Hoy os quiero contar la historia de un pueblo, el de los Hobbits, que antaño eran buenos siervos de su rey. Hace algunos siglos, sin embargo, el reino estaba agitado, y aunque algunos siervos fueron prontamente a servir a su rey, buena parte de los Hobbits decidieron que en casa se estaba mucho mejor, “a su bola", como se dice habitualmente. El príncipe de los hobbits se dedicó a hacer lo que le diera la gana, como hizo el resto de su descendencia, dando un pésimo ejemplo para su pueblo. En la historia el goteo de Hobbits que fue al reencuentro con su rey fue numéricamente pequeño, y en algunos casos, dieron muy buen testimonio de fidelidad a su soberano. Pero, aún no habiendo ido a socorrer a su señor, una parte de esos Hobbits permaneció fiel, al menos en las formas, al auténtico líder, y viendo como se las gastaban sus príncipes y vecinos, decidieron un buen día que era tiempo de volver a someterse a la voluntad que regía auténticamente sobre ellos, abandonando pues a unos príncipes caducos e inmorales, cuya regencia no había traído más que la discordia y la división a los medianos.
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