Mejores que Jesucristo
Después de mucho tiempo pensando sobre esta cuestión, he ido llegando a la conclusión de que las diversas heterodoxias actuales pueden atribuirse, en su gran mayoría, al asombroso convencimiento de sus autores de que son mejores que Jesucristo. Ya sé que desafía a la imaginación que alguien se defina como cristiano y crea ser mejor que Cristo, pero, desgraciadamente en este caso, la realidad supera con creces nuestra imaginación.
La soberbia desorbitada del pensamiento actual, con raíces en el evolucionismo filosófico, ha hecho que el hombre moderno mire por encima del hombro a todos los hombres de épocas anteriores por el mero hecho de haber vivido en el pasado. En ese sentido, se da por supuesto que el presente siempre y por definición es superior al pasado. Esta tendencia, que es casi universal en el pensamiento moderno, tiene su expresión dentro de la Iglesia en los variados heterodoxos actuales que, como lo más natural del mundo, miran por encima del hombro al propio Cristo.
El caso más claro, sin duda, es el de la plaga de eclesiásticos empeñados en admitir el divorcio en la Iglesia so capa de misericordia. Lo planteen como lo planteen, subyace a todos sus razonamientos el convencimiento de ser más misericordiosos que Jesucristo, que prohibió explícitamente y con absoluta claridad el divorcio. A este carro se suben todos los deseosos de aprobar las parejas del mismo sexo, las relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos y un largo etcétera, considerando que Jesús, en realidad, vino a la tierra para decirles lo que ellos ya sabían y para darles unas cariñosas palmaditas en la espalda por lo listos que son.
Muy parecidos son los intentos de aguar el lenguaje cristiano y no hablar nunca de “adulterio", “pecado", “culpa", “infierno", “redención” y términos similares, impulsados por la pretensión de no ofender nunca a nadie, en ningún rincón de la tierra. Aparentemente, los aguadores en cuestión piensan que son más dulces, educados y majetes que Jesucristo, que dirigió palabras durísimas cuando la ocasión lo requería a fariseos, ricos, fornicarios, saduceos, tiranuelos, profanadores y demás. Por no hablar de que Jesús hablaba con total claridad de la doctrina cristiana y que no tenía ningún problema en utilizar todos esos términos tan ofensivos.
Lo mismo se puede decir de los ecumaniacos decididos a que la Iglesia no evangelice, a que los musulmanes sigan siendo musulmanes y a acallar cualquier intento de predicar la conversión a ateos, agnósticos, budistas, judíos y, en general, todo ser humano sobre la faz de la tierra. Es difícil no pensar que esa forma de actuar refleja la creencia de ser más salvadores que Jesucristo o, dicho de otra forma, de que ellos son los que, después de dos mil años, han encontrado la verdadera salvación (basada en la buena voluntad y en el llevarnos todos bien) al margen de la salvación en Cristo.
Otros creen que conocen al Padre mejor que su Hijo. Un ejemplo de esta pretensión absurda pueden ser los que pretenden que la oración de petición no es “coherente con el Dios revelado en Jesús”, sin que aparentemente les importe que el Hijo de Dios nos enseñara en el padrenuestro a pedir, pedir y pedir cosas a Dios. También pertenecen al grupo los que niegan la existencia del infierno contra las claras palabras de Cristo, basándose en sus propias elucubraciones sobre la forma de ser de Dios, su misericordia y su perdón.
Los hay también que piensan que son más inteligentes que el Verbo eterno de Dios, como los que dicen que el demonio no existe, sino que es una forma primitiva de personalizar el mal. Será que Cristo no hacía más que exhibir su primitiva ignorancia cuando hablaba del demonio y que, en realidad, el Hijo de Dios es como mucho el Alfa y el principio, pero no la Omega y el fin, ya que ese puesto corresponde más bien a la variada fauna de modernillos, modernuelos y modernenses actuales. De la misma forma actúan los que piden mujeres sacerdote y explican condescendientemente que el Hijo de Dios encarnado actuaba según los prejuicios de su tiempo.
Así podríamos seguir con todas las herejías, heterodoxias y tonterías del último siglo. Por supuesto, sus defensores no lo plantean así, porque hacerlo les obligaría a abandonar del todo la Iglesia y ese es un paso que muchos no están dispuesto a dar, ya sea por razones económicas, por un apego sentimental, por miedo a lo desconocido o por simple y pura inercia. Así pues, para no verse obligados a dejar la Iglesia, lo que hacen es camuflar esas afirmaciones de ser mejores que Jesucristo o presentarlas de forma oscura o indirecta.
En ese sentido, hablan de “profundizar", “actualizar” o “reinterpretar” las enseñanzas de Cristo (aunque lo que en realidad hagan sea negarlas). Otras veces desestiman lo que dijo nuestro Señor distinguiendo el Cristo de la fe y el Jesús histórico (como si no fueran uno y el mismo). También alegan que no podemos conocer las ipsissima verba Iesu, las palabras exactas de Jesús (ya sea por la ausencia de grabadoras, por las “elaboraciones de la comunidad primitiva” o por lo que sea), y que, por lo tanto, se puede poner en duda cualquier afirmación de Cristo que a uno le venga en gana.
Una modalidad especialmente sutil es la de explicar lo que realmente quería decir Jesús o lo que de verdad corresponde al “estilo de Jesús”, en contradicción abierta con lo que el propio Jesús siempre ha enseñado a través de su Cuerpo, que es la Iglesia. En el mismo saco podemos meter a los que apelan a un Espíritu indefinido (o al “espíritu del Concilio” en concreto) para cuestionar la fe y la moral católicas e introducir novedades contrarias a las mismas, como si ellos fueran más espirituales que Cristo, que derramó su Espíritu Santo sobre su Esposa la Iglesia.
Excusas, en definitiva, que en algunos casos pueden ser inconscientes o incluso bienintencionadas, pero apenas pueden ocultar la falta de fe en Cristo que las motiva. La realidad, en efecto, es testaruda y sus obras hablan más claro que sus palabras. Y esas obras pretenden colocarlos por encima de Cristo, sean cuales sean sus excusas, falsedades o, en el mejor de los casos, autoengaños.
Cada uno que haga lo que quiera. Por mi parte, tengo una regla muy sencilla: si alguien pretende ser mejor que Jesucristo, sea anatema.
38 comentarios
Pero si me permites, un par de apuntes:
Siendo más "buenos" que Cristo trastocan toda la doctrina y destruyen la identidad católica, por eso no creo que sean bienintencionados. Esto es un plan en toda regla.
Y no se van de la Iglesia porque mandan, sencillamente, y saben que no hallan suficiente resistencia. Hay todo un pueblo de bautizados que piensa como ellos. La apostasía está ya muy extendida.
¡Amén!
"no creo que sean bienintencionados. Esto es un plan en toda regla"
No he dicho que todos sean bienintencionados, pero haberlos haylos. Multitud de sacerdotes, religiosos y seglares han recibido una formación malísima, que ya llevaba dentro el veneno de los que pretenden ser mejores que Jesucristo. ¿Cuál es la responsabilidad de esos extraviados por falsas doctrinas? Solo Dios lo sabe.
Lo que sí podemos decir es que la responsabilidad de los extraviadores es enorme. Y que muchos, como dices, son muy conscientes de lo que hacen y de a dónde quieren ir con ello.
"una característica que los distingue: la total ausencia del temor de Dios"
Probablemente sea el don del Espíritu Santo menos popular hoy.
Algunos no lo aceptan. No son católicos.
Ese párrafo de la Comisión se puede entender bien (y supongo que así es como lo entendían tanto Juan Pablo II como el cardenal Ratzinger): es evidente que sí que hay una elaboración de los evangelistas. Por ejemplo, los acontecimientos no siempre se cuentan en el mismo orden en todos los evangelios, de manera que está claro que cada evangelista los ordenaba como le parecía más oportuno. Y las frases de Jesús no son totalmente idénticas en todos los evangelios, sino que están contadas con el vocabulario y las formas de expresión propias de cada evangelista. Por no hablar de que son traducciones al griego del original hebreo-arameo de las palabras de Cristo. Etcétera.
Lo importante es que esa labor de redacción de los evangelistas no nos impide conocer lo que dijo e hizo Jesús, sino que, al contrario, es la expresión verdadera y fiable de sus palabras y acciones. Es decir, los evangelistas y otros hagiógrafos, inspirados por el Espíritu Santo, no son un obstáculo para llegar a Jesús, sino el medio seguro para hacerlo.
Los cristianos no creemos que la Biblia ha bajado del cielo tal cual (como los musulmanes con el Corán), pero sí creemos que por obra del Espíritu Santo lo que escribieron sus autores humanos se ajusta perfectamente a la verdad de Cristo. Los evangelistas son verdaderos autores y también Dios es el verdadero Autor de la Escritura.
Dicho eso, ese documento en particular me pareció muy discutible en varias de sus interpretaciones sobre otros temas.
Pero bueno, tapa el sol con un dedo si te apetece. A mí no me apetece. Borro mis comentarios en este post.
El Diablo es una persona de carácter espiritual pero persona, como también lo son los ángeles, no la invención de una mente calenturienta que personifica el mal en un personaje de ficción, y me da igual que el General de los Jesuitas diga lo contrario porque no es lo que se ha dicho siempre, en todas partes y por todos, es decir no es lo que ha dicho ni el Magisterio ni la Tradición.
Que sí, que muchos son víctimas y como tales los verdaderamente damnificados, pero los autores de las fechorías que denuncias no son bienintencionados. Me refiero, cuando digo que no son bienintencionados, a los que mandan, que son los más peligrosos, porque visten de pastores, y son lobos.
Y lo que han hecho poniendo patas arriba las Escrituras es tal como Luis Fernando lo dice, y no cuento anécdotas para no resultar pesado.
"pero los autores de las fechorías que denuncias no son bienintencionados"
Pues eso quería decir. Quizá no me he expresado bien.
Una cosa son los extraviados y otra los extraviadores, cuya responsabilidad es enorme, especialmente en el caso de los pastores, como dices.
"y no cuento anécdotas para no resultar pesado"
He conocido a profesores de asignaturas bíblicas en seminarios y facultades de Teología que han hecho perder la fe a generaciones enteras de sacerdotes. Dios les perdone el terrible daño que han hecho.
Pero me bastó leer más de los encuentros del Maestro con estos personajes, y un poco de honestidad conmigo mismo, para convencerme de que Jesús sabía muy bien lo que hacía, conocía mejor a esas personas de lo que ellas mismas se conocen, y tenía mejores respuestas de las que yo jamás podría llegar a imaginar. Y fue en ese camino que comencé a descubrir que esa sabiduría, y esa serena seguridad, sólo podían tener su origen en lo que el mismo decía: que venía del Padre. Así se dio la paradoja de que fueron esos pasajes, al comienzo "decepcionantes", los que comenzaron a causarme fascinación por Jesús, y a convencerme de que haciéndome discípulo Suyo puedo llegar a conocer la verdad.
No me extraña que quieran cambiar el sentido de los Evangelios.
* Entiéndase bien para los dados a escandalizarse, la frase "no se preocupó lo más mínimo" no es peyorativa, es que los seguidores de Jesucristo no tuvieron buena vida al modo que se entiende hoy, la preocupación de Jesucristo es que llegaran al Padre a través de Él y hasta la madre de los Zebedeos entendió que eso podía tener un costo y sus hijos aceptaron también eso. A ninguno se le ocurrió que eso les iba a facilitar la vida en este mundo.
Tengo la impresión de que no soy un caso aislado, y que muchos sacerdotes sedientos de "éxito" deberían aprender que es justamente con esos pasajes incómodos, explicándolos en la Tradición y el Magisterio, que las almas comienzan a convertirse y a quedar fascinadas por Jesús, y así recibir el don de la fe confesando que Cristo es el Señor.
En cuanto a por qué no se marchan de la Iglesia estos impostores (¡gran pregunta!, ¡inexcusable pregunta que siempre se excusa!), la explicación satisfactoria es porque pretenden destruirla por dentro, con la complicidad de muchos jerarcas y la cobardía de casi todos los demás. Y nos llevan ventaja, aunque nosotros contamos con la victoria final, los que lleguen a verla, que serán pocos.
Post data: A Luis Fernando, que sé que está sufriendo lo indecible, como yo estoy sufriendo, le mando todo mi ánimo en Cristo, nuestro Señor. Estoy con él, tantos miramientos de los papas a teólogos de pacotilla que han destruido la fe de los sencillos...¡Ya está bien, hombre! ¡Hasta aquí hemos llegado!
El abandono del Espíritu Santo, el que ni está ni se le espera, es paradigmático. El Espíritu Santo no tiene utilidad práctica alguna desde el punto de vista del reino del hombre, yo estoy leyendo el libro de Royo Marin "El Gran Desconocido" y eso es lo primero que se advierte. Los nombres del Espíritu Santo y sus dones, no digamos el Temor de Dios ya nombrado, sino cualquiera de ellos, no son echados en falta, ni pedidos, ni anhelados y así estamos como estamos. Y eso que el Espíritu Santo es el Amor, pero no la clase de amor de la que solemos hablar. El sentido del Dios Trinitario, el Dios de los cristianos se va diluyendo.
Yo confieso a la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo y en esa fe quiero morir, en el Padre que me creó, el Hijo que me redimió con su muerte y me abrió las puertas de la inmortalidad con su Resurrección y en el Espíritu Paráclito, Señor y Dador de Vida que infunde la Gracia, Tres Personas y Un Solo Dios Verdadero. Amén.
Como ella, toca guardar las cosas en el corazón y meditarlas.
Como ella, toca permanecer al ladito de la Cruz.
Como ella, toca tener una presencia silenciosa ante el nuevo Pentecostés que se derramará sobre los que reciban el don de la fidelidad.
Y toca sufrir como ella sufrió, al ver como Cristo era vejado y destrozado... ahora es su Iglesia la que sufre eso.
Y nos toca acogerla en nuestra casa, como Cristo mandó a San Juan, el único apóstol que estuvo al pie de la Cruz.
Nuestra casa es nuestro corazón.
Pero yo hablaba, torpemente, de los lobos... Y hablo como católico que soy, e hijo de una Iglesia pastoreada por el Señor puedo referirme a los lobos, porque las palabras del Señor hablan de lobos, de lobos de su rebaño... A ellos me refería.
Son ellos los que me quitan el sueño mientras ellos roban miles de almas. Y es Él quien nos pone en alerta. Si no denunciamos a los lobos y nos escondemos en nuestra interioridad ¿hacemos lo justo?
Yo tengo el placer de tener un amigo sacerdote, fiel Ministro del Señor, a quién le asisto en la Santa Misa como acólito no instituido, dicho amigo suele elegir la Plegaria Eucaristía Primera o Canón Romano, siendo criticado por sacerdotes y algunos feligreses destacados por elegirla, ya que consideran que es un poco larga. No es de extrañar, acostumbrados a la segunda plegaria, que es la más corta.
Pienso que los que no creen o dudan del infierno o nunca lo mencionan (me refiero a sacerdotes), si alguna vez eligen en la Santa Misa la plegaria eucarística primera, omitirán el apartado que literalmente entre otras peticiones dice: "LÍBRANOS DE LAS PENAS DEL INFIERNO".
Paz y Bien.
Un saludo
Un abrazo a todos. Aguantad, esta situación en la Iglesia no puede alargarse mucho más os lo aseguro, la Iglesia se abrirá camino hasta el fin del mundo. Amén.
Si no me equivoco, la herejía es causa de excomunión, y es la medida correctiva más extrema que tiene la Iglesia, pero a veces muy necesaria para mover a la persona a la conversión.
Porque a un mundo que nada en la abundancia, que está acostumbrado a tenerlo todo y a tenerlo ya, que no sabe de sacrificios ni quiere saberlo, le va a resultar mucho más atractivo entrar por la puerta ancha que lleva a la perdición que por la puerta estrecha que lleva a la Vida, e incluso llegará a ofenderse cuando le hablen del Camino de la Verdad.
Por eso creo que esta apostasía dentro de la Iglesia puede tener consecuencias desastrosas no solo para ellos, si no se arrepienten, sino también para muchas personas más.
No sé qué podremos hacer, que el Espíritu Santo nos ilumine, y quiera Dios que no decaiga nuestra vida espiritual, que no nos cansemos de rezar, yo creo que nuestras casas tienen que convertirse en pequeños conventos aunque estén formados por una sola persona; como escuchaba hace unos días, que no pare nuestra alabanza, y que Dios nos sostenga con su gracia para que podamos librar bien esta batalla hasta el final.
Y si lo pasemos mal, mientras no sea por negar a Cristo, también es un honor sufrir con Él, que además nos consuela con su Palabra “Os aseguro que vosotros lloraréis y gemiréis, pero el mundo gozará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría.. y nadie os quitará ya vuestra alegría.” De Juan 16, 20-22.
Te alabamos Señor con todos los acontecimientos que estamos viviendo y los que habremos de vivir y que en todo sea glorificado tu Nombre.
Como muestra basta citar: "la plaga de eclesiásticos empeñados en admitir el divorcio en la Iglesia so capa de misericordia", allí podría agregarse: A CUYA CABEZA VA JORGE MARIO BERGOGLIO.
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