Diez clásicos, y muy actuales, cuentos de ciencia ficción
«El gran día de Su ira». John Martin (1789-1854). |
«Todo se está convirtiendo en ciencia ficción. De los márgenes de una literatura casi invisible ha surgido la realidad de hoy».
J. G. Ballard
LA MÁQUINA SE DETIENE (1909). E. M. Foster.
¿Nos encontramos ante uno de los relatos más proféticos del siglo XX? Probablemente.
Publicada en 1909 por Foster con la intención, no solo de mostrar su desdén por el avance tecnológico, sino también de lanzar una advertencia sobre la forma en que, en su opinión, este empobrecería nuestras vidas, la historia volvió a atraer la atención de muchos lectores en 2020, cuando la denominada Pandemia cambió la vida de tantas personas tornándola virtual.
Todo se halla aquí: internet, videoconferencias, auto aislamiento, e incluso el miedo a otros seres humanos. Y supervisando y controlando todo, la Máquina, una misteriosa entidad tecnológica adorada como un dios por la totalidad de los habitantes de esta futura Tierra. ¿O quizá no por todos?
ANOCHECER (1941). Isaac Asimov.
Este cuento, escrito cuando Asimov tenía poco más de veinte años, es ampliamente considerado como uno de los mejores relatos de ciencia ficción de todos los tiempos. De hecho, en 1968 los escritores de ciencia ficción de Estados Unidos lo votaron como el mejor del género escrito antes del establecimiento de los premios Nébula, en 1965.
La historia trata sobre un planeta que no tiene noche, excepto una vez cada 2.049 años, momento en el que tiene lugar un eclipse que oculta a los seis soles que, de ordinario, iluminan el planeta. Los científicos están preocupados por el caos que podría producirse cuando caiga esa inesperada noche. ¿Se producirá un colapso social? ¿Se volverán locos los hombres? ¿O acontecerá lo vaticinado por Ralph Waldo Emerson?:
«Si las estrellas aparecieran una noche cada mil años, ¡cómo creerían y adorarían los hombres y preservarían durante muchas generaciones el recuerdo de la ciudad de Dios!».
Quizás deban leer el cuento.
EL RUIDO DEL TRUENO (1952). Ray Bradbury.
Otra historia clásica de viajes en el tiempo, esta vez de un retorno al pasado.
La historia se publicó por primera vez en la revista Collier’s en 1952 y comienza en un futuro, alrededor del año 2055. Una empresa estadounidense de safaris para viajes en el tiempo, Time Safari Inc., ofrece a los cazadores desplazarlos hasta un pasado remoto con la promesa de poder dar caza a animales extintos hace millones de años, como los dinosaurios. Un hombre llamado Eckels aparece dispuesto a emprender su safari… con resultados desastrosos.
Una temprana muestra de la teoría del caos y del conocido efecto mariposa (nunca mejor dicho en este cuento) en relación con las posibles paradojas de los viajes en el tiempo.
HARRISON BERGERON (1961). Kurt Vonnegut.
Se trata de una actualización futurista (ya no tanto) y en tono satírico y mordaz, de las clásicas advertencias contra el totalitarismo igualitario, algo que nunca viene mal. Sobre todo, porque, aunque hace miles de años que tales peligros fueron denunciados por Platón en su República, siguen sin parecer causar efecto alguno en las almas de los hombres.
El terrorífico y espeluznante espectáculo al que conduce siempre el vano intento de igualar por abajo.
UN PLATILLO DE SOLEDAD (1953). Theodore Sturgeon.
Una hermosa metáfora sobre la incomunicación en las relaciones humanas, y uno de los grandes relatos de Sturgeon. La mayor de las oportunidades (una joven recibe un mensaje extraterrestre a través de su contacto con un minúsculo platillo volante) puede convertirse en la mayor de las maldiciones (es repudiada por la sociedad y tildada de espía). Ninguna historia ha descrito mejor que Un platillo de soledad los sentimientos de un apestado social, algo muy de nuestros días de cancelación. Nos hallamos ante uno de los mejores relatos del más brillante hacedor de historias que ha dado la ciencia ficción y uno de los más grandes cuentistas estadounidenses del siglo XX.
LOS QUE SE ALEJAN DE OMELAS (1973). Ursula K. Le Guin.
Un relato distópico inolvidable. Con una concisión demoledora, la autora disecciona nuestra sociedad occidental en apenas diez páginas de mera descripción, sin ninguna trama aparente. La historia está ambientada en la ciudad ficticia de Omelas, en la que reina una increíble prosperidad, pero a un costo terrible. Toda la idílica comunidad pende del sufrimiento de un niño pequeño que es mantenido en condiciones miserables en un recóndito habitáculo.
Cuestiones éticas profundamente inquietantes y muy pertinentes hoy y siempre (el chivo expiatorio en toda su extensión, filosófica, sociológica y teológica) planteadas lacónicamente a través de la hermosa y elocuente prosa de Le Guin.
ARENA (1944). Fredric Brown.
Asistimos a una guerra interplanetaria entre humanos y una raza alienígena, los Intrusos, una extraña forma de vida extraterrestre, esférica y con tentáculos retráctiles. Carson, soldado terrícola, es abducido por una entidad desconocida con el objeto de representar a la humanidad en una suerte de lucha de gladiadores frente a uno de los Intrusos. Tal combate dirimirá el destino de sus respectivos mundos, ya que la especie del perdedor será exterminada.
Un remedo de los tiempos romanos en medio de la inmensidad de las galaxias.
ESCLAVO EN GALERAS (1957). Isaac Asimov.
Uno de los relatos de la famosísima serie Robots (el considerado favorito por el autor entre sus historias de robots protagonizadas por el personaje de Susan Calvin).
En todos los relatos de esta serie, Asimov juega hábilmente con una hipotética interacción humano/robot bajo, las denominadas por él, tres leyes de la robótica, a saber: 1. Ningún robot dañará a un ser humano o permitirá, por inacción, que este sufra daño. 2. Un robot obedecerá las órdenes de un ser humano siempre que estás no contradigan la Primera Ley. 3. Un robot salvaguardará su propia existencia, siempre que tal hecho no entre en conflicto con la primera o segunda de las leyes.
En esta historia, Asimov nos cuenta un entretenido drama judicial en el que entra en juego la primera de las leyes citadas. Lectura, en todo caso, muy actual, pues pone de manifiesto el temor de que la automatización robótica del trabajo académico (o de cualquier otro) pueda destruir la dignidad y humanidad del mismo.
LOS DEFENSORES (1953). Philip K. Dick.
El mundo se halla sumido en una guerra tan devastadora, que los pocos supervivientes se ven obligados a vivir en ciudades subterráneas, mientras que sofisticados robots, inmunes a la radioactividad (los defensores), continúan librando la guerra en la arrasada superficie. Sin embargo, algunos hombres consiguen salir al exterior, descubriendo que el conflicto no es más que una ficción urdida por los robots para mantener su control sobre los seres humanos.
Apocalípticas guerras futuras, robots, y la duda sistemática sobre qué es real y qué no lo es, confluyen en este relato, de irónico título. Una historia tremendamente actual al tratar el asunto de la realidad virtual y la I. A. junto con los peligros y tentaciones de dominación que ambas encierran.
LOS SUPERJUGUETES DURAN TODO EL VERANO (1969). Brian Aldiss.
Un ya célebre relato cautelar sobre esa nueva frontera tecnológica, que a modo de oscuros nubarrones, se perfila ya en el horizonte: la mal denominada inteligencia artificial.
Los eventos tienen lugar en una sociedad distópica, superpoblada y tecnológicamente avanzada, en la cual el autor explora temas como la desigualdad social, el aislamiento y la soledad, así como la relación entre los seres humanos y la inteligencia artificial. Stanley Kubrick seleccionó en su día este relato para su nunca finiquitada segunda película de ciencia ficción, finalmente realizada en el año 2001 por Steven Spielberg, bajo el título, A. I. inteligencia artificial.