Desventura del hombre de negocios: cuidado con Judas
Un amigo que ya ha aparecido alguna vez en este blog, José Alberto Ferrari, argentino, poeta y hombre de bien, ha escrito un interesante artículo sobre un tema fundamental: el amor al dinero. Todas las tonterías de liberacionistas, progremarxistas y demás fauna disparatada no deben ser óbice para reconocer que las riquezas son un peligro sobre el que Cristo no dejó de advertirnos.
Como riquezas tenemos todos y no solo Soros, Bill Gates o Trump, creo que nos conviene meditar de vez en cuando sobre este asunto, no sea que nos estemos engañando a nosotros mismos y terminemos por tener problemillas de camellos, agujas y tinieblas exteriores. Les dejo, para ir abriendo boca, los primeros párrafos del artículo, provocadoramente titulado “Desventura del hombre de negocios —entre el consuelo y la dispersión—”.
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“Mas, ¡ay de vosotros, ricos! Porque ya recibisteis vuestro consuelo”
Lc, VI, 24
“Ninguno que milita como soldado se deja enredar en los negocios de la vida; así podrá complacer al que le alistó”
Tim 2, II, 4
La avaricia es un pecado capital y amar el dinero es un crimen contra Dios. Son incontables las páginas que denuncian esta infeliz elección y advierten los innumerables males que de allí provienen. Todo esto se sabe y hasta de modo inusual y condescendiente se predica. Lo que suele tergiversarse o pasar desapercibido en esta hora –por embotamiento, ignorancia, ideología, resentimiento o intereses seculares– es la conveniencia de la pobreza sobre la riqueza que parecen señalar la Escritura y los Padres; y los peligros y obstáculos que se le presentan al hombre por el sólo hecho de poseer bienes materiales o estar demasiado sujeto a sus negocios temporales.
No se trata aquí de proponer recetas sociológicas, ni tropezar en casuismos a fuerza de ser concretos; sino, más bien, intentar dilucidar un espíritu evangélico capaz de levantar nuestros ojos por encima de los avatares del dinero. Capaz de desenmascarar las trabajadas excusas de quienes suponen o pretenden servir a Dios siendo esclavos de sus bienes y sus negocios. “Cuán difícilmente los que tienen bienes entran en el reino de Dios” (Lc XVIII, 24), dice el Señor. Y mientras proclama su espíritu con esta contundencia, el cristiano medio continúa rigiéndose por la obligación de lo indispensable, queriendo poseer y vivir mejor, saciado en su presente (que, según Lucas, es ser desdichado en la eternidad).
Son muchos y grandes los pensadores cristianos que se detuvieron en profundas consideraciones sobre el asunto, invitándonos a mirar con mayor atención y cuidado. Ellos nos enseñan la íntima conexión que existe entre la posesión y la confianza en las riquezas, entre su posesión y su búsqueda, entre su posesión y la secreta complacencia que la acompaña. Esta íntima conexión, la predilección de Jesús por la pobreza y el desprecio patente por la riqueza son pensamientos y sentimientos que brillan por su ausencia en numerosos católicos.
¿Por qué? Por el mismo influjo del dinero que va dañando sentidos, condicionando decisiones, aniquilando sueños. Hilando, en la oscuridad de los años, una telaraña que ha ensombrecido las conciencias y resquebrajado los juicios. Es tan sutil su malicia y tan cuidadoso el engaño que hasta los buenos quedan atrapados en sus redes.
Lo ha dicho magistralmente J. H. Newman:
“Los hombres religiosos son capaces de reprimir, incluso de extirpar los deseos pecaminosos, la lujuria de la carne y de los ojos, la gula, las borracheras y demás, el amor a las diversiones y placeres frívolos y ostentosos, la indulgencia en los lujos de cualquier tipo, pero en lo que concierne a las riquezas, no es tan fácil deshacerse de la secreta sensación que proporcionan, la de una segura plataforma que nos confiere cierta importancia, cierta superioridad; y, en consecuencia, quedan apegados a este mundo, pierden de vista el deber de llevar la Cruz, se entorpecen y ven nublado, pierden delicadeza y precisión de tacto: por decirlo así, la punta de sus dedos se embota para todo lo concerniente a los intereses religiosos y sus perspectivas”.
(NEWMAN, J. H.: El mundo invisible)
En nuestros días, la denuncia del Cardenal se manifiesta de mil modos y podemos caminar hacia los abismos sin darnos cuenta siquiera. Es lo que le pasó a Judas Iscariote, cuenta el padre Knox. Había una pugna interior entre las palabras de fuego de un Maestro que no revisaba las cuentas y no sabía dónde reclinar su cabeza, y el apego al dinero que iba desdibujando sus acciones. Con el tiempo empezó a darse pequeñas libertades sin que sus amigos lo notaran. “Y luego las pequeñas libertades se convierten en estipendios, estos en préstamos temporales y los préstamos en desfalcos” (KNOX, Ronald: Sermones pastorales). Porque Judas no se hizo repentinamente un traidor, como nadie es infiel sino después de un cúmulo de pequeñas infidelidades que han aprisionado el corazón.
Que nadie, entonces, vea de lejos la traición de Judas, pues se puede estar exteriormente cerca del Señor, siendo discípulos, intentando seguir sus pasos y proclamar su enseñanza; y, sin embargo, en los recovecos del alma, como un tesoro de perdición, estar saboreando esas sensaciones, libertades, seguridades y atractivos que nos ofrece otro dios: el Dinero.
A Judas le tocó en desgracia ser administrador y atender los asuntos de la bolsa. Esto no lleva por sí ninguna deshonra, pero conlleva muchos peligros que entre cristianos no se advierten con el ímpetu debido. Al amparo de su honestidad y trabajo digno, hay hombres buenos que malgastan sus talentos haciendo plata, se les escurre la Vida entre los dedos del tiempo, se entumece la Fe en los trajines de urgencias cotidianas; y una religión pálida y cansina –sin riesgos, sin aventuras– comienza a domeñar sus conductas. Una “fe razonable”, dicen ellos, y es la fe vomitiva de los tibios que los dejará a mitad de camino… ¿Acaso no fue esa la respuesta pobre del joven rico?
José Alberto Ferrari (continuará)
60 comentarios
Hasta ahí de acuerdo, pero ahora vienen los problemas que suscitan (al menos, para mí) un montón de preguntas. Resulta que no podemos poner el corazón en el dinero, que por cierto, nos guste o no, es un medio necesario para vivir, no somos ángeles ni espíritus desencarnados; pero es un medio, no un fin, pero ¿hasta que punto? Los santos padres de antaño afirmaban que lo que nos sobra se lo hemos robado a los pobres; ¿hasta que punto podemos tener o no tener, y cuanto? Si no consumimos, no se mueve la economía ni se mantienen los puestos de trabajo; si todos viviésemos austerísimamente, ya veriamos como se mantienen muchas empresas en pie. ¿Y es legítimo ahorrar y cuánto?.
La gente trabaja básicamente por dinero y si puede, cambia de trabajo si gana más o tienen mejores condiciones laborales. El empresario quiere sacar el máximo beneficio con los menores costes (incluído mano de obra). ¿Es esto legítimo? Así funcionan las cosas.
Y no poner el corazón en el dinero, pero tener que vivir de él, en la práctica es algo muy "puñetero". El "no se puede servir a Dios y al dinero" y "qué difícil es que un rico entre en el Reino de los cielos", a ver como concretamos y canalizamos esto en la práctica, porque no es tan sencillo.
Creo que Jesús no nos invita a la pobreza "material", sino más bien a la pobreza de "espíritu", al desprendimiento, a compartir los bienes de que disponemos y a no apegarnos a la riqueza; a tener siempre el Reino como único horizonte, pues" todo lo demás se nos dará por añadidura". A tener fe en el Padre providente, que si no abandona a los lirios del campo, cómo va a abandonarnos a nosotros, sus hijos.
Y es que es verdad que Cristo no llama a la pobreza material sino a la espiritual. Pero como no somos espíritus puros es muy difícil que consigamos llegar a la pobreza espiritual mientras no seamos materialmente pobres o lo seamos pero aspiremos a dejar de serlo. Cuando los monjes hacen voto de pobreza no es porque la valoren como un bien, sino que han elegido la pobreza material para llegar a la espiritual (lo cual no lo garantiza claro). Nosotros vivimos en el mundo y eso nos obliga a luchar por riquezas materiales, es inevitable. Pero a la vez tenemos que mantenernos espiritualmente pobres.
No viven su fanatismo por amor al dinero, sino porque creen llevar razón.
Sinceramente yo eso lo respeto.
Obviamente no comparto sus supersticiones, pero respeto su honestidad en vivirlas.
Ya me gustaría a a mi que de algunos de los jerarcas eclesiales que se alinean con las tesis de ustedes (o ustedes con las de ellos) se pudiera decir lo mismo.
Pero cuando les ves con sus capas magnas, sus guantes de hilo de oro, sus casoplones en el centro y su participación en negocios inmobiliarios (despojando en algunos casos a su propio hermano) cuesta mucho concederles el beneficio de la duda.
Pero ¿Quién soy yo para juzgarles? (y eso que el pecado es gordo)
Bruno: Soros, Trump y Bill Gates son inequívocamente ricos. Y que además están apegados a sus riquezas lo demuedtra el hecho de que no se desprendende ellas. Y entre los lectores de este blog no parece que haya ningún rico de ese nivel estratosferico. Pero me pregunto cuántos ricos por encima de lo legítimo habrá.
Roberto expresa sus dudas: ¿Si no consumimos no funciona la economía? No; no funciona ESTA economía. O consumimos desaforadamente, tonterías que no necesitamos y acumulamos cachivaches absurdos, etc, o, en efecto, ESTA economía se desploma.《El empresario quiere sacar el máximo beneficio con los menores costes (incluído mano de obra). ¿Es esto legítimo? 》, dice. Pues naturalmente que NO. Si para optimizar los benegicios hay que condenar al paro a un hombre de 50 años que nunca volverá a tener un empleo y quedará en la marginacion para siempre, esos beneficios no serán una ganancia legítima. Aunque, ciertamente, quien tiene una empresa, casi tiene también imposible sustraerse a esa dinamica. La empresa funciona así por su ptopia naturaleza.
En fin, que nos podemos buscar atenuantes (es que se hunde la economía); matizaciones (no se nos pide pobreza material sino espiritual); limpiaconciencias (las seguridades del dinero no solo son una tentación para los ricos, también lo son para los pobres), etc Pero admitamos que en el primer mundo pocos se salvan por más atenuantes, matizaciones y limpiaconciencias que nos busquemos.
Al no tener más que una fuente de dinero y no estar pensando todo el día en él nos hace pensar que estamos libres de esa tentación, pero en realidad no somos tan limpios como creemos.
Yo doy gracias a Dios por no haber sido tentada en grado máximo por tal cosa, pero me gustaría no depender tanto de las cosas hermosas que se pueden comprar con dinero y ser más sobria.
"Creo que Jesús no nos invita a la pobreza "material", sino más bien a la pobreza de "espíritu""
Ahí hay que tener cuidado. Jesús nos invita siempre a la pobreza de espíritu y no siempre, pero sí en muchas ocasiones, a la pobreza material. Si la pobreza de espíritu no lleva a menudo a la pobreza material, si no duele, cabe desconfiar de que sea verdadera pobreza de espíritu.
El matrimonio católico que tiene seis hijos probablemente no podrá pasar las vacaciones que pasan sus vecinos que han preferido tener solo un perrito; el cristiano que pone la otra mejilla cuando le roban, se queda sin lo que le han robado; el que da a los pobres hasta que le duele, sin duda tiene que privarse de muchas cosas; el que no desfalca aunque todos lo hagan, se quedará sin ese dinero que todos consiguen; el empresario que ve a sus empleados como hijos de Dios tendrá casi siempre bastantes menos beneficios que si los viera como máquinas; el que ayuda a la Iglesia en sus necesidades gana en torno a un 10 % menos; el que visita a los presos y enfermos, da de comer al hambriento y beber al sediento y da posada al peregrino, pierde por amor de Dios tiempo y dinero; el que ayuda a construir un monasterio puede que se quede sin el chalé en la playa, y así hasta el infinito.
La modalidad concreta, eso sí, la tiene que ver cada uno, precisamente por ese "no siempre" aunque "sí en muchas ocasiones".
Y yo desde luego prefiero los bienes en manos de la Iglesia antes que de las de sindicatos, partidos, Estado, chiringuitos públicos....
Jesús por ejemplo era alguien que vestía bien, se habla de que sus túnicas eran elegantes, se dejo lavar los pies con un rico perfume, iba a bodas.....es decir tenía una vida acomodada pero desprendida por eso a la hora de la Verdad hizo lo que tocaba.
"Añadir que las seguridades del dinero no solo son una tentación para los ricos, también lo son para los pobres"
Sí, por eso decía lo de Soros, Trump y compañía.
Recuerdo a un sacerdote que advertía a los seminaristas lo triste que era cuando alguien lo dejaba todo para servir al Señor y luego se agarraba a las migajas.
Estoy de acuerdo que Soros, Trump etc están muy apegados al dinero, esta claro (y a otras cosas...); pero la verdad muchas veces la denuncia a los ricos (a menudo necesaria) viene del apego al dinero del pobre que denuncia (por mucha razón que tenga). Incluso cuando estemos pendientes de si vamos a pagar la próxima factura, no debemos creernos libres de esto.
Josafat, el problema esta en que es difícil acumular bienes sin estar desprendidos de los mismos.
"Estoy de acuerdo que Soros, Trump etc están muy apegados al dinero, esta claro"
Bueno, yo no me atrevería a decir si Soros, Trump y Gates están muy apegados al dinero o no, porque no los conozco de nada. Lo que intentaba señalar en mi introducción al artículo y en mi último comentario es que todos tenemos riquezas a las que poder apegarnos. Desde los mendigos que se pelean por el mejor puesto a la puerta de la Iglesia hasta los híper-ultra-mega-billionarios.
Es decir, que el peligro de las riquezas es real y es para todos. Como has dicho, incluso cuando estamos escasos de dinero no debemos creernos libres de esa tentación. Obviamente, cada millón extra (por expresarlo de alguna manera) es también una tentación extra, pero nadie está exento (y tampoco nadie cae necesariamente en ella, ha habido ricos santos, gracias a Dios).
Y, claro, yo también lo digo por experiencia propia y no puedo ponerme como ejemplo de cómo se debe actuar en estos temas.
Mis referentes como seglar para esos temas, es (entre otros) el Venerable Enrique Shaw por ejemplo, no San Francisco de Asis ni demás santos que en cuanto a lo económico, deben ser referentes de los Consagrados.
La Teología de La Prosperidad, ese amor al dinero enfermo, es tan dañino como la. Pauperonmanía, igual de enferma y hasta más hipócrita en muchos casos.
Ni la pobreza ni la riqueza son fines para un seglar, son sólo medios.
La fácil es hacer disertaciones sobre Teología de la Prosperidad o sobre Pauperomanía.
El reto es una instrucción sobre la justa relación con el dinero PARA Seglares. Qué hacer, Cómo administrar, etc, etc.
He visto tanto (o más) desprecio (y desfiguración de lo que es) a Dios en La Miseria como en la Riqueza.
Hay tantas prostitutas que se prostituyen por miseria, como por querer más.
El reto está más allá de si Pobreza o Riqueza y peligro es, presentarla como fines.
"Siempre le he tenido pavor a ese servicio... por los ejemplos que he tenido que ver...."
Manejar dinero es un riesgo, una tentación. Cuando no tenemos esa tentación podemos dar gracias a Dios, siendo conscientes de que probablemente lo haríamos peor que los que lo están manejando.
Tienes razón en lo de los atenuantes. No te creas que yo tambien lo he pensado mucho. El planteamiento de Cristo es profundamente radical y sin fisuras; por eso precisamente me interpela mucho a todos los niveles; pero pasa una cosa, si nos ponemos a imaginar economías utópicas, empresas fraternas, planteamientos laborales NO competitivos........yo me apunto de cabeza, lo que pasa es que abro los ojos y se me cae el alma al ver la realidad pura y dura. Y en esa realidad pura y dura hay que sobrevivir (ya no digo ni vivir) y transformar a niveles muy pequeños.
¿Sabes la cantidad de puestos de trabajo que viven gracias a fomentar "necesidades artificiales" en la población?
Cadés
Con tu comentario nos pones en la realidad. No te digo más.
Pero en cuanto tienes unas cuantas bocas que alimentar, llega a ser agobiante, nunca llega, siempre esa sensación de que hace falta más, siempre la cuenta temblando, y es cuando se echa en falta esa sensación protectora muy, muy real de no tener problemas económicos, de poder ahorrar algo sin dejar de vivir tranquilo.
En fin, tentaciones de comprar un Lamborghini Aventador no creo que fuera a tener aunque me cayeran los millones por sorpresa, pero ese anhelo burgués de la cuenta saneada, que no parece muy cristiano, sí que lo tengo metido hasta el tuétano.
Yo, que me siento totalmente identificado con el texto de Chesterton... siempre estoy dándole vueltas a este tema.
Yo, que estoy tieso como la mojama, si algo tengo claro es que en casa, es la providencia la que nos guía, porque "las cuentas" no salen desde hace años. Pero eso hace que siempre esté "pensando en como pagar algo".
Solo oigo decir eso de "a mi el dinero no me importa" a gente que lo tiene. Y Cuando encima sueltan lo de "pobres de espíritu", ya es como darme una bofetada. No puedo evitarlo, me suena como una burla.
Sinceramente, sigo en mi lucha para tratar de sacar lo que llena mi corazón (el deseo de dinero, aunque no lo tenga, y por eso sé que la pobreza material no es necesariamente ninguna virtud ) y dejar que Dios lo ocupe.
Es así, tristemente.
Sería muy buen profundizar aún más en el tema. Debatir para tratar de dilucidar las mejores respuestas y encontrar la forma en que un católico puede conducirse en la economía sin apegarse al dinero. Al final, en mi corta experiencia, he visto que la respuesta está en la generosidad en cada caso concreto. Gracias a Dios me ha dado el testimonio de algunos familiares que no tienen dinero de sobra, pero todo lo que tienen ha sido suficiente para su familia y para ayudar a más personas en aquello que les puede servir a futuro (educación, salud, vivienda, etc.). En mi caso, y aunque fallo con bastante frecuencia, trato de hacer lo posible por recordar que las comodidades deben a veces evitarse (como si se tratase de un ayuno), con la finalidad de usar ese dinero en alguien que lo necesita más (no necesariamente dándolo simplemente, sino quizás usándolo como medio para cubrir necesidades).
Rerum Novarum:
33. Si el obrero percibe un salario lo suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos, dado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con que ir constituyendo un pequeño patrimonio. Pues ya vimos que la cuestión que tratamos no puede tener una solución eficaz si no es dando por sentado y aceptado que el derecho de propiedad debe considerarse inviolable. Por ello, las leyes deben favorecer este derecho y proveer, en la medida de lo posible, a que la mayor parte de la masa obrera tenga algo en propiedad. Con ello se obtendrían notables ventajas, y en primer lugar, sin duda alguna, una más equitativa distribución de las riquezas.
La Iglesia por su parte tendra que buscar maneras de ser autosuficiente econòmicamente porque los cristianos cada vez somos menos y ademàs bastante tenemos con sacar adelante a nuestras familias.
Por no hablar de las condiciones laborales precarias en las que se desarrolla nuestro trabajo.
Sueldos bajos, contratos temporales, y muchas veces teniendo que trabajar un Domingo o festivo.
También una peregrinación a Lourdes, y cómo no a la Ciudad Eterna, suele ser pegarse un buen homenaje, pudiendo contentarse con un retiro baratito.
"Se le podía haber dado a los pobres", dijo no sé quién...
Digamos que Cadés es escrupuloso preguntándose tal cosa y tú un panxacontent, que dicen los catalanes.
-Esa muchacha polaca es hija de profesores universitarios, está estudiando también en la universidad, su nivel de inglés ya me gustaría tenerlo y tiene 18 años; mis padres son un ama de casa y un contable, a la edad de esa muchacha me puse a trabajar, no sabía ningún idioma y estoy aprendiendo inglés a los 40 años. Las situaciones no son comparables.
"Y estar constantemente planteándome si disfrutar o no disfrutar, si darte un viajecito o quedarte en el pueblo, o si me llevo jamón del bueno o lo dejamos en mortadela... así no hay quien viva"
¡Qué gran descubrimiento! Ahora el sacrificio cuaresmal ya no es ayunar o prescindir de un viaje de placer, sino plantearse si uno hace el sacrificio o no. Y luego dicen que no avanzamos nada. Voy a preguntarme durante un rato si ayuno o no y después, cuando haya decidido que no, ofrezco por usted el sacrificio de habérmelo preguntado. No hace falta que me dé las gracias.
""Se le podía haber dado a los pobres", dijo no sé quién..."
Sí, con la diferencia de que Judas se quejaba de que lo que se ofrecía a Dios no se lo dieran a él (con la excusa de los pobres) y usted, ya sin excusa ni nada, se queja de lo mismo. Ah, bueno, en realidad no había mucha diferencia.
Siento haber sido tan duro, pero reconocerá que su comentario se las traía.
Como muchos, creo que el asunto es espinoso; y creo también -o eso espero, al menos- que algunos de los interrogantes vertidos aquí, se tratan en la segunda parte de este pequeño trabajo... de ningún modo son respuestas definitivas, ¡claro!, pero intentaron ser atisbos de respuestas para mí. Sobre todo, como verán después, respuestas para prevenir dos peligros concretos que suelen malograr nuestro destino de cielo: el consuelo y la dispersión. Son dos desgracias distintas provocadas por la misma idolatría; sin embargo, la primera, suele provenir de la posesión, la segunda, de la administración. Y los remedios, como en todo, lo hallamos en La Escritura.
Desde allí, podremos hilvanar pensamientos preclaros que ordenen nuestro obrar.
Gracias. Cordialmente,
José.-
Sin embargo, pobre de mi, no puedo olvidar nunca el relato de NSJC de lo ocurrido al pobre Lázaro y al rico después de muertos (Lc 16, 19-31) De todo los Evangelio es uno de los contados episodios que me producen el Santo Temor de Dios -en el resto me inspira amar a Dios. Sobre todo el v.25 "Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado.""
Hay dos formas en las que el dinero se vuelve un tirano: la de los ricos que emplean su tiempo en redoblar su fortuna y la de los pobres que lo emplean buscándose el sustento. Los primeros son adoradores de Mammón, los segundos no.
Dios nos hizo libres y yo no seré quien le enmiende la plana.
De todas formas yo creo que a veces no planteamos esto del todo bien. Las diligencias que uno tiene que emprender para proveer para si mismo, para las personas que dependen de uno (lo mismo vale para el abad o el ecónomo de un monasterio, para el caso) tanto ahora como en el futuro son un asunto de prudencia natural y aquellas cosas que decidamos bien informados y con la diligencia de un buen padre de familia como dice el código civil y no caigamos en actos inmorales, pues en principio esta bien, y no tiene sentido decir que has caído en pecado. Aquello que vaya mas que eso y que nos sobra debemos utilizarlo para sostener a nuestra comunidad y ser generoso con ello. Podemos consultar algunas cosas con un confesor y tal pero nosotros somos los responsables ante Dios de todo esto y no tiene sentido esperar de la Iglesia una guía detallada, que no serviría para nada.
Lo que nos dice Cristo y con el, los padres de la Iglesia es que esa misma riqueza legítimamente perseguida, adquirida y/o heredada es peligrosa para nuestra alma. La misma seguridad que es bueno buscar, y que debemos buscar para proveer a los nuestros y para no ser una carga para los demás, nos puede llevar a confiar en esos bienes y no en Dios; así que en esto vivir en el mundo supone estar siempre sobre un alambre porque los mismos bienes que necesitamos para vivir en este mundo y para sostener a la Iglesia (y que al fin y al cabo tenemos que ganarnos con el sudor de nuestra frente), pueden pervertir nuestra alma. Y lo mismo vale para quienes han hecho voto de pobreza y tienen luego que administrar los bienes de un monasterio o de una diócesis. O para un eremita que confié demasiado en el huerto que tiene y se olvide de la providencia de Dios.
El caso es que Dios no nos pone cargas pesadas, ni nos pide nada difícil, hasta perdona nuestros pecados para librarnos de ellos. Y sobre todo nos envía su Espíritu Santo para vivir como cristianos y santos.
En Proverbios se lee una petición a Dios de ayuda sobre esto: “Señor, no me des tanto que saciado me olvide de Ti, ni tan poco que ocupado en buscarlo no tenga tiempo para Ti”.
En lugar de contar con el amor perfecto de Dios, que está pendiente de llevarnos en sus brazos, nos esforzamos en hacer lo que nos parece que nos manda sin antes preguntarle. Queremos cumplir la Ley y eso que nos dice que no hay más ley que su amor.
Resumiendo, Dios a cada uno le da y le pide según su voluntad perfecta para cada cual. En este asunto de pobreza y riqueza, como en otros, nos explica en qué consiste el Reino de Dios, una relación de amor perfecto, al que cada cual está llamado de manera personal, en intimidad con Dios cada uno recibimos el discernimiento de cómo actuar y tener paz.
Para aprender tenemos la Ley y los Mandamientos, y para vivir tenemos el Amor. Hay que confiar y orar sin cesar para que Dios nos lleve de su mano.
Se hace un post sobre pobreza y los peligros de la riqueza y muchos de los lectores de de Infocatolica, se suma a dicha "apologética".......
Infocatolica hace campaña en la que El Pater Iraburu dice que con solo un euro por lector Infocatolica resolvería los problemas económicos etc, etc........... lo dejo ahí. De cara a Dios, cada quien sabe.
Es que de lo virtual a lo real, hay la mar de diferencia.
- Judas no creo que ni se planteara que era una ofrenda a Dios. Yo evidentemente no me quejo de lo mismo. Ni tampoco me quejo, sino que no me creo en absoluto (pues ya van siendo muchos años "de parroquia") que, salvo algún asceta aislado, por llamarlo de alguna manera, nadie pase su vida procurándose su propio bienestar, se note más se note menos, le luzca más le luzca menos, le atormente más llegada la Cuaresma o le atormente menos. El veranito está a la vuelta de la esquina, para ti, para mí y para el más pintado.
No hago mías las palabras del apóstol traidor, si se necesita más claro. No me refiero a mí con ellas, o tal vez me podría referir a todos. Por eso dije y reitero que sálvese quien pueda.
"Siento haber sido tan duro, pero reconocerá que su comentario se las traía".
- Usted nunca es blandito, a qué vienen esas disculpas. Ha sido más duro decenas de veces. Implacable. Y no lleva bien la réplica.
¡Cómo puedo ver yo tanto virtuoso y él tan pocos! ¿Dónde miras, Guillermo, a tu propio ombligo?
hizo a Caín criminal,
¡Gloria a Caín hoy el vicio
es lo que se envidia más!
Antonio Machado
Por lo visto Caín no podía evitar ver la virtud y la envidia hizo que cometiera fratricidio, habría sido mejor para Abel que solo la hubiera negado diciendo; "Este no puede ser mejor que yo porque ya sabemos lo que pasa cuando viene el veranito, para ti, para mi y para todos, y que no me digan a mi que éste en vez de echarse la siesta debajo del árbol y persiguiendo a las mozas se las pasa detrás de las ovejas y rezando. ¡Si conoceré yo el percal!"
1) Admirarla y ver la acción de Dios en esa persona.
2) Odiarla.
3) Negarla.
Caín practicaba el nº 2 y Guillermo el 3.
Desculpem-me pela extensão, mas creio que essa homilia de um Padre da Igreja é muito útil para este assunto.
Sobre a Salvação dos Ricos
"Ora, que o moveu à fuga e o fez deixar o Mestre, deixar a súplica, a esperança e os esforços já iniciados? A palavra “vende tudo o que tens!” E que quer dizer ela? Não o que levianamente pensam alguns. O Senhor não nos manda lançarmos fora os bens e nos afastarmos de toda riqueza. O que ele deseja é desterrarmos da alma os vãos juízos sobre as riquezas, a cobiça desenfreada, a avareza, as solicitudes, os espinhos do século, que sufocam a semente da verdadeira vida.
Não é grande façanha, digna de emulação, carecer dos bens mas não ter a tendência para a vida eterna. Se o caso fosse este, os que nada possuem, os destituídos de todo auxílio, que diariamente passam mendigando pelos caminhos, sem conhecimento de Deus e de sua justiça, seriam, pelo simples fato da extrema indigência, os mais felizes e amados por Deus, os únicos que alcançariam a vida eterna. Aliás, nem é novidade o renunciar às riquezas em prol dos necessitados e pobres, pois também isto foi feito por muitos antes da vinda do Salvador: por uns, com o fim de se dedicarem às letras e por amor da sabedoria morta; por outros, com o fim de obtenção da fama e da vã glória: Anaxágoras, Demócrito, Crates…
Portanto, que diz o Senhor como coisa nova, própria de Deus, como única coisa que vivifica e difere do que não salvou antes os homens? Que nos indica e ensina o novo homem, o Filho de Deus? Não nos manda o que simplesmente dá na vista e outros já fizeram, mas algo maior, mais divino e mais perfeito, aí significado, a saber: desnudarmos a alma das paixões, arrancarmos e projetarmos longe o que é alheio ao espírito. Eis o ensinamento próprio do crente, eis a doutrina digna do Salvador! Assim, os que antes do Senhor depreciaram os bens exteriores, sem dúvida abandonaram e perderam suas riquezas, mas as paixões de suas almas, penso eu que ainda as aumentaram. Porque, imaginando terem feito algo de sobre-humano, vieram a cair na soberba, na petulância, na vã glória e no menosprezo dos demais.
Como então haveria o Salvador de recomendar aos que irão viver para sempre algo nocivo à vida, que ele santamente promete? Pode acontecer que alguém, embora renunciando ao peso dos bens e riquezas, mantenha o desejo de tudo isso na alma. Desprendeu-se dos bens, mas ao sentir falta deles e ao desejá-los de novo, está duplamente atormentado: por tê-los deixado e por desejá-los. Porque na verdade é impossível carecer do necessário e não estar preocupado para obtê-lo; mas com isto o espírito se desvia das coisas mais importantes.
Quão mais proveitoso é o contrário! Possuir, de um lado, o suficiente, não ter que se angustiar para procurá-lo, e de outro lado poder ajudar aos que precisam. Se ninguém tivesse nada, como haveria comunhão de bens entre os homens? Não é claro que essa doutrina do abandono de tudo iria contrariar outros ensinamentos do Senhor? “Fazei amigos com as riquezas da iniqüidade, a fim de que, quando precisardes, vos recebam nos eternos tabernáculos”. (Lc, 16, 9) ” Tende tesouros nos céus, onde as traças e a ferrugem não os consomem nem os ladrões podem roubar”. (Mt 6, 19) Como dar de comer ao que tem fome, de beber ao que tem sede, vestir o nu, acolher o desamparado coisas todas que devem ser feitas sob a ameaça do fogo eterno e das trevas exteriores – se não se tem com que fazê-lo?
Ademais, o próprio Senhor, hospedando-se na casa de Zaqueu e Mateus, que eram ricos e publicanos, não lhes ordena desfazerem-se das riquezas, mas – impondo um justo juízo e rechaçando a injustiça – termina por dizer: “hoje veio a salvação a esta casa, porque também este homem é filho de Abraão”. (Lc 19, 9) Elogiava assim o uso das riquezas, enquanto mandava que servissem à comunicação – a dar de beber ao que tem sede, de comer ao faminto, à acolhida do peregrino, à vestição do nu. Se não é possível obviar a tais necessidades sem haveres, e se o Senhor ordena o despojamento dos haveres, está então mandando que se dê e não se dê, se dê de comer e não se dê de comer, etc., o que seria absurdo pensar.
Portanto, não há que abandonar os bens capazes de ser úteis a nosso próximo. Aliás, as posses se chamam “bens” porque com elas se pode fazer o bem, e foram previstas por Deus em função da utilidade dos homens. São coisas que aí estão, destinadas, como matéria ou instrumento, ao bom uso nas mãos de quem sabe o que é um instrumento. Se se usa o instrumento com arte, ele vale; do contrário, não presta, embora sem culpa disto.
Instrumento assim é a riqueza. Se usada corretamente, presta serviço à justiça. Se usada incorretamente, serve à injustiça. Por natureza está destinada a servir, não a mandar. Não há que acusá-la do que não lhe cabe, isto é, do não ser nem boa nem má. A riqueza não tem culpa. Toda a responsabilidade cabe ao que pode usá-la bem ou mal, conforme a escolha que estabelece, isto é, segundo a mente e o juízo do homem, ser livre e capaz de manejar por próprio arbítrio o que recebe em mãos. O que importa destruir não são as riquezas, mas as paixões da alma que impedem o bom uso das mesmas. Tornado bom e nobre, o homem pode empregá-las bem e generosamente. Assim, a renúncia a tudo que possuímos, a venda de todas as posses, há de ser isto entendido no sentido das paixões da alma."
Não Podeis Servir a Deus e ao Dinheiro
Há uma riqueza que semeia a morte por toda a parte em que domina: libertai-vos dela e sereis salvos. Purificai a vossa alma; tornai-a pobre para poderdes entender o apelo do Salvador que vos repete: «Vem e segue-Me» (Mc 10, 21). Ele é o caminho por onde anda aquele que tem o coração puro; a graça de Deus não entra numa alma estorvada e rasgada por uma multidão de posses.
Quem olha para a sua fortuna, o seu ouro e a sua prata, as suas casas, como dons de Deus, esse testemunha a Deus o seu reconhecimento ajudando os pobres com os seus bens. Sabe que os possui mais para os seus irmãos que para si próprio. É senhor das suas riquezas em vez de se tornar seu escravo; não as fecha na sua alma, tal como não encerra a sua vida nelas, mas prossegue sem desfalecer uma obra totalmente divina. E, se um dia a sua fortuna vier a desaparecer, aceita a ruína com um coração livre. Esse homem, Deus o declara «bem-aventurado»; chama-lhe «pobre em espírito», herdeiro do Reino dos céus (Mt 5, 3). […]
Contrariamente, há quem acaçape a sua riqueza no seu coração, em lugar do Espírito Santo. Esse guarda as suas terras, acumula sem fim a sua fortuna, e só se preocupa em arrecadar sempre mais. Não eleva nunca os seus olhos ao céu; enterra-se no material. De facto, ele é apenas pó e ao pó há-de voltar (Gn 3,19). Como pode experimentar o desejo do Reino aquele que, no lugar do coração, traz em si um campo ou uma mina, esse que a morte surpreenderá inevitavelmente no meio dos seus desejos desregrados? «Porque onde está o teu tesouro, aí estará o teu coração» (Mt 6, 21).
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"El acto de defender cualquiera de las virtudes cardinales produce hoy en día todo el regocijo de un vicio; las obviedades morales han sido tan cuestionadas que han empezado a centellear"
Chesterton murió en 1936 y yo nací en 1944 no sé quién vería centellear las virtudes en el intermedio de esos ocho años pero estoy segura que, por lo menos, hubo otro. Siempre hay alguien.
Porque a ver si da exactamente igual "por muchos" que "por todos"...
"Entre la santa pobreza y la puta miseria hay muchas veces una línea de separación demasiado fina".
No me diréis que no tiene gracia la cosa. Pues eso...
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