Lampedusa: una verguenza y complicada solución
“Es una vergüenza”. Así se expresaba el papa Francisco I ante la tragedia de Lampedusa. Es lo menos que puede decirse cuando los muertos se cuentan por centenares y además existen testimonios de náufragos según los cuales hubo barcos que, viendo la tragedia, parece que no ayudaron. Cada día ocurren cosas parecidas en Lampedusa, Ceuta, Melilla o la salida de Cuba. Personas que mueren en el intento de alcanzar la libertad y un porvenir donde les sea permitido alimentarse cada día. Mala cosa que acabemos acostumbrándonos.
Hemos visto el rostro de la muerte y el dolor. Lo juzgamos como una tragedia que nos saca los colores y encoge el alma. Con el papa Francisco gritamos “vergüenza” y rezamos por las víctimas. Pero seamos claros, ¿qué se puede hacer?

Tiempo sin saber de Rafaela. Hasta que hace un rato, el teléfono. Un torbellino esta mujer, te saluda y rápido comienza a soltar todo lo que tiene dentro.
Las obras de misericordia no están abolidas, derogadas ni pasadas de moda. Y una de ellas, la primera de las espirituales, es “enseñar a que no sabe”. ¿Enseñar el qué? Pues a conocer a Dios, a respetar, a comportarse como una persona de bien, ser educado, tolerante con los que piensan distinto. Una señora obra de misericordia.
Nadie es perfecto. Ni un obispo, un párroco, un padre de familia o un empleado de correos y telégrafos. Todos sujetos a crítica, y cuanto más público el personaje, más. Pero vamos a convenir que una cosa es la crítica, y otra la fijación y el ensañamiento. Y eso es lo que vengo observando desde hace tiempo en Religión Digital, que hoy ha decidido caer todo lo bajo que se puede. Porque





