No lo digo yo, lo dice nada más y nada menos que Antonio Spadaro, sj., director de La Civiltà Cattolica, que se ha considerado siempre como la voz oficiosa de la Santa Sede: “Francisco no tiene un plan de Gobierno, sigue al Espíritu”. Sigue diciendo Spadaro: “Si Francisco tuviera una idea de reforma, no la implementaría directamente, sino que oraría sobre ello, y esperaría la confirmación del Espíritu". Uno se pierde.
Llevamos años aguantando críticas a la definición dogmática de la infalibilidad papal, según las cuales aquí todos son infalibles menos el papa, especialmente si el papa se llama Juan Pablo II o Benedicto XVI. Infalibles los Küng, Castillo, Arregui, Aradillas o sor Lucía Caram. Anatema sit quien ose llevar la contraria a tan grandes iluminados. Otra cosa es lo que diga el papa, que evidentemente no solo no es infalible, sino que por su condición de pastor supremo es esencialmente falible. Mejor, era. Hemos cambiado de papa hace ahora siete años, y con el cambio de papa, cambio radical de la teología más progre.
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