200 jubilados voluntarios para ir al infierno de Fukusima, ¡hurra por los abuelos!
Decía San Francisco Javier, respecto a la evangelización, que «no hay entre los infieles ningún pueblo más bien dotado que el japonés». Experiencia tenía y no es que lo agasajasen precisamente.
Las virtudes humanas sobreabundan. Es una pena que parte de sus pastores actuales les consideren unos tarados intelectuales, incapaces de recibir con plenitud el evangelio y les den sucedáneos insulsos, adaptaciones cursis y edulcoradas de la Buena Nueva. No se lo merecen.
Ayer leí en la BBC, la iniciativa de un grupo de 200 ingenieros y técnicos japoneses retirados, que se han ofrecido al gobierno para ser ellos, y no los jóvenes, los que procuren terminar de solucionar el problema de la central nuclear de Fukusima. Porque aunque ya no salga en los telediarios, aquella desgracia continúa.
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