Mediante lo que la Comisión Nacional de Liturgia ha llamado un acto de entrega, la Conferencia Episcopal de Costa Rica ha invitado a un acto de piedad para el 31 de mayo del 2019 mediante el cual exhortan a los fieles a entregarse personalmente a Nuestra Señora implorando su protección y auxilio en esta hora aciaga en la que, en menos de un año, el gobierno electo ha venido introduciendo las discusiones sobre el aborto, la eutanasia, el matrimonio y adopción de los matrimonios igualitarios; año durante el que también han estallado algunos casos de abuso sexual a menores con las naturales consecuencias para la credibilidad de la Iglesia.
Siendo que lo más reciente es la discusión en el plenario legislativo de un proyecto con el que se espera castigar a los sacerdotes que no revelen secretos de confesión relacionados con el abuso sexual, lo más sensato ante semejante embestida, resulta implorar el auxilio de la Madre de Dios.
Con ese propósito, la Conferencia Episcopal ha puesto a la disposición de los presbíteros y fieles un subsidio en el que se nos invita a invocar
“[…] la intercesión gloriosa de María, a la cual [la Iglesia entera] se confía totalmente, para guardar con fidelidad los compromisos bautismales y vivir en una actitud filial con respecto a ella” (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, 204). Al hacer esta convocatoria, queremos manifestar que nuestra misión de pastores la desarrollamos siempre en comunión con el Magisterio universal. De ahí que estemos asumiendo la indicación de que “se reserve el término consagración a la ofrenda de uno mismo que tiene como término a Dios, como características la totalidad y la perpetuidad, como garantía la intervención de la Iglesia, como fundamento los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación” (Idem). Además, como una expresión más de ese espíritu eclesial, queremos exhortar para que nuestro llamado no se asuma a la ligera. Que sea “[…] fruto no de una emoción pasajera, sino una decisión personal, libre, madurada en el ámbito de una visión precisa del dinamismo de la gracia” (Idem). Que todos los fieles que acojan nuestra invitación lo hagan en plena conciencia de la responsabilidad que implica y poniendo toda su confianza en el Señor.”
Cada parroquia y obispo elegirán el momento y lugar para el que los fieles, con gran alegría y esperanza, se están preparando agradecidos ya que es una consagración largamente esperada.
Hágase cumplir la voluntad del Rey de Reyes en el pueblo costarricense.
Sea por siempre, María Santísima, nuestra Reina y Señora.
Amén
Adjuntamos la preciosa oración que será utilizada en el acto:
Oración para el Acto de entrega a la santísima Virgen María
Madre santa, hemos venido a tus pies para cumplir la profecía que el mismo Señor pronunció por tus labios.
Queremos unirnos a todas las generaciones que te han proclamado dichosa, a ti, la humilde sierva nazarena, en quien Dios quiso manifestar la inmensidad de su gloria.
Nos unimos a nuestros primeros padres, que oyeron hablar de la madre bendita cuyo retoño vendría para aplastar la cabeza del mal.
Nos unimos a los profetas, que supieron animar la fe del pueblo recordando la fidelidad y cercanía de Dios, que tantas veces se anunció y manifestó sirviéndose de la figura de una mujer.
Nos unimos a Isabel, tu pariente, que te reconoció como la creyente auténtica,cuya fe profunda ve cumplidas todas las promesas.
Nos unimos al apóstol de los gentiles, que supo reconocerte como signo inequívoco de que había llegado la plenitud de los tiempos, cuando Cristo nos libra de todas nuestras esclavitudes.
Queremos hacernos eco de esa multitud de creyentes que por toda latitud y a lo largo de los siglos te han reconocido como bienaventurada; a ti, la esclava que supo humillarse para ser levantada por la mano de su Señor.
Pero de manera particular, queremos hacer nuestras las palabras de tu Hijo, que nos pidió acogerte como Madre,a ti, que al pie de la cruz nos recibiste como hijos.
Unidos —entonces— al Verbo que por obra del Espíritu se encarnó en tu seno virginal, te reconocemos como la discípula primera y ejemplar; la que puso por obra esa Palabra que desde siempre guardaba en su corazón; la mujer que cuida con maternal afecto a los hermanos de Jesucristo, mientras en ellos se va realizando la victoria de su Señor.
Reconocemos, Madre santa, todas las maravillas que el Señor ha realizado en ti.
Recordamos, al mismo tiempo, que tú eres una de nuestra raza; pues aunque fuiste librada singularmente del pecado, eres hija de Adán, como nosotros.
Por eso venimos a entregarnos a ti, a confiarte nuestra vida, para que nos enseñes a recorrer el sendero que tú misma recorriste,y nos ayudes a ser tan generosos como tú en nuestra respuesta al Señor.
A ti, que enseñaste a dar sus primeros pasos a quien es Camino para llegar al Padre, te encomendamos los pasos, muchas veces dudosos y torpes, que damos en el seguimiento de tu Hijo.
Te entregamos nuestros temores, para que nos animes con tu discreta compañía, así como animaste a los discípulos que esperaban el Espíritu.
Te confiamos nuestras carencias, para que repitas el gesto oportuno realizado en Caná de Galilea, y nos recuerdes que estando presente tu Hijo no hay nada que temer. Tú que te mantuviste en pie junto a la cruz, como la nueva Eva que testificaba la renovación del mundo provocada por la entrega pascual de tu Hijo, enséñanos a tener tu misma confianza.
Enséñanos a ser fieles como tú lo fuiste, para que así demos paso a la acción del Cordero inmolado, que no es vencido por oscuridad alguna.
Entonces, con tu maternal ayuda y con tu oportuna intercesión, caminaremos serenos —aun en medio del desierto— hacia la plena consumación del Reino de Cristo; nos mantendremos esperanzados, luchando en todo momento, y, finalmente, podremos decir contigo que el Poderoso ha hecho obras grandes por nosotros.
Amén.