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9.08.21

Riquezas que aparecen y desaparecen.

El otro día, el apreciado Alonso Gracián me mandó el libro de visiones de la beata Ana Catalina Emmerich sobre La Pasión del Señor.

La cuarta meditación trata sobre el cáliz que utilizó nuestro Señor en la última cena. 

Observé que el cáliz existe desde tiempo inmemorial y, aunque pasó por muchas manos, el Señor siempre contó con custodios de la tradición para hacerlo llegar a manos de Jesús esa noche memorable.

“Porque Dios así lo quiso", dice la beata, “se encontró este cáliz Santo".

Aquella visión me pareció muy aleccionadora en relación a cómo aparece y desaparece la forma extraordinaria de la santa misa en nuestro país.

“Porque Dios así lo quiso", desapareció sin dejar rastro después del concilio Vaticano II, apareció de nuevo para estar presente entre nosotros durante ocho años y, desaparece de nuevo, sin aparente buena razón.

El caso es que el Señor es el único que sabe cuándo aparecer el cáliz y esconderlo para cuando ha cumplido con su deber; lo mismo sucede entre nosotros con la santa misa de antes.

Y, como falta mucho para la Parusía, es probable que volveremos a ver la forma extraordinaria entre nosotros.

Estaremos a la espera!

Sea a Dios toda la gloria!
Deo omnis gloria!

24.07.21

18.06.21

Pandemia, camino de fe y de servicio

Después de la experiencia de algunos días en Facebook conversando sobre las vacunas consulté con un persona de formación impecable y me explicó que algunos católicos están como en una «etapa de reacción» ante el hecho de vacunarse.

Algo parecido a lo que es una de las etapas del duelo cómo es la negación o la ira que se dan como reacción a la pérdida de un bien preciado.

Y, cómo hemos perdido la seguridad de estar saludables y también nos han limitado muchísimo en variados y múltiples aspectos, de ahí la reacción.

Pues bien, la experiencia en Facebook consistió en que, como ya tengo ambas dosis de la vacuna, me puse a conversar sobre el tema y fue cuando empecé a recopilar muchos comentarios de católicos que se niegan a vacunarse.

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27.02.21

Sucedió mientras cargaba (por mí) la Cruz

A lo largo de mi vida me he hecho algunas preguntas a las que, poco a poco (o de  sopetón) me dan respuesta:

Cómo habrá sido para Jesús vivir sin el respeto y afecto de los más cercanos? 
Cómo será vivir de la Providencia Divina?
Cómo habrán hecho José y María para vivir en absoluta incertidumbre sobre el futuro?
Cómo será la vida de oración para quienes padecen dolores y enfermedades?

No existe pregunta que haya formulado sobre lo verdaderamente importante para la que no haya recibido encarnada respuesta.
Y seguimos contando…!

De hecho, hasta hace  poco venía sintiendo lástima de mi misma, sin embargo, mirando el gris y muy triste paisaje de hoy, cai en la cuenta de lo hermoso que es todo lo que se me ha dado vivir. Majestuoso! Admirablemente bello!

Leyendo pocas páginas de Santa Teresa de Avila se aprende cómo reflexionar sobre la vida pasada de manera que aquello, por gracia, arroje frutos de vida eterna. De leerla es que he entendido que, pese a que tengo el ojo afinado, más fino debe estar para las cosas de Dios debido a que, sencillamente, me conviene si es que, en verdad, deseo seguir por este camino.

De esa lectura es que ahora entiendo que mis preguntas siempre han hallado respuesta y, también, satisfacción mis necesidades espirituales y corporales (sin que lo buscara o haya pedido y, probablemente, porque no sabía buscar ni pedir).

Ayer, rezando el rosario un poco aliviada de una dolorosa lesión en el brazo derecho, iba por el cuarto misterio de dolor (Jesús carga la Cruz);de improviso, recordé algo que dijo mi amigo Oscar.

Oscar es apenas unos años mayor que yo, lo conocí por las redes sociales y después de encontrarnos en persona, continuamos la amistad.

Es noctámbulo y por eso es que las primeras llamadas del día las hace a la hora en que rezo el rosario por lo que rara vez respondo; sin embargo, devuelvo casi todas sus llamadas. Hace unos días, en una de esas, después de haber preguntado por mi salud y haberme con el desahogado, me dijo simplemente que, “cuando tuviera dolor que, por medio de Jesús, se lo regalara". Ese día le respondí que no; que, de ninguna forma.

Esa conversación la olvidé hasta que, rezando, el recuerdo se vino sobre mi como una espada. Rompí a llorar.

Nunca lloro porque, cuando lo hago, caigo en la cuenta de que lo hago por auto-conmiseración y  me detengo ya que me parece que ofendo al Señor. El caso es que esta vez lloré pero el motivo fue el significativo gesto de Oscar.

Porque Oscar enfermó de polio siendo muy pequeño y ha vivido desde entonces en silla de ruedas por lo que, mejor que muchos, sabe de tantas cosas sobre las que no sabemos la mayoría. 

- “Por eso, Oscar, (Señor Jésus) responde por favor: ¿Habiendo padecido lo que has padecido y sigues padeciendo, encima, eres capaz de desear llevar sobre ti mis dolores?”

- “Asi es: Dame tus dolores”

Esto sucedió mientras Jesús cargaba (por mí) la Cruz.

De ahí la importancia de afinar el ojo para no perder el  rastro que nos van dejando.

He ahí.

 

24.02.21

Palabras con el poder de una espada

Soy ordenada por lo que, para adquirir nuevos y buenos hábitos, tal como rezar el Rosario o la Liturgia de las Horas, suelo establecer  horarios y estructura. Una vez adquirido el hábito, el horario y la estructura  me sirven en lugar de, como al principio, estar yo a su servicio.    

Así incorporé al rezo del rosario algunas jaculatorias de mi cuño personal y otras de santos o de la piedad popular. De mi cuño personal tengo la de San José cuando le digo: “Señor San José, esperanza de los redimidos; ruega por los miembros de mi familia y series queridos difuntos”.  

Así como ésta he creado y adoptado otras jaculatorias pero existe una que me hace perder el aliento y es: “Jesús, manso y humilde de corazón; haz mi corazón semejante al vuestro”.

Se preguntarán qué tiene de especial si todos la conocen y la recitan con frecuencia?

Lo que tiene de especial es lo que sucede conmigo fracción de segundo antes: el tiempo se detiene y mi alma se traslada a un lugar diferente, me olvido por completo de mi misma y, para cuando pronuncio “Jesús”  (antes de “manso y humilde”), ya estoy por completo vacía de mí y en ese lugar, tan serena, plena de amor, de sensatez y deseo de Dios que, para cuando estoy diciendo “manso y humilde” es como si se abrieran ante mi dos universos (uno por cada palabra) en los que no soy más que una mota de polvo o menos; por lo que, para cuando estoy diciendo “has mi corazón semejante al vuestro”, me descubro con un deseo de algo tan infinitamente inabarcable pero a la vez tan vívidamente presente, que termino olvidando de respirar.

Poco después respiro hondo y  me quedo unos segundos quieta, sin decir nada más para luego continuar con el tercer misterio ya que esa jaculatoria la digo al finalizar el segundo (como les dije: la estructura).

Muchas palabras solas o reunidas en frases, si bien no son Palabra de Dios, contienen el poder de una espada y pienso que es debido a ser inspiradas en un vivo deseo de santidad, obra del Dios, por supuesto.  

Pedir a Jesús que haga nuestro corazón semejante al suyo en mansedumbre y humildad es pedir algo que el hombre, por sí solo, jamás podría alcanzar si no es con el auxilio de la gracia.  

Desde antiguo, la Escritura hace referencia a los caminos de Dios, a la senda que traza para que andemos por ella; se nos sugiere abandonar nuestros caminos para seguir los pasos y vereda del Señor. De tal manera que, muestra que existen  dos caminos que disponibles: el nuestro y el de Dios.

El nuestro es un camino que planeamos cada día y nunca se cumple debido a que la vida es, simplemente, caótica.  

El camino de Dios, en cambio, es inmutable; por verdadero, es el único camino seguro al único destino verdadero.

Tenemos, pues, dos opciones; seguir nuestro propio camino o trazar voluntariamente la ruta por sobre la senda marcada por el Señor desde principio del tiempo.  

Pero, es posible? Posible es.  

Pudo hacerlo Santa María y San José así  muchos santos que los precedieron desde tiempo de Noé.

Tengo un ejemplo sobre cómo hacerlo, aunque cómico, ya que de una comedia lo estoy tomando, y es el personaje que, en tiempos modernos, hace de Noé en esa película titulada “Regreso del todopoderoso” ("Evan Almight”, en inglés).

El hombre es esposo y padre; además un asesor político de alto nivel que tarda un poco en aceptar la conveniencia de obedecer a Dios, por lo que, para cuando las circunstancias no le dejan más remedio, un buen día se decide a sujetarse, no a su camino, sino al camino trazado por el Señor por lo que termina, no solo siendo considerado un loco sino verdadero instrumento del Todopoderoso.

Esa película nos da la idea de, no solo cómo nos verían por seguir las sendas del Señor sino cuál sería el resultado.

Lo sé, no parece haber punto de comparación ya que es una comedia y la vida nunca es así de fácil y divertida. (No fácil, tal vez, pero siempre es divertida, si me lo permiten). 

Debido a que se trata de una comedia, la parte difícil (en la que se sufre mucho, mucho, tanto como para rezar el Salmo 50 tres veces diarias) es tratada con delicado humor ya que, el camino elegido casi le cuesta al personaje su matrimonio, familia y trabajo; pero, solo temporalmente ya que, el Señor tuvo planeado establecer puestos de primeros auxilios a lo largo de la ruta y hasta llegar a la meta, en su compañía.

Me refiero no solo a la película sino en la vida real; principalmente, en la vida real tenemos muchísimos puestos de primeros auxilios a nuestra disposición.

Bien, todo lo anterior solo para decir que, cuando encuentres un jaculatoria, frase o palabra con el poder de una espada que te parte por el medio como a un melón, quédate con ella, ya que te ofrecerá buen servicio durante el camino.

   
“Es mejor estar solo con Dios. Su amistad no me fallará, ni su consejo, ni su amor. En su fuerza, me atreveré, me atreveré y me atreveré hasta que muera".
De Santa Juana de Arco, quien conoció el poder de la espada.