Treinta años de cura y me dicen que no he entendido nada
La verdad es que el reencuentro con viejos conocidos es algo fantástico. Llevaría sin ver a Pepi y Mario lo menos diez años. Lo que son las cosas. Llaman a la puerta del despacho, y mira por donde ellos dos. Viejos conocidos de antiguas andanzas pastorales.
Colaboradores en alguna de las parroquias donde estuve hace años.
Abrazos, besos, risas… pero bueno… pero qué alegría. Esas cosas. Poco dura la alegría en la casa del pobre. Porque todo eran reproches: vaya parroquia que habéis construido, menudo edificio, habrá costado una pasta, los pobres, la crisis. Venían de dar una vuelta y se habían encontrado con la capilla de la adoración perpetua. Vaya por Dios, más reproches.