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22.12.16

Acerca de lo que entraña el silencio

Papá rara vez expresaba sus sentimientos en cambio sus acciones lo decían todo.

Una sola vez durante todo el último año de su vida me hizo saber que estaba consciente de lo que hacía por él. Una sola vez bastó para que comprendiera que lo agradecía, que lo hacía estar orgulloso y confortable. Aunque su docilidad ante la adversidad me lo anticipaba.  

Prolongados silencios caracterizaron a papa. Silencios que, como dije, lejos de ser destructivos, la bondad y la justicia enfatizaban sus acciones. 

Su vida toda fue un gesto mínimo cargado de gran contenido; como la de quien ha recogido suficiente experiencia y colaborado con la gracia lo bastante como para haber crecido en prudencia, fortaleza, templanza e inteligencia.

Eso es, existen silencios constructivos, silencios santos, pero también silencios destructivos, silencios que en mayor o menor medida, entrañan algún grado de maldad.

Como silencio del esposo que no responde a su esposa sobre aquello que le interesa, como el del novio que no responde las llamadas, como del inquilino que no comunica a su casero el que se atrasará en el pago de su mensualidad, como el del vecino a quien se le solicita un favor y lo ignora flagrantemente.

En resumen, silencios santos como los de la María y silencios tan aborrecibles como el de quienes, por imponer a la fuerza su voluntad, durante la Pasión ignoraron deliberadamente el sufrimiento de la Madre. 

Ciertamente, existen silencios ante los que nada existe que se pueda hacer de no ser romperlos con mayor violencia, cosa que la gracia impedirá aunque, a la vez, el sentido común enseñe que la violencia entraña violencia, cosa por la que responder con violencia queda descartado.

En estos casos, se impone el silencio o, en su defecto, si se trata de cuestión de primera importancia: una respuesta que entrañe caridad, justicia y verdad para que el malo entienda y tenga oportunidad de corregirse.

Sin embargo, lo más probable, será que el malo se resista respondiendo con mayor violencia al hecho irrebatible que se le presenta, es decir, quedamos claros en que, para responder al violento, será necesario tener vocación al martirio.

Es con lo que contamos en estos días en que cardenales, obispos, teólogos, estudiosos, cientos de presbíteros y multitud de laicos esperamos que se rompa el silencio. Un silencio que, por prolongado, innecesario e injusto, es violento, impropio del oficio de quien lo perpetra.  

Porque eso ha sido hasta ahora, un silencio como arma que dispara reproches y medias respuestas impregnadas de impaciencia, de falta de comprensión, de entendimiento; respuestas carentes de caridad y de misericordia las que, por ser pronunciadas por alguien con autoridad, nos hace preguntarnos por qué razón desde el púlpito no se hace tal y como se predica.  

Decía el padre Luigi Giussani que «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros», pues bien, Cristo es para nosotros la razón que le da sentido a nuestra existencia por lo que no habrá nunca nadie a quien rendirle mayor honor y gloria; razón que no solo nos imposibilita sino que más bien nos obliga a esperar nada que no sea lo mejor de parte de quien hasta el día de hoy guarda silencio.

Así lo haremos, en primer lugar, debido a que es Cristo quien siempre esperó lo mejor de Pedro, pese a sus grandes defectos.

Así nos hace Cristo: nos hace personas que esperan con infinita Esperanza. Qué le vamos a hacer! Esperaremos siempre lo mejor.

Lo mejor siempre, ya sea que lo obtengamos por la conversión de quien guarda silencio o de nuestro Padre Dios.

Esperaremos, así sea un silencio interminable; aunque –dicho sea de paso- no será en silencio sino manifestándonos a hora y deshora, conscientes de nuestra vocación al martirio, a la manera de aquellos en el horno de fuego.

Lo haremos como ha de ser: alabando y glorificando al Padre con ánimo alegre, como quien de su parte se reconoce único, irrepetible e incondicional y absolutamente amado.

Esperaremos en paz, como quien sabe que aguarda la gloriosa venida de Nuestro Redentor.

5.12.16

Hoy, como antaño, al pie del Sinaí

Los católicos estamos polarizados debido a que Dios ha permitido un Vicario que ejerce una influencia provocativa en la comunidad.  Un agente provocador es lo que nos ha dado Dios esta vez como su Vicario.

Por definición, el agente provocador, es aquél que se introduce con determinadas intenciones para generar reacciones específicas.

Es realista, por cristiano, considerar al actual Vicario de Cristo de esta forma y a la vez no entrar en juicios sobre sus intenciones.

La polarización se caracteriza porque, un polo alega estar del lado de Cristo y otro, del lado del papa y, por ende, del lado de Cristo.  

El primero, ha optado por conservar la sana doctrina y, el segundo, por darle un fuerte empujón al mejor estilo de nuestro amado papa. 

En medio de ello, existe una muchedumbre que se mantiene al margen, ya sea porque no la alcanza la información, porque no la entiende o porque posee una concepción errónea de varias cuestiones vitales, tal como de la figura del pontífice.

Al respecto solo mencionaré que, por ejemplo, consideran que el papa es elegido por el Espíritu Santo tal como si éste anulara la libertad de los cardenales con el propósito de que eligieran únicamente al santo varón que Dios tuviera planeado. 

Cosa que es absolutamente falsa ya que, de anular el Espíritu Santo la libertad para imponer la suya, no habrían sido elegidos pésimos papas a lo largo de la historia de la Iglesia.

En este sentido, es vital que se comprenda que la gracia nos es dada para elegir el bien, nunca el mal. 

El caso es que, algunos dentro de la muchedumbre mencionada, tarde o temprano, se dará cuenta que no solo están en medio de dos polos que tiran en direcciones opuestas sino bajo la figura de un papa cuya autoridad ha sido puesta en duda.

En ese momento no solo advertirán que, en su mayoría, los obispos y párrocos, optan por guardar silencio sino que, una vez que se toca el tema, se polarizan las opiniones.

Será un momento delicado en el que, los advertidos, notarán que están solos y que, queriéndolo o no, la situación les exige tomar posición respecto a ponerse

a. del lado de Cristo o,

b. del lado del papa quien, como es lógico, afirma estar del lado de Cristo

Una vez dentro de esta encrucijada a quién podrán recurrir?

Deberán recurrir a Cristo.

Adónde lo hallarán?

En la gracia que Dios derrama en sus corazones.

Deberán entregarse a ella con absoluta confianza.

Mi recomendación es que, una vez advertida la tensa situación, se hagan a la idea de que son como los hebreos que, tras salir de Egipto, permanecerán solos al pie del Sinaí hasta que se defina el asunto del Decálogo.  

Mientras, con auxilio de la gracia, deben decidir si volverán al tiempo en que adoraban ídolos o se mantendrán firmes en lo que han visto y escuchado.

Es una decisión simple pero definitiva.

18.11.16

Tenemos pastor y es Cristo

La gracia obra en las almas que se unen a Cristo en la Liturgia lo que incluye la celebración de la Santa Misa así como la Liturgia de las Horas de cuyo Oficio de Lectura del jueves de la Semana XXXII (Fundación Gratis Date) he tomado el texto que les comparto.

Oración al buen pastor

San Gregorio de Nisa, Comentario al Cantar de los cantares II

¿Dónde pastoreas, pastor bueno, tú que cargas sobre hombros a toda la grey?; (toda la humanidad, que car­gaste sobre tus hombros, es, en efecto, como una sola oveja).

Muéstrame el lugar de reposo, guíame hasta el pasto nutritivo, llámame por mi nombre para que yo, oveja tuya, escuche tu voz, y tu voz me dé la vida eterna: Avísame, amor de mi alma, dónde pastoreas.

Te nombro de este modo, porque tu nombre supera cualquier otro nombre y cualquier inteligencia, de tal manera que ningún ser racional es capaz de pronun­ciarlo o de comprenderlo. Este nombre, expresión de tu bondad, expresa el amor de mi alma hacia ti.

¿Cómo puedo dejar de amarte, a ti que de tal manera me has amado, a pesar de mi negrura, que has entregado tu vida por las ovejas de tu rebaño? No puede imaginarse un amor superior a éste, el de dar tu vida a trueque de mi salvación.

Enséñame, pues –dice el texto sagrado–, dónde pasto­reas, para que pueda hallar los pastos saludables y sa­ciarme del alimento celestial, que es necesario comer para entrar en la vida eterna; para que pueda asimismo acudir a la fuente y aplicar mis labios a la bebida divina que tú, como de una fuente, proporcionas a los sedientos con el agua que brota de tu costado, venero de agua abierto por la lanza, que se convierte para todos los que de ella beben en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

Si de tal modo me pastoreas, me harás recostar al me­diodía, sestearé en paz y descansaré bajo la luz sin mez­cla de sombra; durante el mediodía, en efecto, no hay sombra alguna, ya que el sol está en su vértice; bajo esta luz meridiana haces recostar a los que has pastoreado, cuando haces entrar contigo en tu refugio a tus ayudan­tes. Nadie es considerado digno de este reposo meridia­no si no es hijo de la luz y del día. Pero el que se aparta de las tinieblas, tanto de las vespertinas como de las matutinas, que significan el comienzo y el fin del mal, es colocado por el sol de justicia en la luz del mediodía, para que se recueste bajo ella.

Enséñame, pues, cómo tengo que recostarme y pacer, y cuál sea el camino del reposo meridiano, no sea que por ignorancia me sustraiga de tu dirección y me junte a un rebaño que no sea el tuyo.

Esto dice la esposa del Cantar, solícita por la belleza que le viene de Dios y con el deseo de saber cómo al­canzar la felicidad eterna.

Leer el Antiguo Testamento y a los sucesores de los apóstoles hace muy bien porque nos coloca en perspectiva. Las trifulcas actuales parecen cosa de todos los días cuando por gracia somos introducidos a través de la Liturgia en el no-tiempo de Dios.

Bendecido viernes!

12.11.16

Trump: ¿realismo o ficción?

La historia demuestra que los líderes mundiales que fracasan son aquellos que, dentro de la ficción que es para ellos la realidad, anteponen sus propias ideas al bien común. Barack Obama ha sido uno de ellos y Hillary Clinton también lo es. Otros muchos existieron, existen y habrán de existir.

Qué pasará con Trump?

Sin ser ni remotamente un experto, me atreveré a adelantar que con Trump pasará que, con el pasar del tiempo, nos daremos cuenta que no era el hombre peligroso que algunos se figuraban pero tampoco la promesa tan esperada respecto la defensa de la vida humana y la libertad religiosa.

Por qué?

Porque Donald Trump siempre elegirá aliarse con aquellos acerca de los que su intuición para los negocios y sus analistas le aseguren el éxito en sus gestiones.

En este momento podría estar considerando nuevas alianzas con católicos y evangélicos quienes, definitivamente, le han dado su voto; en otro momento podrían ser militares, personas influyentes de una u otra tendencia y hasta los medios de comunicación.

Nunca se sabrá lo que pasa por su cabeza sino hasta el momento en que lance el zarpazo final con el cual obtendrá lo que se ha propuesto ya que todas sus actuaciones parecen un montaje con el cual confundir a quienes considera adversarios; tampoco tendrá reparo en confundir a sus aliados si es lo que necesitara para lograr lo que se propone.

Pese al espectáculo del cual elige rodearse, Donald Trump demuestra ser una persona realista.

Sin duda su mayor destreza constituye obtener de la realidad la mayor cantidad de variables de las cuales seleccionar aquellas que le aseguren el éxito; así fue como, entre otros, eligió las variables de la libertad religiosa y la defensa de la vida humana. 

La novedad será verlo ejercitarce en obtener ganancia, ya no solo para su propio beneficio, sino para el de los demás ya que, mientras lo consiga, podrá alardear de ser un magnífico hombre de negocios lo cual -está demostrado- constituye para Trump lo único importante.

Casi que podría asegurar que cederá en más de una ocasión con tal de no ver deteriorada su buena reputación como gerente.

Ya el tiempo dirá si el famoso magnate es un hombre capaz de anteponer el bien común a sus propias ideas con lo que sabremos si para la vida humana y la libertad religiosa se ha abierto un camino de esperanza. 

En fin, como no solo no soy un experto si no que nunca bastará con que lo diga, lo más sensato será dejar al tiempo la respuesta definitiva acerca de si la persona del tal Donald Trump es realismo o mera ficción. 

Nosotros, a seguir orando, alabando y dando gracias por la realidad que nos ha tocado vivir ya que «En el modo que tenemos de vivir las circunstancias, decimos ante todos, quién es Cristo para nosotros» Luigi Giussani

(Esto último, parece mentira, pese a que es lo más realista de todo lo que siempre digo, no parece calar suficientemente hondo) 

28.10.16

El enojo

Por ser una persona todavía muy egoísta y por tanto inmadura, además de contar con que poseo un alto porcentaje de las características de una persona PAS (Persona Altamente Sensible) o, quizá sencillamente, debido a soy un simple ser humano, es que reconozco que puedo enojarme mucho.

¿Qué es el enojo?
Es una respuesta por lo regular irracional a determinada situación.

¿Es natural que determinadas situaciones nos enojen?
Sí, es natural enojarse tanto como lo es aprender a reaccionar ante dichas situaciones de manera razonable.  

¿Qué se esconde detrás del enojo?
Impotencia por no poder conseguir lo que tanto deseamos, tristeza por no sentirnos amados o amadas, dolor por las heridas del pasado, impaciencia por estar cansados o cansadas de esperar, miedo o tener a perder lo que tenemos, inseguridad por no creer en nosotros mismos, decepción por tener demasiadas expectativas y por último incomunicación por no saber expresar nuestras emociones” [1]

Impotencia, tristeza, dolor, impaciencia, miedo, inseguridad, decepción e incomunicación… son demasiadas cosas difíciles de manejar para cualquier ser humano como para no reconocer que resultaría mejor aprender a no enojarse o, lo que sería más razonable: aprender a enojarse menos cada vez.  

¿Cómo hacerlo?
Ciertamente no depende únicamente del propio esfuerzo sino principalmente de la gracia.
Por gracia se puede aprender a dar respuestas razonables a situaciones que producen enojo.

Sugiero lo siguiente:

  1. Has frecuente examen de conciencia y, si consigues reconocer que eres una persona enojona, busca un confesor y pide perdón pero no por ser persona enojona sino porque al serlo has lastimado a otros.
  2. Luego, comulga con frecuencia y ora en todo momento pidiendo la gracia necesaria para que, con el pasar del tiempo, te enojes cada vez menos.

Tras haberte cimentado en lo anterior, podrías hacer y tratar de responder estas o preguntas semejantes pensando siempre en que buscas respuestas razonables.

  1. ¿Mis deseos son míos, son los deseos de alguien diferente, los ha puesto Dios en mí? ¿Qué es lo que realmente deseo? ¿Son mis deseos razonables? ¿Es razonable sentirme impotente si no los consigo?
  2. ¿Cuál es mi noción del amor? ¿Relaciono el amor con la satisfacción de mis deseos? ¿Si alguien dice amarme tiene obligación de cumplir mis deseos? ¿Dios los cumple? Si, ni Dios ni las personas los cumplen, ¿es razonable sentirme triste?
  3. ¿Qué hago con las heridas del pasado? ¿Busco ayuda de Dios para sanarlas? ¿Pido perdón y perdono? ¿Es razonable vivir en el resentimiento?
  4. ¿Se ha sabido de alguien que pueda añadir un minuto de vida a su existencia? Por tanto ¿por qué me resulta imposible esperar todo el tiempo que sea necesario? ¿Es razonable la impaciencia?
  5. ¿Qué sucedería si (como de hecho le sucede a muchas personas) de un día para otro, pierdo todo lo que poseo: mis seres queridos, mi casa, mi ropa, el dinero, la comida, el trabajo…? ¿En qué pondré mi seguridad? ¿Quién o qué me la dará? ¿Moriré del miedo? ¿Cuál sería la respuesta razonable al perder toda seguridad?
  6. ¿Qué espero de mí mismo(a), de Dios, del Papa, de mi párroco, de quienes me rodean, del gobierno y de la sociedad en general? ¿Es razonable lo que espero de cada uno? ¿Están capacitados para cumplir mis expectativas? ¿Querrán o tienen la obligación de hacerlo? ¿Es razonable sentirme decepcionado si no las cumplen?
  7. Toda vez que me enojo rompo con un hilo más de la ya de por sí precaria comunicación que mantengo con los demás. ¿Es, por tanto, razonable ceder ante el enojo si deseo conservar la comunicación con mis semejantes?

He de advertir que todo lo anterior no responde a que soy psicólogo sino solo a la experiencia de una persona que, por diversas razones, ha debido luchar cara a cara contra el enojo con la ayuda de Dios.