de Cristo acerca del desprendimiento, del ceder y dar al prójimo en caridad), en la misma línea, sólo faltaba que alguien quisiera utilizarlo para instigar a la guerrilla antirromana del momento o para organizar una protesta contra los recaudadores de impuestos; eso se llama mundanidad, cortedad de miras, intentar de manera oportunista banalizar y abaratar la dignidad del Señor y querer distraer de manera mezquina su Misión sagrada para beneficio personal. El Señor, obviamente, no cayó en ese juego chapucero y manipulador.
Es como si al Papa o a algún sacerdote lo agarran predicando una homilía acerca de la caridad y desprendimiento hacia el prójimo, cuando de pronto un "listillo" oportunista, a lágrima viva, fingiéndose pobre o con una receta médica espuria, llega a 'bajarle' algunos billetes. Para colmo, y para asegurar el éxito de la maniobra, lo hace delante de toda la comunidad que lo acaba de escuchar, no le deja escapatoria al pobre siervo de Dios.
Es cierto que Cristo lo puede hacer, pudo haber, por ejemplo, 'hipnotizado' al hermano del afectado y obligarlo a compartir la herencia, pero esos no son los caminos de Dios, la justicia depende de la conversión de los corazones al Reino de Dios. Dios podría 'imponer' la santidad y justicia universal, pero ya sería imposible definir la bondad o maldad, (vaya, la sinceridad), de los corazones de las personas. Cristo respeta nuestra libertad y no desea imponer la justicia de manera mágica, la tarea de vivir y promover la justicia nos la encomienda a nosotros. No olvidemos que esta vida es un tiempo de prueba ante el Señor.
Por otra parte, la insinuación de que Cristo no actuó "ni siquiera" como un caballero es insultante y blasfema y no atiende honestamente a los motivos más que legítimos que esgrime el Señor. Una actitud miserable, infantil y chantajista, al estilo de: "si Dios no resuelve mis problemas y cumple mi voluntad como yo quiero, entonces no creo en Él".
Ignoro cual es su experiencia con los topos, pero creo que se equivoca.
El verdadero peligro para las cosechas es el topillo, que no es un topo pequeño sino un animal diferente de otra especie. Si mal no recuerdo el topo es un insectivoro, pariente de la musaraña, y el topillo es un roedor pariente de los ratones. Creo que de toda la vida son los roedores y los topillos los mas dañinos para las cosechas, amen de los jabalies y otras especies mayores.
El topo topo, el de la foto no suele vivir en terrenos de cultivo, o yo al menos nunca lo he visto. En cambio vive en los prados de pasto con hierba verde, donde lo único que hace son esos montículos tan caracteristicos. El topillo que también hace cuevas solo hace agujeros no montículos. Los topillos pueden merendarse un campo de remolachas en poco tiempo, el topo no, porque come insectos como su propio genero indica. El peligro del topo es que si se le coge y te muerde, dicen los antiguos que podía transmitir la rabia como el murcielago.
Buena respuesta ésta, seca y contundente. que Jesús da al susodicho hermano cuando éste le pide que interceda por la herencia entre él y el otro hermano.-Jesús le respondió: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?»
No obstante: ¿cuantas veces, nosotros, no ponemos nuestra vela de auxilio por vernos complacidos en asuntos que poco tienen que ver con la palabra de Dios?
La justicia humana es muy inferior a la divina pero el que ha sufrido un robo tiene el derecho a su propiedad y a reclamarlo ante un juez humano. No creo que Dios vea en esto un pecado. La diócesis de Barbastro, creo, ha reclamado obras de arte que le pertenecen.
No hablo de apartamentos de 370 metros cuadrados donados por una viuda, con arreglos por importes de 370.000 euros, con sus dos monjas y sacerdote secretario, ni de dinero eclesial entregado a presuntas víctimas para que no se presente o se retire la denuncia en los tribunales, ni de los inmensos áticos cardenalicios, que no nacen como las setas y requieren muchísimo dinero. La pobreza de espíritu va acompañada en estos casos de riqueza de materia.
Yo solo puedo hablar de lo que conozco. Salvo que alguien nos ilustre con alguna experiencia distinta, nunca he visto topos en los campos de cultivo. Supongo que porque con el arado se les estropean la cuevas y se les inundan porque no deben de ser muy profundas. Creo ademas que el topo como insectivoro, tiene una densidad de población o de ocupación mucho menor que los roedores. Al ser insectívoro esta un escalon superior en la cadena trófica, y por tanto hay menos individuos porque no habría comida para mas.
Yo nunca he conseguido cazar un topo, a pesar de que pequeño lo he intentado por la curiosidad de verlo en vivo. Los he visto salir brevemente para volverse a esconder. Tiene una piel que desde lejos parece como la de las focas, con el pelo en un solo sentido.
Todo lo considero m....da con tal de ganarme el Reino de Dios.
Jesús no niega la injusticia que le hacían a aquel hombre, pero, siguiendo la lógica evangélica, es posible que implícitamente le estuviera diciendo: perdona a quien te defraudó la ofensa y la deuda y tendrás un tesoro en el cielo.
Para Palas, que gusta de estas delicadezas: el Señor nos recomienda ser astutos como serpientes y utiliza el término phronimós, mientras que Ulises tenía astucia como metis. No son lo mismo. El phrónimos tiene sabiduría por moderación, hay en él un cuidado moral. Aguanta caballos, que dice el clásico. La metis, sin embargo, siempre anda lanzada, es proyectiva, va de viaje, como Ulises, y utiliza herramientas, es artificiosa. Esas dos cosas andan mezcladas en la definición de astuto en el DRAE: hábil para engañar o evitar el engaño (phrónimos: la serpiente es engañadora y lo que Dios quiere es que nosotros seamos hábiles para evitar los engaños de la serpiente) o para lograr artificiosamente cualquier fin (metis, como Ulises, que puede ser para vender un coche o para llegar a ítaca, una cuestión técnica que podrá ser o no contemplada desde el punto de vista moral).
En el perfil que los psicólogos hicieron de los salvadores de judíos una de sus cuatro características es la de "saben generar estrategias". Naturalmente, no se puede tener escondido a un judío en la Polonía ocupada durante tres años sin saber hacer eso. Una de las estrategias que en los conventos o casas de cristianos solían desarrollar era la de enseñar el catecismo y las principales oraciones a los niños judíos por si los alemanes los paraban por la calle porque con frecuencia les hacían preguntas del catecismo: "Niño, ¿Quién es la Santísima Trinidad?", en aquel tiempo, y según la edad del niño, tenía que saber contestar a eso. Hoy en día el método ya no sería válido.
A mi modo de ver las de Ulises eran de la segunda clase, pero en una página que habla precisamente de Jesucristo en su misión más elevada, que es predicar el Reino de Dios, hablar de ventas de coches es cinismo. Chirría tanto como un comercial metido en la película "La Pasión de Cristo".
Si Palas Atenea no distingue la Frónesis es que se ha convertido en Metis, lo que va de una diosa olímpica a una tónica.
Y, efectivamente, las cosas del cielo son primeras y más importantes, pero las cosas de aquí abajo también tienen que tener su justicia.
Este episodio narrado en los Evangelios me parece similar o complementario al de "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
Me parece que justamente en este episodio del joven reclamando justicia terrenal se pondría en evidencia el error de ciertas teologías inmanentistas como la Teologia de la Liberación por ejemplo, que pretenden reducir la Misión de Cristo y su Iglesia a pura justicia terrenal trastocando el orden que debe ser de la cosas: el Reino de Dios y su Justicia y todo lo demás dado por añadidura.
Saludos.
Y lo que le quería señalar era, precisamente, el distinto orden en el que se mueve lo que traducimos como astucia en la terminología del griego bíblico (prhónimos), ligada siempre a un juicio moral, y en la del relato homérico de Ulises (metis), juicio técnico, que usted asimiló al anterior guiándose por el mismo nombre castellano. El primero es un adjetivo que puede ser connotativamente positivo o negativo, la segunda es un nombre connotativamente neutro.
Desde el punto de vista de la metis, Pedro1 vendiendo su coche en esta página es asimilable al Ulises que navega de vuelta a casa (los dos tienen éxito, los medios que utilizan les llevan al fin que se proponen, con la diferencia de la cantidad y calidad de los obstáculos que superan, que hace más valioso el éxito del último, pero no la mayor o menor elevación de su fin, irrelevante en su orden; la misma metis sirvió a Ulises para que su pueblo arrasara Troya, así que no estaba mal, poéticamente, que purgara su cualidad, que había brillado con aquella genialidad del caballo, con un largo y accidentado viaje). Y, desde ese punto de vista, poniendo a Pedro1 como modelo de eficacia de la metis, lamentaba, haciéndome eco de las palabras de nuestro Maestro, las carencias de los cristianos como phrónimoi hacia el bien teniendo en cuenta cómo la serpiente sigue siendo callidior, phronimotatos, más astuta, hacia el mal, lo que indica que es más poderosa, por su metis, por su habilidad, en su phrónesis hacia el mal.
En cuanto dijo esto, se produjo un alboroto entre fariseos y saduceos y se dividió la asamblea" Hechos 23, 6-7
¿Esta estrategia va dirigida al bien? En realidad es una estrategia para salvar la vida, no una confesión de Fe porque no dice que sea seguidor del Nazareno, alude a sus orígenes fariseos y a la resurrección de los muertos como creencia (no a la Resurrección de Jesús en concreto) para dividir la asamblea.
P.D.: phrónimoi es nominativo plural de phrónimos.
Porque no es fácil hacer esos distingos que tú haces. De hecho la IIGM enfrentó a muchos cristianos con ese asunto. Engañar a los nazis con procedimientos estrictamente prudenciales-entendiendo a la Prudencia como virtud-era sumamente difícil.
Hubo casos en que tal cosa se ve y casos en que no está tan claro.
No está claro ni en caso del padre de familia polaco que acogió a dos niños judíos, el tenía también dos hijos, a los que tenía escondidos. Uno de los niños contrajo una enfermedad infecciosa, no recuerdo cual, y, no atreviéndose a llevarlo al hospital lo cuidó como pudo y el niño murió. El otro hermano empezó a dar muestras de la misma enfermedad y, ante eso, le vendó la cabeza y le puso un apósito en la nariz y así ocultó sus rasgos *, lo llevó al hospital y allí le dieron medicinas con las que pudo salvarle la vida. En este caso el único engaño al que tuvo que recurrir es que el niño se había caído por las escaleras y por eso llevaba la cabeza vendada. Pero decir eso también es mentir.
Esa perfección que exiges no se suele dar, pocas veces se puede ser astuto sin recurrir al engaño aunque sea por un buen fin, es prácticamente imposible. Te aseguro que estudiar la IIGM pone a prueba lo que dices.
* Los nazis identificaban a los judíos por unos rasgos de libro, había algunos que no los tenían y otros que sí. Si los rasgos eran muy acusados esconderlos era sumamente difícil, si no se les podía identificar podían salir a la calle con sumo cuidado y estrategias estudiadas, pero, naturalmente, todas falsas.
Nos puede producir tristeza el ver a una persona decir algo o tener un comportamiento que no son conformes con lo que esperaríamos de ella, pues contravienen los principios morales que le suponíamos. Cristo no puede provocar esa tristeza a ningún creyente, a ningún cristiano. Las palabras del Hijo de Dios nunca, nunca, nunca defraudan ni nos llevan a cuestionarlas, a dudar de su verdad y conveniencia.
No hace falta ser el Padre José María Iraburu para darse cuenta inmediatamente de que las preguntas que propone Bruno, tales como “ ¿no está siendo Jesús muy brusco con ese joven?¿Por qué no le hace caso?” resultan un tanto artificiosas. Al decir Jesús: “ Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?”, ni siquiera un cristiano con una formación deficiente ve en Cristo una reacción brusca con el joven que le ha pedido : "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”.
Estoy completamente de acuerdo con el comentario de Jorge Cantu, y quisiera resaltar lo que dice en su último párrafo: “Por otra parte, la insinuación de que Cristo no actuó "ni siquiera" como un caballero es insultante y blasfema y no atiende honestamente a los motivos más que legítimos que esgrime el Señor. Una actitud miserable, infantil y chantajista, al estilo de: "si Dios no resuelve mis problemas y cumple mi voluntad como yo quiero, entonces no creo en Él".
Con seguridad, Luis Z no buscaba resultar insultante y blasfemo, pero cuando se pregunta si “no debemos pedir a Jesús un poco de justicia aquí en la Tierra” porque “quizá es lo que esperaríamos de un caballero”, a mi modo de ver, está faltándole al respeto al Señor nuestro Dios.
Muchas gracias
Si analiza la obra de Dickens y la de Victor Hugo verá un tratamiento muy distinto de los mismos problemas. El carretero de Dickens, que llega a su casa en medio de una ventisca y se pone contentísimo por oler la sopa de nabos calentita mientras observa a su esposa de rosadas mejillas, es justo el personaje contrario al carretero francés, que llega a su casa, se encuentra la misma sopa de nabos, se acuerda de la pularda que se estará comiendo el marqués y se llena de ira mientras contempla a su esposa de flácidas mejillas. Nunca he entendido por qué a la aldeana de rosadas mejillas inglesa le corresponde la aldeana francesa de flácidas mejillas. Debe ser una cuestión de temperamentos distintos y averiguar que hay detrás de esas dos visiones es para mi tan impenetrable como el Misterio de la Santísima Trinidad.
Un sacerdote me dijo, y no lo he olvidado desde entonces que, si por causa de la herencia iba a romperse la unidad familiar, había que ceder, aunque fuera evidente que el acuerdo era injusto para uno mismo.
Pero si eso es un invento del siglo segundo.
Anda ya, Bruno.
Tu artículo es un ejemplo claro de cómo justificais las cosas con calzador.
Cristo tiene que ser juez, porque tú lo dices y si Él dice que no lo es da igual.
Ya te encargas tu de que lo diga.
Lamentable
"Y acercándose Jesús, les habló, diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
Y esto me recuerda a que los discípulos, antes de Pentecostés, dijeron a Jesús: «¿Ahora sí vas a reestablecer la soberanía de Israel?». Tuvieron que esperar a Pentecostés para que el Espíritu Santo empiece a mostrarles claridad.
Supongo que es evidente que el artículo no pretendía denigrarle en ningún sentido. Como se dice al principio, la pregunta es interesantísima, porque es el tipo de cosas que cualquiera puede preguntarse al leer el Evangelio y encontrar alguna acción de Jesús que no entiende bien.
Gracias por la pregunta y un saludo.
Dónde quedó esa disputa por unos pocos bienes entre ambos hermanos?
Si quien le preguntó a Jesús hubiera llamado a su hermano para que oyera la predicación del Señor, le habría compartido un gran tesoro. Y quizás también habría recibido su parte de esos bienes que reclamaba.
Dejar un comentario