Microfeminismos eclesiales
Desde hace tiempo se viene usando un término ideológico y represivo que va ocupando primeras posiciones en el diccionario de la neolengua políticamente correcta, el micromachismo. Como parte de la narrativa feminista de género (el único feminismo que existe actualmente), se debe inculcar a la sociedad la idea de que la violencia, la imposición, el abuso, vienen siempre del varón. Esta pretendida característica masculina se manifiesta a través de pequeños gestos que, vistos a través del prisma feminista, se convierten en signos de esta dominación viril perpetua. Hace un par de días me enteraba, por ejemplo, de que cuando me rasco la barba (normalmente porque me pica), en realidad estoy remarcando mi virilidad como elemento diferenciador con la mujer, lo que constituye, en esencia, un micromachismo.

Una vez expuestas algunas claves magisteriales para ir elaborando un concepto de inculturación, podemos hacer unas primeras observaciones. La inculturación es presentada como un proceso que afecta por un lado al Evangelio (entendido como los contenidos fundamentales de la fe cristiana, incluyendo la vida y la Tradición de la Iglesia), y por otro a la cultura receptora. Ambas instancias son sometidas a ese proceso que busca que el Evangelio sea vivido desde el interior de esa cultura concreta y que, a la vez, esa cultura pase formar parte de la vida de la Iglesia. La acción de inculturación es operada por la Iglesia en cuanto misionera, formando parte de esa acción tanto los misioneros como los mismos evangelizados, bajo la vigilancia del Magisterio, que evita caer en los extremos de la alienación de la cultura o supervaloración de la misma.
Como seguidor de la actualidad peruana, después de los años que he pasado por allá, me he interesado por
Para continuar el tema que comenzábamos en la
Voy a comenzar una serie de publicaciones en las que quiero desarrollar un tema que pienso puede dar mucho juego para el debate. En esta primera quiero únicamente presentar la cuestión, de tal manera que los comentaristas puedan ir dando sus puntos de vista. Se trata de que, a través de las participaciones en los comentarios —que espero no falten—, podamos ir abriendo nuevas perspectivas enriquecedoras. Digamos que quiero poner en práctica aquel lema que propuso San Alberto Magno para su studium: In dulcedine societatis quaerere Veritatem.







