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18.03.25

Lista de contactos

“La vergüenza que nos da por mostrar inocencia, no nos sirve para llegar al cielo." Maricruz Tasies 

La aplicación (app) que utilizo para hacer transacciones bancarias pone a mi disposición la lista de contactos cuando necesito sus números de teléfono para hacer transferencia vía sinpe; con solo escribir el nombre, aparece el número de teléfono del contacto con el que puedo hacer la transferencia o pago. 

La lista de contactos puede contener cuántos nombres escritos de cualquier forma que se pueda imaginar, por ejemplo, yo a veces pongo Andrea de Fermín para recordar cuál Andrea es esa, o escribo Álvaro de Rossi para recordar de cuál Álvaro estamos hablando 

También se puede escribir “hermano” para referirte a tu hermano y “esposa” para saber que te llama. 

Algunos tenemos en la lista de contactos a Jesús, María y José, también tengo a Josué, David y Jacobo, entre otros.  

De hecho, tengo a dos Jesus, uno en el Whatsapp, quien se autonomina el “electrocutado” ya que le cayó un rayo y no murió; y otro Jesús, nacido el 25 de diciembre y que no es el Jesús resucitado que conocemos. 

La lista de contactos puede ser variopinta y tener diferentes usos.

Por eso a la niña del video que publicó Monseñor Munilla (deberán verlo en el facebook de Monseñor) no le pareció raro que su mamá tuviera entre sus contactos a Jesús (el único y verdadero Hijo de Dios), por lo que le mandó un audio por WhatsApp, con el que me identifiqué plenamente.

Qué emocionante sería poderle mandar mensajes o audios tipo WhatsApp a nuestro amado Jesús. 

Y es que, hace muy bien tener una vía de comunicación abierta, como es la oración, que no solo es gratis si no mucho más perfecta y asequible que el WhatsApp.

El caso es que, la frecuencia tanto como familiaridad en la oración con Jesús, podría ser de mucho mejor calidad que la que tenemos con nuestros contactos si confiáramos en Jesús y sus medios para atraernos hacia si. 

Les voy a pedir que antes de terminar no dejen de ver el video de Monseñor Munilla y que, después, revisen su lista de contactos a ver si tienen a un Jesús, María o José, que -de seguro los tendrán- ya que les voy a pedir que les dejen un mensaje tipo WhatsApp aquí en los comentarios.

Nos bendiga Dios. 

30.01.25

Faros afianzados en el ser de Dios

“Discutamos qué sea más importante, el templo o la Fe, y está claro que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno cuando  allí se predique la Fe Apostólica: es santo, si allí habita el Santo”.

San Atanasio, Carta pascual. Año 356

(Tomado de “Poco y católico")

 

Entre paganos y sin templo, la fe de Esdras y Nehemías recibió fuerza y maduró en el exilio.

Casos como el suyo llenan la Sagrada Escritura, los casos se repiten hoy delante nuestro y apenas nos damos cuenta de que la Iglesia de ninguna manera se ve reducida ni su luz opacada; al contrario: cada día, se descubren nuevos santos sacerdotes y seminaristas así como bautizados a los que Dios conduce hacia ellos, para que el rebaño no se pierda, para que se conserve la fe.

Que la fe es más que el edificio hecho de piedra, la fe está hecha de la piedra sólida de la Palabra de Dios, de su amor por sus criaturas. De su no poder dejar de ocuparse hasta del más pequeño y del miserable. De esa cosa rara que tiene Dios de no dejar que su plan se estropeé porque sería como dejarse morir. Así no hace Dios las cosas, sino que las hace completas, buenas, sanas, plenas.

Por eso es que hemos de andar con los ojos bien abiertos, porque no es en cualquier lugar que Dios va residir, no es de cualquier alma de la que se servirá para que recibamos instrucción.

No tiene sentido que Dios se sirva de un alma atribulada por el pecado para fortalecer nuestra fe. Sería lo contrario: de un alma dedicada a amar a Dios es de quien recibiríamos la instrucción conveniente y oportuna, de faltamos eso, la recibiremos de Dios directamente.

Cuando anduve cercana a presbíteros y seminaristas algunos me decían que no me preocupara para la condición del alma de los sacerdotes ya que “la gracia suple”, es decir, aquella alma no será un impedimento para que la gracia de los sacramentos, por ejemplo, cumpla su cometido. Y es cierto, lo tengo clarísimo con la experiencia cercana de muchos párrocos que han pasado por aquí. De todo tipo me ha dado Dios conocer a sus hijos consagrados. Y sé que la “gracia suple”.

Sin embargo, siempre me ha molestado que se abuse de esa manera de la acción de la Gracia. Como si fuera un instrumento a nuestro servicio en lugar de la propia vida de Dios que se dona.

Por eso, por eso… y muchas cosas más, ando, noche y día, con los ojos bien abiertos; para no perder oportunidad de recibir luz de faros afianzados en el ser de Dios, en su gracia. Faros que aceptaron su vocación y ponen todo su ser en amar y servir a Dios. Y se les nota en sus virtudes, en su oración, en su caridad; en esa luz que difunden, que no es propia, sino de Dios.

La fe, al madurar se fortalece y crece, así como crece la Iglesia y cada día es más fuerte. Es que todo lleva el impulso de la Gracia, la propia vida de Dios echando vitalidad y afianzando todo, para que podamos juntos, al final, regocijarnos en su presencia.

Que nuestro centro sea la fe, fe en Jesucristo, aunque no tuviéramos templo.

16.01.25

La fe de María

“Permanece asiduamente en tu santuario interior. No te des a nada con exceso; conténtate con el uso sencillo de las cosas presentes de las que hay que ocuparse cuando es preciso, sin que tu corazón se pegue a ellas. Remite a Dios enseguida todo acontecimiento triste o alegre, vive sin multiplicidad, a fin de que Dios permanezca presente en ti. Rechaza todo impedimento. No desees complacer a nadie, salvo a Dios sólo. Elige con María la mejor parte, no vagabundees de aquí para allá.

Vuelve sin cesar a la soledad, a la conversación interior. El que tú buscas no puede encontrarlo ningún sentido ni ninguna inteligencia, sólo las almas puras lo reciben. Que Él sea tu pensamiento, tu búsqueda continua, y, pase lo que pase, sigue tu camino.

Vuelve siempre así al interior donde está presente la verdad misma. Permanece en paz, soporta todo, ten confianza en Dios, haz lo que esté en tu poder, y pronto recibirás una maravillosa luz para conocer los caminos tan perfectos de la vida interior”.

Juan Lanspergio, S. XVI -Monje Cartujo
Tomado de “Poco y católico”, en Facebook.

— O —

Supongo que lo habrán hecho, me refiero a algún estudio sobre la razón por la que los gatitos aman los portales o pasitos.

Mi gatito no le prestaba atención al portal desde aquella vez que San José terminó hecho añicos en el suelo; sin embargo, decidió que este año no se privaría de darse un gusto. 

Aquello fue un caos. De lejos se escuchaban voces de espanto. Quién era? Los pastorcillos que no daban crédito a sus ojos ante la escena.

El gatito, que –por buscar el calorcito del Niño- empujó a San José de cabeza a un barranco y que, sin pedir permiso a la mamá, decidió –sencillamente- acurrucarse sobre la piernecita del bebé.

“Avemaría!. Pueden imaginarlo?” Así habrá quedado el pobre portal.

Dichosamente, no hubo piezas quebradas, solo San José con una chichota descomunal y que adolorido, se escondía de María por la vergüenza que le daba haberse dejado sorprende por aquél monstruo.

Lo que San José no sabía es que Santa María, comprendía, perfectamente.

Una amenaza de este tamaño cerniéndose sobre la Sagrada Familia me hizo pensar en lo que sería para las santas personas, simplemente, vivir en ese periodo de la historia; por un lado, escribas y fariseos y, por otro, el imperio romano.

En nuestro tiempo, muchos se duelen por el estado al que ha llegado la Iglesia pero, si lo meditaran un poco, quizá delante del portal y –por en medio- un gatito, se darían cuenta que quizá este no es el peor momento de la historia y que, quizá fue uno muy malo, bastante malo, peligroso y difícil, el que vivieron María y José. Y, sin embargo, aquí estamos. 

Se debe recurrir a la soledad, como dice el cartujo arriba citado, a la soledad y al silencio del santuario interior para tomar distancia en el tiempo y espacio. Alejarse hasta que podamos ver al planeta Tierra del tamaño de una mota de polvo para, empezar a comprender la magnitud y dimensión de la fe de María (y San José)

Alguno pide una fe como la suya? Pidámosla.

 

 

 

 

 

 

 

19.12.24

"Hablemos de rosquetes"

                                                           A mi amada y adorable familia, dada por Dios.

En esta época del año, quienes hemos tenido el don de una familia, nos hace bien evocar recuerdos que le confirme al alma que Dios no nos ha dejado ni dejará de su mano: confirmar al alma en la Esperanza.

En mi familia, por ejemplo, de siempre disfrutamos recordar nuestras cosas graciosas, las que no llevan cuentan del tiempo que nos han hecho reír.

Creo que se lo debemos a papá quien era hábil con las palabras y tenía un sentido del humor inteligente y delicado.

A mi hermano, por ejemplo, le decíamos “Don Camiseto”, por lo distinguido que se veía con esa vestimenta y, conocido además, como el calzador de la “Tosa Tusa” (la “otra pantufla”, como el propio niño de muy pequeño la llamaba y por la que lloraba al no encontrarla)

Mi hermanita menor, muy dueña de ella misma desde siempre, no dejaba que nadie le ayudara en nada, ni siquiera a ponerle nombre al jabón para bañarse, al que llamó “piticón". No hubo forma de hacerle cambiar de parecer. 

Por ejemplo, a mamá le decíamos “Tita Tirita”, por llamarla de forma divertida con sus nietos. El abuelo era “Tura Turuta”, cara de mondongo, también.

El sobrino mayor, Daniel, que en dulzura compite con Juancito, cuando ya era tiempo de dormir le decía a su mamita que le insistía en seguir jugando: “Mejor mañana, mamita, porque estoy un poquito mucho cansadito”

Por otro lado, el benjamín, el mentado Juancito, tuvo su propio diccionario del que sacó los nombres de las cosas, algunas son: pamparalalala (por lámpara), mi subichi, tu subichi, su subichi (por Mitsubishi) y además “pi pio auch”, su peluche preferido.

El hermano mayor de Juan, llamado Víctor, Victorino, Victorio, Victorioso, Victoriano, conocido también como “Manuelo”, por Víctor Manuel, resultó el más hábil de los sobrinos con las palabras.

Cuando, con ganas de socializar buscaba a la abuelita, se sentaba en el sofá invitándola a conversar: “Venga, Tita. Vine a estar con usted. Hablemos”, le decía. “De qué quieres hablar?”, preguntaba curiosa la abuela. “Hablemos de rosquetes”, le respondía ceremoniosamente el pequeño Vic.

Así se les iba tiempo, hablando y disfrutando de las palabras que, muchas veces, según el amor  con que se digan, parecen mimos.

La familia mía, aun cuando papá y mamá ya no están, seguimos siendo de ese modo y, aunque resulte singular, trasladamos ese cariñoso trato a las personas en otros ámbitos, incluso, al ámbito de la oración y, más por Navidad, cuando –por gracia- todo se reviste de familia.

Ya que la Liturgia de Adviento y Navidad nos enriquecen con altísimos y dichosos pensamientos, ya que tenemos puesto el portal así como multitud de signos que evocan nuestro parentesco con el Niño Dios, celebremos la familia con la mirada fija en la suya para que, cuando el Niño Jesús nos invite, nos sentemos a hablar con el de rosquetes.

El buen Dios nos conserve en su Gracia. Amen 

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Muy a propósito subí esta imagen del Niño porque cuando lo miro, quien pide hablar de rosquetes, soy yo.

 

 

5.12.24

Adorar

Un cuento oriental tiene como idea central la adoración.

La mujer es el personaje principal quien, de forma imperativa, invita al hombre que la adore. “Adórame!”, le exige.

Como aquél hombre, cualquiera se quedaría estupefacto; pero, si, por lo menos se ha enterado un poco de qué material está hecho, daría tiempo a madurar la idea en su cabeza, analizando ventajas y desventajas, para –finalmente- tomar la decisión, la única conveniente: “Adorarla!”

Para comprender el mensaje hace falta deshacerse de prejuicios ya que, con aquella demanda, la mujer consigue servir como redentor de aquél hombre, cuyo destino dejó de ser incierto, gracias a que libremente aceptó satisfacer a la mujer.

Adorarla implicaba dejar de pensar en sí mismo para pensar en ella antes que en cualquier cosa. Para ella eligió convertirse en siervo: amarla y servirla con todo su ser y con sincero corazón.

El primer domingo de Adviento, durante la homilía, el sacerdote nos hizo ver que –para cada uno- el fin del mundo es el día en que morimos. Visto así, tendríamos que ir madurando la idea de la muerte para que no sea imprevista, aunque pueda ser súbita.

Con madurar la idea, me refiero a enfrentar nuestro personal fin del mundo; por lo que practicaremos morir.

“Cómo practicarlo?, preguntó el sacerdote. “Muriendo cada día a este mundo”, enfatizó.

No es una idea nueva, por supuesto, aunque –dentro del contexto de las lecturas del domingo- la reflexión del sacerdote nos presentó una nueva perspectiva.

Muy bien veo que se relaciona este tema con el de la adoración.

Muy cercana encuentro la idea de adorar a Dios, no solo por ser Dios, sino adorarlo en sus criaturas. La adoración llevó al niño Jesús a preparar el momento de su muerte durante toda su vida. Adorando por amor cada día, hasta su personal fin del mundo.

Aquél hombre del cuento oriental libremente aceptó una idea que el mundo considera “irracional”, es decir, someter la voluntad a cualquiera; con esa acción suya, se puede decir que eligió “morir a los conceptos del mundo”, para adherirse por completo a los de aquella mujer.

Esa fue su salvación.

La nuestra, ya sabemos cuál es.

Bendita sea Dios!

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NOTA: Lo anterior no debe tomarse más que como tema literario. Si habláramos en términos teológicos-doctrinales no se trataría el material de esta manera.