17.10.14

Ojo con los que hablan mal del cura anterior (o del papa, o del obispo)

Cuando un párroco llega a su nuevo destino, lo hace para suceder a un compañero que antes que él, con sus luces y sombras, pero aceptando siempre su buena voluntad y su deseo sincero de servir al evangelio y a los fieles. El compañero anterior es merecedor de todo el respeto, el aprecio y el agradecimiento por la labor realizada.

El anterior párroco es alguien que dejó a su paso mucha gente buena que vivió su vida cristiana en la parroquia, un buen equipo de colaboradores, y siempre alguna familia o algún feligrés despechado por la cosa de que no a todos se puede caer bien. Cosas de la condición humana.

¿Qué hace el cura nuevo? El cura nuevo yo creo que ha de moverse con la gente en líneas diversas:

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15.10.14

Más sobre la relatio: las familias "normales" se sienten abandonadas

FamiliaCosas que uno escucha y le hacen pensar. Una reflexión que ayer mismo me hacía un feligrés muy bien formado, que se ha leído la “Relatio” y tampoco sale de su asombro. Porque además de asegurar que hay cosas en ella que van directamente en contra del magisterio de la Iglesia, tanto que me afirmaba -yo también lo afirmo- que con un trabajo así no pasaría el examen un alumno de teología, hay otra cosa que le duele aún más si cabe.

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14.10.14

Relatio del sínodo: no hay nada peor que la ambigüedad

Ayer, al acabar la jornada, cuando salí a la calle un rato con el buenazo de “Socio” –“Socio es mi perrillo”- me encontré con unos feligreses que me preguntaron a bocajarro: “oye, ¿es verdad eso de que los divorciados que se han vuelto a casar pueden comulgar y que la Iglesia acepta las parejas de hecho y las parejas de homosexuales?” Mi respuesta: “no me consta”. Y ellos de nuevo: “pues lo acaban de decir en la tele”.

Al llegar a casa me puse a mirar a ver qué había pasado y me encontré con la “relatio” del sínodo de obispos sobre la familia. Supongo que lo que debió ocurrir es que la tele aludió a ello y dio la noticia como buenamente pareció, y luego los telespectadores entendieron lo que mejor les convino.

Una de las cosas que más daño hacen, si no la que más, es la ambigüedad en la fe y en la moral de la Iglesia. Y esto nos está pasando con el sínodo y nos pasa con muchas afirmaciones que leemos y escuchamos.

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13.10.14

Cosas de la capilla de la adoración perpetua contadas especialmente a los escépticos

Exactamente un año y ocho meses los que el Santísimo lleva expuesto en la capilla de la adoración perpetua en nuestra parroquia de la Beata María Ana Mogas sin más paréntesis que el obligado del viernes santo.

Después de este tiempo quisiera hacer llegar algunas consideraciones. La primera, sobre el “éxito” de la iniciativa, y pongo éxito así, entre comillas, porque la valoración la hace el Señor. Pero si por tal entendemos presencia de fieles y buena acogida de la iniciativa, entonces podemos estar más que satisfechos.

Salvo alguna hora rara de la madrugada, o rarísima del mediodía, siempre más de una persona con el Señor, dándose momentos en que la capilla se queda pequeña, y eso que en ella pueden estar cómodamente quince personas. Abundando en esto, mucha gente joven, muchos hombres, niños… Basta estar un rato a la puerta de la capilla para poder comprobar el incesante trasiego de personas que van y vienen.

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9.10.14

La primera norma litúrgica: puntualidad

Antes de meternos en otros berenjenales, yo creo que la primera norma litúrgica, tanto para celebrante como para fieles, es la exquisita puntualidad. Por respeto mutuo y por saber a qué atenernos.

Antes, hace unos años, era bastante normal que en la sacristía, o incluso en el mismo templo, hubiese un reloj bien visible de esos que daban con fuerza las campanadas. La puntualidad, puramente británica. Según sonaba la primera campanada, el sacerdote salía camino del altar. Muy buena costumbre.

Lo normal es que la misa de las ocho comience a las ocho. Malo es que la misa de las ocho sea misa de ocho y cinco, y diez, y cuarto o lo que sea. Eso sí… la única forma de ser muy puntuales es estar tiempo antes en la iglesia y preparar todo con sumo esmero. Malamente, si llegamos a la sacristía con tres minutos para la hora, se harán las cosas a tiempo. Es verdad que un día uno puede despistarse o tener que acudir a una urgencia, un enfermo en grave peligro de muerte por ejemplo. Fuera de eso, no es aceptable ni un minuto.

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