Un comentario de una amable lectora de tierras vascongadas me ha movido a dedicar el post de hoy a la concordia. Movida por lo que interpreta como un “blog católico crítico", nos hace llegar sus impresiones, que son muy bienvenidas. Para eso tenemos el correo de contacto.
Lo primero es decir que no siempre la crítica es mala si nuestro deseo es la mejora del cuerpo de la Iglesia Militante. Los hay que no critican, porque viven imbuidos en una secta. Todo lo que les dicen les parece bien, y la Encíclica de Juan Pablo II Fides et Ratio nos enseña, en un muy-simplificado resumen, que nuestra religión católica no solo se basa en una fe ciega, sino en el razonar.
Dice también San Francisco de Sales, en una cita de la Filotea que me encanta, que hay que saber qué rezamos cuando entonamos nuestras oraciones, conocer su significado, pero que “hay que rezar en latín". Yo no voy tan lejos, porque en quinientos años el mundo ha cambiado como para pedir que se rece en Latín. Con lo que sí me quedo es que hay que saber razonar lo que hacemos, nuestra fe, y no repetir un mantra. Por eso rezar en la que ha sido la lengua de la iglesia durante 2.000 años rodea a la oración de un cierto misterio que demanda nuestra atención…
Pero me ahogo en un vaso de agua. Nunca desde nuestro blog hemos querido hacer una crítica destructiva. Se ha dado el caso una vez, y se pidieron disculpas extensamente. Claro que otros prefieren seguir en su halo de perfección y no mezclarse con “impuros". No puedo hacer más por ellos que rezar, y mucho, por ellos.
Cuando hemos dirigido una crítica, ha sido por el afán periodístico de denuncia de un hecho escandaloso, con el objetivo de que se corrija. Evidentemente, este ejercicio de libertad desconcierta a no pocos. Desde estas páginas, en muy poco tiempo, hemos denunciado las poco ortodoxas actitudes del Cardenal Martini, que cuenta con sus partidarios; hemos descalificado las palabras de un supuesto teólogo contra el sacramento de la confesión, y, por último, considerado las deficiencias comunicativas que rodean en la actualidad a la Sala Stampa de Santa Sede.
Pero no olviden los lectores que hemos aplaudido la valentía de Benedicto XVI en su inconmensurable viaje a Tierra Santa, que hemos narrado una de las más hermosas peregrinaciones que se pueden llevar a cabo en un país europeo, la de Chartres, que hemos alabado la iniciativa de un catedrático de la Universidad CEU-San Pablo para plasmar un Máster en Información Religiosa, en la que hemos participado con mucha honra, y hemos asimismo defendido la actitud de los obispos estadounidenses, al exigir que Obama no diera un discurso en la Universidad de Notre Dame.
Efectivamente, no todo es criticar en la vida de la Iglesia. Nuestro director dedicaba el domingo un post en el que deseaba un equilibrio entre noticias buenas y denuncias de heterodoxia. Desde estas epístolas, siempre al servicio de la Iglesia, adoptamos como propio ese compromiso, para Mayor Gloria de Dios.
No me queda más que agradecerles su fidelidad, totalmente inmerecida por mi parte. Nunca habría pensado poder atraer a tantos lectores y de tan distinto perfil. Ojalá sirva este medio para la conversión de algunos a la Iglesia que fundó Jesucristo, en la que por supuesto, son siempre bienvenidos como hermanos.