La Pontificia Academia para la Vida nos toca la moral
A nadie que conozca un poco la historia de la Iglesia en el s. XX le resulta un secreto que una de las metas principales del progresismo eclesial es derribar la Humanae Vitae. No basta con el hecho de que ya desde su publicación una gran cantidad de teólogos y obispos se negaran a aceptarla y manifestaran abiertamente su intención de enseñar en sentido contrario, por cierto, sin consecuencia alguna para ninguno de ellos. No. Haber defendido la doctrina de la Iglesia sobre la apertura a la vida del acto matrimonial es visto como una sombra para un pontificado que ha pretendido ser «canonizado» a la par que el Papa (en un obvio error a la hora de entender cómo funcionan las canonizaciones).
Al parecer, la Pontificia Academia para la Vida está siendo el instrumento que se está empleando para conseguir lo imposible: «misericordiar» el magisterio de Pablo VI (como agudamente ha señalado el Páter Góngora) sin manchar la figura del Papa ni el resto de su pontificado, en particular la hoy idea rectora del «espíritu del Concilio» para aplastar cualquier intento de lectura en continuidad de la enseñanza de la Iglesia.