La escuela del dolor
Qué ilusión me hizo leer ayer en la revista «Alfa y Omega» la breve semblanza-testimonio de uno de mis blogueros favoritos: Álvaro Menéndez Bartolomé.
Un blog que caracterizaría por su honestidad intelectual. A mi me enriquece su lectura Pero como suele ocurrir en estos casos, descubres que él es mucho más interesante que su blog. Conocía parte de su historia, la que ha decidido compartir: el sentido cristiano del dolor.
Álvaro es un joven de 37 años, casado y con tres hijos, que sufre una enfermedad llamada espondilolistesis de alto grado (deslizamiento de las vértebras), lo que le ha provocado una patología en el sistema nervioso y un dolor crónico que limita su vida cotidiana. Tiene «dolor neuropático cada minuto del día, explica Álvaro. Existen picos de dolor durante el día, que son los más molestos, aunque el resto es llevadero. Soy consciente de que mi patología no es comparable a otros casos, pero sí quiero constatar que mi experiencia personal me ha conducido a entender el dolor como una buena lección: la escuela del dolor. Cada crisis y cada fracaso, cada lucha, es siempre la semilla de algo positivo, igual o aún más grande».
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