27.06.20

La inmadurez de san Luis Gonzaga

Mucho me temo que se nos estén confundiendo madurez con acomodación al sistema dominante establecido. Algo así como una rendición ante lo que se lleva, que se nos disfraza de sentido común, responsabilidad y un saber estar en los tiempos que corren. Madurez como resignación, como una opción por vivir como todo el mundo, no ser nota discordante en el actual estado de cosas y abandonar incluso principios, abandonar o posponer, para no desafinar en medio del más vulgar, perdido y chabacano acorde. Según los criterios de nuestro mundo actual nada menos que san Luis Gonzaga sería claro ejemplo de infantilismo.

¿No me creen? Repasemos su vida. ¿Ustedes, amigos lectores, creen que es sensato y maduro un voto de virginidad a los once años? ¿Es sensato renunciar a un brillante porvenir de lujo y buena fama para hacerse nada menos que religioso jesuita? El colmo fue su manera de actuar en la peste que asoló Roma varios años y que le costó la muerte con tan solo veintitrés años. Lo sensato hubiera sido quedarse encerrado en el convento dedicado a la oración. Lo sensato y lo maduro.

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25.06.20

Obedecer sí, pero según derecho

Hablaba hace poco con un muy alto eclesiástico, y no voy a decir más. Salió el tema de la obediencia que los sacerdotes prometemos al obispo el día de nuestra ordenación, y, en un momento de la charla me dijo: “los sacerdotes, como los obispos, como los religiosos y los laicos, tenemos que obedecer según lo que exige el código de derecho canónico, no en otra cosa”. La verdad es que me resultó muy interesante la reflexión. Y en dos direcciones.

La primera hace referencia en lo que se puede exigir a un miembro de la Iglesia y lo que no. Por ejemplo, a un sacerdote. Porque una cosa es someterse a la obediencia debida y otra muy diferente que se pretenda obediencia no a lo justo, sino a lo caprichoso. Exigir obediencia a lo que manda el derecho es justo y necesario. A otra cosa es tiranía caprichosa.

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23.06.20

Rafaela y lo del Kigali ese

La primera vez que Rafaela escuchaba la palabreja: Kigali. La pronunció don Jesús en el sermón del domingo, donde, sin saber muy bien a cuento de qué venía, dijo que en estos tiempos era una buena noticia para los católicos y para todo el mundo que la Santa Sede hubiera decidido a adherirse a la enmienda Kigali al protocolo de Montreal, ya que eso garantizaba una mayor protección del medio ambiente y en especial del agujero de ozono.

Muchas palabras nuevas para Rafaela en tan poco tiempo. Entre Kigali, Montreal, y los protocolos del ozono ese, se estaba perdiendo, quizá porque estaba acostumbrada a otras cosas, como los mandamientos, los sacramentos y la moral cristiana, pero los tiempos son lo que son.

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21.06.20

De paseo, que no procesión, por Braojos

En Braojos, en la octava del Corpus se celebra el Corpus chico con procesión con el Santísimo por las calles. Pero… como seguimos afectados por el coronavirus, uno no sabe muy bien si las procesiones son posibles. Desde luego la del Corpus no la hicimos. Y hoy… 

El caso es que después de predicar eso de que “no tengais miedo a los que pueden matar el cuerpo…", al acabar la misa, tras preparar la custodia, he dicho lo siguiente a los fieles:

“Yo soy libre de salir a la calle vestido como me dé la gana, por ejemplo con alba, estola, capa pluvial y paño humeral. También de llevar en las manos lo que me apetezca, por ejemplo la custodia con el Santísimo. Y de pasear a cualquier hora. Así que un servidor en este momento se va a la plaza del pueblo con el Santísimo. Y ustedes, si quieren venir, perfecto, que pueden hacerlo. Que yo sepa se puede ir por la calle sin problemas, mientras guardemos la distancia de seguridad y tampoco está prohibido cantar si nos apetece".

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18.06.20

En templo cerrado no entran fieles

El razonamiento es muy simple. Si el templo está abierto y hay misa, puede que haya fieles, o puede que no. Si el templo está cerrado, claramente no habrá.

Es que abro, digo misa y no viene nadie. Sí. A veces puede pasarnos.

Total, celebrar misa para uno o dos…

Es que he preguntado a la gente y dicen que no merece la pena.

Son razonamientos que todos nos hemos hecho más de una vez. Y no es nada fácil, la verdad. Los sacerdotes que ejercemos nuestro ministerio en parroquias mínimas hemos experimentado esas dificultades demasiadas veces y no me extraña que tengamos momentos y temporadas de desánimo. Yo el primero. Llegas al templo, imaginen un día de invierno, frío, desolación, tocas la campana, nadie… tal vez una viejecita que, además, y con toda su buena voluntad, te dice: “por mí no lo haga… total, para mí sola…” Quizás te sorprendas diciéndote: “tiene razón, si esto es un sin sentido…”

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