Las vocaciones, una crisis que no se quiere resolver
Estos días los obispos españoles se encuentran reunidos en la 111ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. En el discurso de apertura, el Card. Ricardo Blázquez se ha referido al urgente problema de la escasez vocaciones sacerdotales que, por ser prolongada en el tiempo, es ahora escasez de sacerdotes. Algunas de sus afirmaciones son constataciones de la realidad como: «Desde hace mucho tiempo venimos padeciendo una penuria seria de vocaciones para el ministerio presbiteral». O bien: «A lo largo del tiempo transcurrido hemos intentado reiteradamente descubrir las causas y las circunstancias de la crisis actual. La palabra crisis significa aquí una mutación grande que exige un discernimiento profundo. Procede de una encrucijada nueva que pone en cuestión el curso habitual. Exige un examen del pasado y es una oportunidad para adoptar las decisiones convenientes, que por aproximaciones y tanteos vamos encontrando». Indica que «la causa de las vocaciones sacerdotales concierne a toda la Iglesia presidida por los obispos». Y, por último, que: «la Iglesia en España necesita vocaciones para el ministerio sacerdotal».
Diré, entre paréntesis, que me alegra que el Card. Blázquez se refiera directamente al tema de la vocación sacerdotal en un contexto en el que se tiende a equiparar todas las vocaciones (de hecho, él mismo lo hace). En la Iglesia siempre se ha distinguido entre una vocación natural como es el matrimonio (aunque quede sobrenaturalizado por medio de un sacramento) y una vocación estrictamente sobrenatural, como es aquella al sacerdocio o a la vida religiosa. Hoy es común que se pida por las vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio. Bueno, pues siento mucho llevar la contraria, pero la vocación al matrimonio la tiene cualquiera en cuanto nace sexuado, varón o mujer, mientras que la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada supone una elección adicional al hecho mismo de ser humano e hijo adoptivo de Dios por medio del Bautismo. Por eso en el Evangelio el Señor no pide que recemos al dueño de la mies que mande a la mies personas llamadas «al matrimonio cristiano, al ministerio pastoral, a la vida consagrada, a la participación como laicos en responsabilidades peculiares en la misión de la Iglesia», como pide el Presidente de la Conferencia Episcopal. Entiendo que muchos no estén de acuerdo con esto, y querría dejar claro que este tema exigiría un desarrollo más largo, que no voy a hacer, porque no es el tema principal del que quiero hablar.
Luis Fernando Pérez ya ha comentado en su blog acertadamente que la ausencia de vocaciones manifiesta una ausencia de jóvenes católicos en una Iglesia que ha renunciado a la evangelización, aunque pretenda ocultarlo con esa absurda excusa de que «no hay que hacer proselitismo».
Pueden, si quieren perder tiempo en una actividad totalmente estéril, leer el discurso completo. Porque la realidad es que si las palabras del Card. Blázquez — cuya buena intención y amor a Cristo y a la Iglesia no pretendo poner en duda en absoluto — se repitieran continuamente durante un par de décadas la realidad no cambiaría en nada, porque manifiestan una ceguera pertinaz ante una realidad aún más obstinada a plegarse a los dictados de la actual ideología eclesial. El Card. Bázquez comete una cierta imprecisión al afirmar que «venimos padeciendo una penuria seria de vocaciones». En realidad, hay algunas diócesis que no han tenido una penuria de vocaciones en absoluto, e incluso podría decirse que todo lo contrario.
Ya he me he referido a la historia reciente del Seminario Diocesano de Toledo y a la reforma del Card. D. Marcelo González que lo llevó a ser el seminario más floreciente de la España posconciliar. Pues voy a repetirme, porque creo que en esto merece la pena ser pesado. Entonces escribí que la figura de D. Marcelo se valoraría entre los obispos «cuando los obispos de España puedan hacer un ejercicio de sana autocrítica y dejen de culpar a los demás de la situación que han producido las décadas de abandono de la Tradición de la Iglesia y de una pastoral más llena del espíritu del mundo que del Espíritu de Cristo». Es evidente que ese momento no ha llegado todavía, porque en las palabras del Card. Blázquez no se ve ni un atisbo de autocrítica, algo común entre los miembros del colegio episcopal. La ausencia de espíritu crítico suele desaparecer, sin embargo, cuando se trata de criticar a otros, especialmente a aquellos que ya no pueden defenderse.
Si de verdad los obispos quisieran resolver el problema de la escasez de vocaciones lo tendrían facilísimo. Bastaría con observar qué diócesis tienen abundancia de vocaciones y examinar cuáles son las diferencias con aquellas que tienen escasez. Es cierto que muchas diócesis de España están en zonas que se están despoblando de forma muy acelerada. Pero eso no puede explicar por qué el reparto de vocaciones es tan heterogéneo. Los señores obispos cuentan con todos los datos para hacer ese estudio. Yo no tengo tiempo ni ganas de hacerlo por ellos.
Sí pongo, como comentaba, el ejemplo del Seminario de Toledo (podría, si lo conociera mejor, hablar del seminario de Córdoba, el seminario de Getafe, los seminarios de Valencia, etc.). D. Marcelo pudo, en un tiempo mucho más difícil e incierto que el actual, sobre todo en el aspecto sacerdotal, tomar un seminario cerrado y muerto y llenarlo de vocaciones hasta el desbordamiento. Y, si quieren algo más concreto, pueden escuchar a uno de los testigos de ese “milagro” eclesial, el P. José María Iraburu que, para el servicio de los obispos (poco agradecido por ellos), preparó un excelente resumen en su Causas de la escasez de vocaciones.
Alguno dirá que soy excesivamente duro con los obispos. Pero es que la Iglesia es así. Si el Card. Blázquez afirma que «la causa de las vocaciones sacerdotales concierne a toda la Iglesia presidida por los obispos», la responsabilidad por su escasez debe ser repartida de la misma manera. Y es claro que si el que preside una comunidad recibe distributivamente mayor honor por los éxitos colectivos, igualmente deberá recibir mayor reprobación por los fracasos. Además, en la Iglesia el obispo tiene la plenitud de medios para poner en marcha las reformas necesarias, máxime cuando está claro el camino que deben seguir esas reformas, pues hay quien ya las ha acometido eficazmente.
Lo peor es que ahora la crisis aprieta con más fuerza, porque el tiempo pasa y la esterilidad manifiesta de la pastoral común pasa factura. No será raro que nos quieran colar más soluciones inútiles al problema. Soluciones que, por supuesto, encajen en la ideología progresista que ha provocado el problema. Un caso será la más que previsible introducción en el próximo sínodo del asunto de la ordenación de casados. Fácilmente, algunos propondrán desafiar la doctrina católica con la aceptación de mujeres para el orden sacerdotal. En fin, cualquier cosa menos reconocer la verdad evidente: que lo que funcionaba hace dos mil años, hace mil y hace ochenta sigue funcionando hoy. Que el Evangelio de Jesucristo tiene hoy la misma frescura que siempre cuando, rechazando las ideologías del momento, se predica con la misma valentía y decisión con la que lo han hecho los santos.
26 comentarios
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FJD:
Las vocaciones misioneras son sobrenaturales y se debe pedir por ellas. Sin embargo, no se debe olvidar que todo cristiano está llamado a la misión según su condición. Incluso Santa Teresa del Niño Jesús encontró su manera de vivir la vocación misionera en clausura. Cuando indico que me parece mal orar por "las vocaciones sacerdotales, religiosas, al matrimonio, a la participación política y sindical, al cuidado del medioambiente, etc." lo digo porque me parece mal que se pongan al mismo nivel cosas que están claramente en diferentes niveles. Y que cuando en la Iglesia se ha hablado de vocaciones siempre se ha sobreentendido que se hablaba de vocaciones consagradas.
Cuando D. Marcelo llegó a Toledo, la sociedad española estaba muchísimo menos secularizada que la actual en todos los órdenes.
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FJD:
Cuando D. Marcelo llegó a Toledo se habían secularizado más de la mitad de los profesores del Seminario y se ponía en duda la necesidad misma de que hubiera sacerdotes. Creo que hoy las cosas están más claras en lo objetivo, aunque muchos se sigan empeñando en negar la realidad. Sin embargo, tienes razón en que la sociedad está mucho peor, en eso abundaba más Luis Fernando.
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FJD: De eso ya hablamos en el post sobre D. Marcelo. Y mi tesis es que en Toledo no hizo falta rechazar el Concilio Vaticano II para que hubiera vocaciones, sino acogerlo fielmente. Y eso no es incompatible con la liturgia tradicional.
"Rogad, pues, al Dueño de la mies" quiere decir también: no podemos "producir" vocaciones; deben venir de Dios. No podemos reclutar personas, como sucede tal vez en otras profesiones, por medio de una propaganda bien pensada, por decirlo así, mediante estrategias adecuadas. La llamada, que parte del corazón de Dios, siempre debe encontrar la senda que lleva al corazón del hombre.
Con todo, precisamente para que llegue al corazón de los hombres, también hace falta nuestra colaboración. Ciertamente, pedir eso al Dueño de la mies significa ante todo orar por ello, sacudir su corazón, diciéndole: "Hazlo, por favor. Despierta a los hombres. Enciende en ellos el entusiasmo y la alegría por el Evangelio. Haz que comprendan que este es el tesoro más valioso que cualquier otro, y que quien lo descubre debe transmitirlo".
Otro problema es que si el aspirante o el seminarista no está de acuerdo con las enseñanzas teológicas modernas y se aferra a la tradición etc lo sacan también después de haberle sacado hasta el último centavo.
Dios sabe que la iglesia necesita vocaciones pero paradójicamente los que tienen que ser sacerdotes no lo llegan a ser y los que no están llamados a serlo terminan ordenándose y tenemos las consecuencias de esto en la actual crisis de la iglesia a nivel doctrinal, litúrgico, moral y pastoral.
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FJD: Le puedo asegurar, con conocimiento de causa, que el problema en España no es el dinero.
Nada es casual. Quieren curas modernistas, o no los quieren.
Luego con la falta de vocaciones justificarán luego la ordenación de casados, si no se les ocurre otra cosa.
Si surge aluna realidad con vocaciones, y no es modernista como les gusta, la cierran. Como la del "Nuevo cura de Ars" (Michel-Marie Zanotti-Sorkine) , cuya orden (La Fraternidad de los Santos Apóstoles; no es de misa tradicional) fue suprimida en Bélgica por De Kesel. Y con la firma de Francisco.
Pasoooo!
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FJD: Los que van de culo son los que piensan como usted. Que le vaya bonito...
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FJD: Vaya, no pensé que hiciera falta decirlo, pero D. Marcelo dejó de ser obispo de Toledo en 1995, después de 23 años de arzobispo de Toledo. Por cierto, y aunque no tenga que ver con lo que usted dice, en esos 23 años ordenó a una media de casi 18 sacerdotes por año.
La inercia polítco-cultural del nefasto "conservadurismo" ha tratado de mantener en pie la ficción católica, pero el motor de la Iglesia es la fe. Entonces, si no se evangeliza no hay caso, y a la larga todo se viene abajo.
Por lo tanto lo que urge es pedir que el Señor aumente nuestra fe, y que nos de fuerzas para propagarla.
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FJD: Hay que pedir que el Señor aumente nuestra fe. Bien.
Pero el problema es que esa ausencia de fe en España no es un factor de fondo, sino la consecuencia de una serie de actitudes, doctrinas, prácticas, muy concretas. Y eso se puede observar porque la carencia de fe, como la de vocaciones, no es homogénea. Entonces, si la oración por el aumento de la fe no va acompañada de un humilde reconocimiento de los pecados y de un propósito de conversión (que pueden ser consecuencia de la misma oración, no digo que no), entonces esa oración servirá de tanto como la oración vocacional en la que se insiste mientras al pueblo se le hurta la fe.
Quisiera dar mi opinión breve y resumidamente:
1-La crisis de vocaciones tiene como transfondo una crisis espiritual caracterizada por la falta de fe, de formación sólida (¿realmente qué es ser católico?) y de "apostasía" silenciosa, que más que apostasía literal es indiferencia y pereza para buscar la verdad con letras mayúsculas.
2-Se precisa un replanteamiento profundo de la llamada "iniciación cristiana" (Bautismo, Eucaristía, Confirmación) , que es irrelevante para casi todos los receptores de tales sacramentos.
3-Un replanteamiento interdisciplinar (psicológico, cultural, espiritual, eclesial, teológico, etc) de lo que entendemos por "vocación".
Que Dios llame a alguien de forma personal por su propio nombre para tal o cual misión ( a no ser que se den fenómenos carismáticos o milagrosos) no es tan fácil entenderlo, pues todo es mediático, interpretable, sujeto a discernimientos, desbrozar en el misterio........hay muchos factores mediáticos que hay que evaluar.
Por lo general, la vocación no es algo nítido y tangible.
De estos tres puntos, mucho que hablar y debatir. Ahí lo dejo.
El Señor sabe lo que hace, pero la Iglesia ha dejado a unos malos laicos hacerse con el control de la relación con los laicos y el Maligno ha ido ayudando a crecer la cizaña.
A lo que voy ¿Cuántos curas hay en las oficinas del Arzobispado de Madrid en la calle Bailén? ¿Cuántos laicos hay cobrando sueldos en la archidiócesis de Madrid?
A mi me molesta mucho lo de los Bisbes catalanes y me duele y me subleva... y menos mal que la última exhortación de Bergoglio es la primera del Santo Padre Francisco (y que siga así).
Si el Señor escogió al Iscariote y hemos llegado hasta hoy, qué más nos traerá este valle de lágrimas????
In Domino.
1 - Entender el contexto. Europa vive en una sociedad postmoderna: con todas las heridas del pensamiento moderno, nihilista y que huye de cualquier compromiso que atente contra la comodidad. De la España católica no queda ni rastro. Pues actuar a partir de ahí y plantearse la evangelización, en muchos casos, como de primer anuncio.
2 - Muchos jóvenes españoles piensan que conocen algo de la fe por el entorno, porque les suena, por un día del año... pero de Jesucristo y la Iglesia, más allá de lo que les cuentan los medios de comunicación, no tienen ni idea. Hace falta volver a lo fundamenal cristiano.
Con todo respeto, el rito litúrgico no lo es y es una valoración algo complicada. ¿Salen más vocaciones y hay más fe en quienes acuden a misa Vetus Ordo debido al rito o es el el tipo de fiel que va a esas misas quien presenta más apertura a la vocación? Funciona igual en las parroquias y movimientos activos.
3- La respuesta a esa última cuestión, en mi humilde opinión, se debe a lo siguiente. Hay tres tipos de jóvenes católicos a día de hoy: no practicantes (ateos prácticos), light o practicantes (de misa de domingo, para entendernos) y comprometidos. Hasta que no intentemos seriamente que la tercera categoría absorba a la segunda, no se podrá fecundar a la primera y a los ateos declarados. Para eso se necesitan comunidades vivas, predicar a Cristo (el buenismo ha hecho un daño...) y el ejemplo de la sana vida cristiana. Ya lo decía San Juan Pablo II: "se puede ser profundamente cristiano y moderno (o hijo de nuestro tiempo)"
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FJD: El problema es que lo del punto 1 no es sólo un contexto, sino el resultado de una pastoral dirigida intencionalmente a eso.
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FJD: De hecho el CVII no se ha aplicado casi en ninguna parte. En Toledo, como comento, sí se aplicó, aunque no perfectamente, claro. El resultado es que en una diócesis de 500.000 habs. se han ordenado en pleno posconcilio unos 600 sacerdotes.
Saludos cordiales.
¿Qué Seminario aconsejaría hoy para un chico con vocación?
Cuando mis hijos eran pequeños, mi párroco, gran hombre el, me dijo: no me los traigas aquí a catequesis. Pertenecía a una orden con una importante y céntrica Parroquia de Madrid. ¡Total nada!
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