Dios castiga. En ello también me reconozco amada.
Existe una enfermedad singularmente ingrata y es la fibromialgia.
La detona una situación traumática.
La enfermedad consiste en que el cerebro le indica a todo punto de dolor que existe amenaza por lo que todos se mantienen en alerta, es decir, reaccionando ininterrumpidamente con dolor ante una amenaza inexistente de no ser por la que produce el dolor que cada uno de los puntos provoca por estar en alerta.
Digo que es ingrata porque así como de absurda parece al describirla lo mismo muchos médicos la atribuyen a un estado psicosomático del paciente.
A lo ingrato que es el que los médicos descalifiquen su dolor se le añade el que los parientes tampoco lo consideran persona enferma. Para rematar, la enfermedad la sufren muchísimas mujeres por lo que resulta mucho más fácil descalificar sus quejas.
Así como es de ingrata posee la cualidad de exacerbarse con el estrés, una alimentación inadecuada, el frío y la humedad.
Existe alivio? Existe. Lo proporcionan los medicamentos, el mínimo de estrés, una alimentación adecuada, ejercicio, vivir en clima caliente y seco. De no converger todas y cada una de estas variables, a veces, ni siquiera los medicamentos consiguen disminuir el dolor lo que resulta física, mental y emocionalmente extenuante.
Empecé a sufrir de fibromialgia tras una neumonía y mientras seguía una intensiva rutina de ejercicio la cual, dicho sea de paso, fue la que aceleró el daño en el sistema nervioso provocado por la presión que sobre algunos nervios ejercen mis vértebras lumbares 4° y 5°. Sufro, a la vez que por la fibromialgia, por el dolor que provoca una hernia discal.
Desde el momento en que sentí adormecida mi pierna derecha supe que algo andaba mal y que, probablemente, mi vida no volvería a ser la misma.
Y, así fue, mi vida cambió desde el año 2008 en que, con una resonancia magnética, los médicos me enteraron del daño en mi sistema nervioso.
Bajo estas condiciones entré como encargada de cultivos en nuestro proyecto de hidroponía el cual requería enorme esfuerzo físico, sin mencionar el que requirió mi padre anciano y enfermo hasta el día de su muerte.
Ahora bien, desde hace poco más de un año, el estrés se ha incrementado a la enésima potencia debido a sucesos relacionados con la dificultad que existe para cubrir mis gastos básicos; es decir, si había venido sufriendo dolor físico teniendo mis gastos cubiertos, el mismo se ha incrementado al verme luchando a diario para cubrirlos.
A qué viene que les narre semejante drama? Viene a que, dada la discusión sobre que si Dios castiga o no castiga, el caso es que castiga.
Así se lo han señalado, Sagrada Escritura y doctrina en mano, al estimado Alejandro Bermúdez quien pidió a Fray Medina por Twitter le indicara el ejemplo de un castigo específico.
El castigo específico ha quedado aquí expuesto. No solo con el dolor que padezco provocado por causas internas sino por el que se añade por condiciones externas fuera de mi control.
Dios castiga. Me queda clarísimo sobre todo cuando el clima es húmedo y frío.
Dios castiga, sin embargo, en ello me veo no solo participando en “el misterio de un castigo saludable que educa” sino, sobre todo, reconociéndome absoluta e incondicionalmente amada.
En este sentido no pudo haberlo expuesto mejor Fray Nelson Medina:
“También cada uno, en la propia vida, y con un don especial, en la vida de nuestros pueblos, puede en ciertos momentos llegar a reconocer una participación en el misterio de ese castigo saludable que educa pero que además restablece un orden de sabiduría superior. A través de un discernimiento humilde y cuidadoso la persona descubre: su responsabilidad, las consecuencias de sus actos y la providencia divina. Quizás algo de eso vivió el salmista que escribió: “Me estuvo bien el sufrir; así aprendí tus justos mandamientos” (Salmo 119 [118], 67)”
11 comentarios
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Quizá se le aclare con el comentario que hice después del suyo.
Se han puesto a pensar que aquello que considere es o no un castigo divino incumbe, única y exclusivamente, a mi conciencia en relación con Dios y a mi historia personal?
No, no lo han considerado. Considérenlo, antes que todo, por favor.
En segundo lugar: He dicho que mis enfermedades sean un castigo?
Pues no. No lo he dicho.
He dicho que padezco de un dolor que se denota por causas externas que son las que considero un castigo educativo de parte de Dios.
He juzgado que lo es debido a los frutos que ha producido como es paz, fortaleza, templanza, sentido de la justicia, paciencia, mayor deseo de amar a Dios en mi hermanos, etc.
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jeje, Juvenal, habla usted en serio?.
Me alegra mucho esos frutos, pero si ello es el fundamento para considerar los eventos que los causaron como un "castigo" creo que hay riesgo de confundir el mal per se con el dolor y éste con el sufrimiento ya aclarado por Juan Pablo II el la Salvici Doloris, documento que es más seguro recurrir a la hora de discernir los propios males y los ajenos.
Papa Francisco.
El sufrir enfermedades es una cruz que muchos tenemos y tendremos que soportar en algún momento. Pero no necesariamente hay que entender de lo que hemos venido diciendo mi persona, Nestor y ahora Fray Nelson, que todo sufrimiento ha de entenderse como castigo. Lo explica el Papa Juan Pablo II:
“El libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento. La Revelación, palabra de Dios mismo, pone con toda claridad el problema del sufrimiento del hombre inocente: el sufrimiento sin culpa. Job no ha sido castigado, no había razón para infligirle una pena, aunque haya sido sometido a una prueba durísima. En la introducción del libro aparece que Dios permitió esta prueba por provocación de Satanás.”
Juan Pablo II, Salvífici Doloris
Ya ves el caso de Job, fue probado y no fue castigado. Hay otros que ciertamente son castigados y no probados. Por eso siempre decimos que sin una especial revelación no podemos asegurar que determinado mal en específico sea un castigo divino.
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O sea, que me he equivocado de cabo a rabo en juzgar que lo externo que me aflige es reprimenda por mi falta de responsabilidad?
Bien, no sería la primera vez. :)
Espero tu respuesta, José Miguel.
Gracias,
PD. Antes de que respondas podrías decirme si bajo certeza moral podría saber si esto o lo otro es o no castigo divino? Es que sin certeza moral, cómo haríamos para saber, por signos y señales, cuando -por ejemplo- estamos en gracia? No es que podamos tener certeza absoluta pero al menos estar abiertos a la probabilidad de estar en gracia.
“Una joven venía desde Benevento para pedir una gracia para su marido que se había quedado totalmente ciego. Padre Pio dijo que la única esperanza para la salvación de su marido era que estuviera ciego, como castigo por haber golpeado a su padre. La pobre mujer
9se lo hizo saber a su marido. El primero estaba renuente, y luego revelo que cuando tenía 16 años de edad, el había severamente golpeado a su padre con una barra de hierro” Mortimer Carty, f. C.(1973). Padre Pio the stigmatist. TAN Books. (página 28-29)
El no castiga por odio:
« Lo que es grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación » Concilio Dogmático de Trento, Sesión XIV, Capítulo IX De las obras satisfactorias
« No rechaces, hijo mío, el castigo del Señor, no te enfades por su reprensión, porque el Señor reprende a los que ama como un padre a su hijo muy querido » Proverbios 3,11-12
« No llores, todavía hay un gran número de almas que Me aman mucho, pero Mi Corazón desea ser amado de todos y, debido a que Mi amor es grande, los amenazo y los castigo.» Santa María Faustina Kowalska, Diario ‘La Divina Misericordia en mi alma’, 1703
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Adrián,
Comprendo perfectamente. El caso es que sería fácil hallar razones para considerar que por mis pecados del pasado el Señor me corrigiera o que lo estuviera haciendo ahora por los más recientes. Se que me ama y quiere lo mejor para mi. Confío en El. Qué más puedo decir?.
Sería mejor que estuviera renuente al castigo o que lo recibiera gustosa porque me siento culpable, cosa que no sucede ya que en su momento recibí el perdón de mis pecados?
Pues no, ni renuente al castigo ni considerar que lo merezco por sentirme culpable. Si lo merezco es por justicia por lo que tendría que estar de acuerdo.
Después de seguirla a usted los últimos tres años, no lo dudo.
¡Corríjase!
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