Saben? Siempre me ha causado cierto infantil regocijo el relato de las bodas en Caná al ver a la Madre tomando la iniciativa en el anuncio del Reino.
Es que ella, parece siempre pensarlo todo primero; antes que los demás.
Conmigo, que me haya dado cuenta, lo hizo el día en que –súbitamente- mi madre enfermó y que, no sé quién, puso un rosario en mis manos, el que me acompañó desde ese día hasta el final del duelo.
Dejé el rosario por mucho tiempo y siempre me he preguntado por què.
No sé bien, quizá porque estuve pagada de mi misma; porque –probablemente- todo me iba bien.
Tampoco es que, cuando –de nuevo- empezaron a ir mal las cosas, fue que lo retomé.
No. Todavía mi cabezota no fue capaz de entender lo que se me estaba diciendo aun cuando todo indicaba que era necesario rezar.
Lo tomaba un día y a la tercera Avemaría quedaba dormida. Otro día, y era roncando al tercer misterio. Dos semanas después y, lo mismo.
No se entiende, en realidad, la falta de perseverancia y, antes que eso, esa falta de amor.
Pues, bien, de poco tiempo para acá he mejorado notablemente y no por mérito propio sino porque, quizá debido a la urgencia, la propia Madre se me ha vuelto a adelantar al alcanzarme del cielo aquello que aprovechara a mi alma y a la de aquellos para quienes pido su intercesión.
Me parece que el asunto se aceleró cuando un día le abrí mi corazón para pedirle perdón.
Si, pedí perdón a la Madre en un par de temas pendientes entre nosotras.
Una vez reconciliada, advertí notable mejoría; tras lo que, con gran entusiasmo, en el momento en que me enteré, me uní a la iniciativa del cardenal Burke en el rezo del rosario el primero de cada mes, entre cuyas intenciones se encuentra pedir al Señor que suprima de manera completa y definitiva la reinante confusión en de la Iglesia.
Desde entonces, me ha quedado muy claro que la Madre, ha ido siempre por delante:
- en alcanzarme la gracia para pedirle perdón
- en un mayor amor a Dios y, lo que no deja de maravillarme, un párroco como Dios manda
- en poner en mis manos un librito titulado “José, el esposo de María”
- en acercarme a personas con gran fidelidad a Cristo, devoción a la Madre así como al Sagrado Corazón de Jesús
- en rodearme de soledad, silencio y tiempo suficiente para reflexionar y orar
- en regalarme diversas incomodidades para que fije mi mirada en Quien es todo lo nuestro
- en desear unirme a Cristo en su sufrimiento redentor
- en darme entender lo que se espera de mi durante un período desfavorable en la vida de la Iglesia
- en moverme a misa, hora santa y sacramentos frecuentes
- en alcanzarme del cielo amor por el papa para que, de esa manera, pueda a orar por él con caridad y, lo que constituye la cereza en el pastel,
- equiparme, a través de María Trinidad (una buena amiga linarense poseedora de un nombre extraordinario), con un rosario bendecido en Fátima para el centenario de las apariciones.
Una preciosidad, dicho sea de paso; tan bello y eficaz como podría ser la mejor espada de Juana de Arco, la más bella y delicada “florecilla” o la mejor epístola de Catalina de Siena.
Como he dicho, la Madre se adelanta en todo, incluso, a nuestra fragilidad; porque no es que haya alcanzado ningún grado de perfección en nada de lo anteriormente dicho. Soy un neófito, apenas.
Observen sus propias vidas; hagan un listado al igual que yo y, verán que es cierto lo que digo.
A la Madre, el Señor le ha dado la Gracia para –incluso- adelantarse al Hijo.
No iba a dársela para que se nos adelante, también?
San Alfonso Ma. de Ligorio, en su libro “Las glorias de María” cita a San Alberto Magno cuando aplica a MARÍA aquellas palabras de la Sabiduría (6, 14): Praeoccupat qui se concupiscunt, ut illis se prior ostendat. (Se anticipa y viene a buscar aun a los que no la buscan. Antes de llamarla ya està ahì.)