23.07.14

Del Monte de los Olivos al Monte Sión

Esta mañana tocaba, se lo imaginan quienes conocen Jerusalén, el monte de los Olivos.

Se comienza la visita por la pequeña capilla de la ascensión, desde la cual Jesús subió al cielo. Una pequeña capilla en manos musulmanas, descuidada, maloliente, donde la tradición muestra una piedra en la que el Señor dejó su huella al subir al cielo.

Nada que ver la iglesia del Pater noster, cuidada por religiosas carmelitas, que es un primor de limpieza y acogida. El texto del padrenuestro nada menos que en ciento setenta y una lenguas, y algunas de el,plástico en braille. Una pequeña cueva. U estar el lugar exacto donde el Señor escuchó la palabra de los discípulos: enséñanos a orar. Hemos rezado el padrenuestro con unción y después nos ha sido dado poder escucharlo en arameo, la le gua original en la que Jesús se lo regaló.

La bajada es impresionante. Mientras nos acercábamos a la iglesia del Dominus flevit, hemos ido cantando por la calle “hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor". Y cuando se nos ha acabado, otra vez, a plena voz, y moviendo nuestras manos, casi bailando, “qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor".

Tengo un cariño especial a esa iglesia que posee el mejor retablo del mundo, la vista de la ciudad de Jerusalén. Una misa densa que habla de viernes santo y de Jesús que se siente triste porque sus discípulos, nosotros hoy, no le hacemos caso. Hemos cantado los improperios: “pueblo mío, qué te he hecho… Tú hiciste una cruz para tu salvador".

Desde ahí hemos entrado en Getsemaní, el huerto de los olivos, donde nos saludan ejemplares que tienen más de dos mil años, es decir, ejemplares que fueron testigos de la oración y la angustia de Jesús. La capilla de la agonía es impresionante. Una luz fría, lúgubre, que habla de angustia, dolor, terror por la muerte que se acerca. Un altar en forma de cáliz nos habla del que bebió Jesús, el cáliz de la pasión. Pero atención, porque ese altar está colocado sobre la piedra de su oración.

Hemos tenido un tiempo prolongado para la oración personal, en silencio. En esta capilla es fácil, todo invita. Es la tragedia que envuelve con la tiniebla del fin. Jesús reza y acepta el cáliz de la pasión con un sufrimiento tal que hasta le hace sudar sangre.

En el monte Sión nos hemos encontrado con tres lugares muy especiales. E primer lugar, San Pedro in Gallicantu que nos lleva nada menos que a conocer la profunda fosa a la que fue Jesús arrojado la noche del jueves santo, y a poder contemplar la escalera origina; de época de Jesús, que el maestro recorrió varias veces en la noche del jueves santo.

Tanto para ir del cenáculo al huerto de los olivos, como para el regreso detenido, esa escalera es paso obligado. Verla es ver el lugar mismo por el que Jesús paso indudablemente varias veces en esa noche. Es fácil comprender la emoción.

En el monte Sión se encuentra la capilla de la ascensión, donde se puede contemplar una imagen de la Virgen María yacente. En ella se conmemora el moneto en el que Maria, después de fallecer, fue elevada por los ángeles al cielo en cuerpo y alma. Fue asumpta.

Dejo para el final el cenáculo. Lugar de la última cena, el lavatorio, el mandamiento del amor, el sacerdocio, apariciones, pentecostés… Es efectivamente una sala superior de un edificio que esta situado con toda certeza en el lugar del cenáculo, y que corresponde hoy a una construcción de la época cruzada. Otra emoción más, y es que en Tierra Santa vive uno permanentemente con el corazón derramándose en lágrimas.

He querido renovar mi sacerdocio con mis feligreses y amigos, encomendándome a sus oraciones. Soy un poco llorón, así que he terminado como he podido, con el consuelo del abrazo de la gente que te quiere y a la que quieres. Sacerdote por ellos, para ellos. Sacerdote débil y muy limitado, que se sabe en pie únicamente por la misericordia y la gracia de Dios.

Deliberadamente me he dejado para el final un par de cosas del monte de los olivos. Por una parte, la iglesia del sepulcro de la Virgen, una iglesia ortodoxa con no se sabe si con más lámparas o lamparones, donde dicen que fue llevado el cuerpo de la Virgen tras su muerte. Personalmente no me da especial devoción. El otro lugar es una pequeña capilla, justo al lado de la anterior, que llaman del prendimiento, con poca base histórica. Tampoco me dice nada. Cosa de mi poca fe, posiblemente.

22.07.14

A Belén pastores

Hemos comenzado el día con María, Isabel, Zacarías y Juan Bautista. Ain Karem, el pueblo del Bautista, hoy es un barrio de Jerusalén.

Cuesta la subidita a la iglesia de la Visitación. Llegar y encontrarte con el Magnificat en tantísimos idiomas te hace entrar en el saludo de las dos primas. Isabel que venera en María la encarnación. María que proclama la grandeza de Dios.

Más tarde, la iglesia del nacimiento de Juan. En esta ocasión, es el Benedictus el que cubre las paredes exteriores del santuario. La simpleza del lugar del nacimiento, marcado en el suelo, te conmueve. Y es que ese niño será grande, nada menos que el precursor.

Belén, campanas de Belén. Suerte de llegar a la iglesia de Santa Catalina justo unos minutos antes de comenzar la procesión de los católicos hacia el mismísimo lugar del nacimiento de Cristo, lo que nos ha permitido participar de la liturgia.

Triste la basílica de la Natividad en plena restauración. El lugar del nacimiento de Cristo, marcado por una preciosa estrella de plata, sigue igual. Todos nos hemos agachado para besar ese santo lugar.

Me gusta hacer que los peregrinos reparen en la minúscula puerta de entrada a la basílica: pequeña y bajita. La historia dice que era para evitar que se entrase a caballo en el lugar. La teología, para hacernos comprender que es necesario hacerse pequeño par entraren el misterio de la Natividad.

La misa ha sido muy especial porque la hemos celebrado en el campo de los pastores y nada menos que en el interior de un de las cuevas en las que los pastores guardaban el rebaño. Me gustan esos espacios naturales porque te llevan mucho mejor al misterio. Una cueva con el techo negro de humo de generaciones de pastores calentándose en las frías noches de Belén. En esa cueva, en julio, qué bien ha sonado el “Noche de paz” y también “Campana sobre campana” en la adoración del niño.

Muchos amigos y familiares nos preguntan por la situación de guerra y violencia que ahora sufre esta tierra. Hemos de decir que no notamos nada en el ambiente, tan nada que hemos entrado en Belén y salido sin que ni siquiera nos hayan pedido el pasaporte. Apenas sabemos nada, y más por lo que nos llega de España que por lo que aquí estemos observando. En cualquier caso un horror y cada día pedimos por la paz.

21.07.14

Bienaventurado el que madruga

A quien madruga, Dios le ayuda. Así que esta mañana hemos sido los primeros en llegar al lugar de la multiplicación de los panes y los peces. Cinco panes y dos peces y aún sobraron cestos y cestos. Qué cosas. La generosidad de un chiquillo que aportó lo que y,menía, bendecida por Jesús, hace que todo se multiplique y sobre. He aprovechado para hablar de Cáritas, que es la niña de mis ojos. A mí eso de “dadles vosotros de comer” me impresiona cada día más. La multiplicación de los panes y los peces es claro símbolo eucarístico. Por eso que nada se pierda. En la iglesia siempre unidas eucaristía y caridad. Es que no puede ser de otra manera.

La misa, a continuación nada menos que en el monte de la bienaventuranzas. De nuevo eso de madrugar, porque hemos sido los primeros en comenzar y eso no ha permitido elegir lugar. Sin dudarlo, un altar al aire libre, justo el más próximo al lago. El canto de entrada ha sido un prolongado “no adoréis a nadie más que a Él". Después… Ay después como suenan las bienaventuranzas leídas mirando al lago. Imaginando a Jesús, viéndole entre nosotros, todo se hace diferente. Sus palabras son otras, y cuando al final uno escucha eso de dichosos vosotros cuando os persigan, sientes un fuerza especial y te descubres casi capaz de todo por Cristo. Qué os voy a contar de lágrimas. Un crítico teatral diría que hasta el apuntador. Pero son lágrimas de esas bonitas, de felicidad, de entrega.

En esa zona todo está cerca. Apenas unos minutos para conocer el lugar del primado de Pedro y recordar esas tres preguntas del maestro que al pobre Pedro hasta le llegaron incomodar: “me amas? Señor, tú sabes que te amo…” A contraluz una preciosa escultura de bronce nos muestra la escena. Junto a la pequeña iglesia aún puede descubrirse el muelle donde atracaban las barcas, y dentro de la iglesia la piedra donde asaron el pescado. Un sitio mágico porque te permite acercarte al lago sin problemas, mojar las manos… Lavarte hasta la cabeza.

De allí, a Cafarnaum, la ciudad del Señor donde visitar la casa de Pedro y la primitiva sinagoga en la que Jesus proclamó el discurso del pan de vida. Cada vez por cierto me gusta menos la moderna iglesia construida sobre la casa de Pedro, yo he visto platillos volantes con mejor estética.

Despedirse de Galilea para marchar a comer a Jericó. ¿Verdad que suena a trompetas? Y suena a Zaqueo y un sicómoro. La mitad de mis bienes a los pobres y. Si de alguien me he aprovechado le restituiré cuatro veces más. Olé por Zaqueo, eso sí que es tomarse en serio las cosas. Cerca de Jericó hemos pasado junto al monte de las tentaciones de Jesús y las excavaciones de Qumran. Y de ahí a conocer, aunque de lejos el impactante monasterio de San Jorge de Coziba. En pleno desierto, sin más acceso que un viejo camino. Y ahí monjes dedicados a la alabanza. Chapeau por ellos.

Hemos pasado a Belén para compras en una cooperativa de palestinos cristianos. La situación de los cristianos en tierra santa, especialmente en la zona de Belén es dramática. Comprar algo es ayudar a que la presencia cristiana se mantenga en Tierra Santa.

Hemos enterado en Jerusalén cantando, como no podía ser de otra manera, “Qué alegría cuando me dijeron". Ahora y en el hotel esperando la hora de la cena. Y después… Un paseo hSta l puerta de Damasco y poner nuestros pies en la vieja ciudad de Jerusalén. Que alegría… Qué grande es Dios.

20.07.14

Monte Tabor: qué bien se está aquí

Día especialmente intenso que comenzamos subiendo al monte Tabor. Qué bien se está aquí. Es lo primero que han pronunciado todos los peregrinos. No es extraño que quisieran quedarse allí y más cuando veían la pasión tan cerca. Pero ya se sabe que la pasión es camino de resurrección.

Nazaret. Acudimos lo primero de todo a la cripta de la anunciación. El verbo se hizo carne AQUÍ. Y ese aquí se convierte en un nudo en el corazón que se desata en lágrimas. Contemplando la casa de María en Nazaret creo que llorábamos todos. La misa, en la casa de San José. Cuánto tenemos que aprender de la humildad y el silencio oscuro de José. Les he dicho en la misa que la gran tarea que Dios ha puesto en sus manos es la de vivir en la oscuridad viviendo y anunciando el evangelio empezando por sus propias familias.

Caná huele a boda y a sacramento. Los matrimonios presentes han renovado sus promesas matrimoniales en un ambiente cargado de emociones. Alguna peregrina, viuda, lloraba y lloraba. Y es que el matrimonio es más que unos años, es sentirse juntos aunque uno de los dos haya partido.

Hemos renovado el bautismo en el Jordán, pero no en uno de los sitios habilitados para tal fin, sino en una de las orillas entre piedras en plena naturaleza. Renuncio, creo… y tomar agua, mojarte, volverte a mojar, llenar botellas que llevar a Madrid.

Hemos acabado el día navegando durante cerca de una hora por el lago de Tiberiades. Durante la travesía hemos leído los pasajes de la llamada los discípulos y el de la tempestad calmada. Después qué distinto suena cantar eso de “Tú has venidos la orilla” y sentirte interpelado por el Señor que te dice que necesita tus manos y decirle que sí como aquellos primeros discípulos. Tiempo ha habido también para cantar, bailar, reír, hacer la conga y sentirnos en fiesta porque eso de ser cristiano es algo grande.

Estamos felices. El grupo disfrutando mucho y viviendo estos días con una alegría muy especial. Yo me siento feliz.

Mañana dormiremos en Jerusalén. Impresiona.

19.07.14

Monte Nebo: lo verás, pero no llegarás a pisar esa tierra

Quizá lo más impactante del monte Nebo sea asomarse al gran mirador. Al fondo, el mar Muerto, la línea verde que marca el curso del Jordán y la oscura mancha al fondo del oasis de Jericó.

El monte Nebo es el fin del éxodo. A Moisés le fue concedido llegar a ver la tierra prometida pero no pudo pisarla por dudar de la palabra del Señor. Nunca se supo el lugar de su enterramiento aunque fue claramente en el monte Nebo o en su entorno. La monja Egeria, peregrina española del siglo IV cuenta que un monje le mostró una tumba en la que según su versión los ángeles depositaron el cuerpo de Moisés.

Hemos celebrado la eucaristía en una sencilla capilla que facilita a los peregrinos. Ha sido el primer momento par comprender lo que es una peregrinación, porque a Tierra Santa no se viene de turismo, a ver cosas, sino a encontrarse con Jesus. Y a eso hemos venido.

Peregrinar tiene mucho de oración y escucha de la Palabra, y tiene, sobre todo tenía, la ofrenda a Dios de los sinsabores y peligros de la peregrinación que se aceptaban como penitencia por los pecados. Hoy peregrinar es cómodo, pero nunca estamos exentos de cualquier pequeña molestia que hay que vivir con ese espíritu de fe y confianza en el Señor.

Bonito poder ofrecerme a los peregrinos como sacerdote. Es consolador ver cómo en cualquier momento alguien, disimuladamente, se acerca para un consejo, una pregunta, reconciliarse. Eso es peregrinar.

La misa, entrañable. Momento par empezar a gustar la riqueza de estos días de rezar juntos, mirar, descubrir.

Tras el monte Nebo, nos hemos ido recorrer Gerasa, posiblemente una de las ciudades romanas más espectaculares del mundo. Por cierto, frío más bien poco.

Tras la comida ha tocado el paso de frontera que lo hemos hecho cantando ese “evenu shalom alejem” que todos hemos cantado más de una vez en su versión castellana de “La paz esté con nosotros".

Ahora estamos recién llegados a la ciudad de Tiberiades. A punto de cenar para marchar luego tranquilamente de paseo hasta el lago. Ya lo hemos visto, como también hemos podido contemplar desde el bus el río Jordán. Todo huele a Jesús.

Me ha causado buena impresión el guía. Nos ha dicho que para él, católico, es una enorme responsabilidad acompañarnos porque entiende su tarea como un tratar de ayudarnos a ser más y mejores creyentes. A eso hemos venido.