Hace 20 años Ángela Berners-Wilson, por cuestión de orden alfabético, se convirtió en la primera sacerdotisa de la «Iglesia de Inglaterra».
Un par de meses después, Juan Pablo II, el 22 de mayo de 1994, cerraba definitivamente la cuestión con la publicación de la Carta Apostólica «Ordinatio Sacerdotalis»:
Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
Años antes Pablo VI ya había aclarado la cuestión ordenando la publicación de la Declaración «Inter insigniores» y después Benedicto XVI lo explicó por activa y por pasiva, incluso por «perifrástica» haciendo especial mención en el nuevo texto de las «Normae de gravioribus delictis». El Papa Francisco, como no puede ser de otro modo, ha seguido incidiendo y preguntado al respecto dijo: «En cuanto a la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado y dice no. Lo ha dicho Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada» y también, cuando ha hecho falta, haciendo uso de las normas aprobadas por su antecesor.
Este fin de semana han «celebrado» los 20 años de aquellas 32 «ordenaciones» en Inglaterra, un acto que no ha acercado más a la gente a Dios, más bien todo lo contrario. Los número no mienten, mienten los/las que lo presentan como última salvación del cristianismo.
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