Un desvencijado cardo borriquero
Ya saben mis amables lectores que la palabra “cardenal” viene, dicen, de “cardo”, que por lo visto es algo así como una bisagra que sostiene las puertas de la Iglesia. En la práctica los cardenales se supone que son puntos fuertes que garantizan la fidelidad a Cristo, a la Iglesia y al santo padre.
Ya dije en una ocasión que si esto es así, hay que empezar a levantar monumentos no a cardenales, sino a esas cardenalas que calladamente, oscuramente, con su fe y su oración mantienen viva esta Iglesia nuestra a pesar de los que se visten de colocrado.