¡Qué loca vida la de la gracia!
Tiempo atrás, mucho tiempo atrás, un día –sufriendo por algo muy poco razonable- me paré en seco ante mí misma para decirme que aquello era absurdo ya que, en principio, sufrir era natural en aquél caso pero de ninguna manera llevarlo al punto en que lo había llevado que era llorar día y noche.
Fue, como les digo, hace muchísimos años, cuando apenas salía de la adolescencia.
Como no soy filósofo, ni teólogo, ni nada que se le parezca, si no –nada más- una mujer casi de sesenta años, ahora ama de casa, casera de profesión, debería decir, no estoy en capacidad de explicar el por qué sufrimos, si no, nada más, compartir con ustedes algunas de mis experiencias por si les sirve de ayuda.
Mis entradas al blog, en realidad, son como esas partes de la clase de catecismo en las que narraba la manera en que aplicaba el conocimiento que iba adquiriendo sobre mi amado Dios y Señor, sobre María, los santos y la santa Iglesia.
De tal manera que, es muy escaso saber el que ustedes hallarán aquí; sin embargo, para quienes me lean de seguido, se los agradezco ya que, es muy poco lo puedo hacer por los demás por lo que, lo poquito que haga aquí, no solo me hace sentir útil sino que con ello espero estar dando gloria a Dios.
Pues, bien, tiempo atrás, algún tiempo atrás, he venido pensando hacer una serie titulada “Conviviendo con… (todo tipo de sufrimiento)” tal como el de mi “pata chueca” que les narré anteriormente.
Y, le llamo “sufrimiento” solo para llamar su atención ya que, aunque una serie de sucesos y personas me hacen sufrir, gustosa paso por todo eso ya que, al final diviso una luz la que, se me revele o no claramente, permanece resplandeciendo e iluminando todo al punto de que, no sé ni cómo conservo la paz, la alegría y la esperanza. Siempre.
No se cómo ni por qué, pero ahí está y ha de ser obra de la gracia la que, dicho sea de paso, no sé ni por qué se me da, si sigo siendo la misma tonta pecadora de siempre.
Al respecto me “hago la loca” ya que, si me pongo a pensarlo mucho, empiezo a sentirme culpable por ser regalada con dones del cielo y, si no, me empiezo a vanagloriar. Así es.
Como les digo, mejor ni mucho lo pienso ya que en un “tris”, empiezo a pecar como si este cuerpo bendito fuera una maquinita de pecados automáticos.
Qué loca vida la de la gracia! Viéndose uno sufriendo, por lo que sea que se sufre y, encima, sabiéndose entrañablemente amado. Muy infinitamente amado tal como un potencial candidato al cielo. Muy, pero muy deseo, de vivir en gracia.
Supongo yo que, muy avanzado por este camino iba el seminarista de Camerún que murió postrado mientras rezaba el rosario.
A nivel humano, es una atrocidad lo que hicieron con ese muchacho pero, detrás del dolor que nos produce su muerte, hemos de reconocer que el martirio es un acto que crea una belleza inenarrable.
Quiera Dios permitirnos participar de tanta belleza!.
El martirio no es un acto heroico de las propias fuerzas, sino “una gracia concedida a personas heridas por la belleza de Cristo, por la hermosura infinita de su rostro”.
Menéndez Ros
Deo omnis gloria!