Los diablillos del señor cura
Ante todo, dar las gracias a los que me pidieron el libro dedicado. Ya están todos en el correo y espero que llegen a la mayor brevedad. Si algún lector más desea recibir el libro “Café y rosquillas con la señora Rafaela” con la dedicatoria de un servidor, basta que sigan las instrucciones que puse en el post correspondiente.
El pasado fin de semana fue realmente glorioso. Por una parte, la presentación del libro con sus ecos en los días siguientes, y ya el reportaje de Telemadrid en el programa “Mi cámara y yo” con un servidor moviéndose de pueblo en pueblo. Agradezco además que ese programa ha permitido a mis lectores conocerme un poco más y conocer, por supuesto, a Socio.
De lo más comentado del video ha sido la sorpresa que se llevaron algunos al descubrir que servidor tiene una pequeña colección nada menos que de demonios. Ya decía en el programa que en una ocasión el cardenal Rouco Varela pasó por mi casa y al mostrarle los diablejos disculpándome porque quizá no fuera algo demasiado adecuado en la morada del señor cura, simplemente me respondió: “tranquilo, precisamente aquí es donde pueden estar más controlados". Efectivamente, no son estos los peores diablillos.
Estos personajillos llegaron a casa medio de casualidad. No sé ni cómo apareció el primero, pero el caso es que algún amigo lo vio, le hizo gracia y, desde entonces, aunque no son fáciles de encontrar, si alguien se topa con uno directamente me lo hace llegar.
El demonio existe, y ya sabemos que su mayor añagaza es convencernos de que no existe, para así poder campar a sus anchas sin que nadie le ponga freno. En el catecismo de siempre estudiamos que el demonio es uno de los enemigos del alma. Poco a poco se nos va colando en la vida, sabe halagarnos para que caigamos en sus redes y despacito, sin darnos cuenta, pasamos del fervor a la tibieza, de la tibieza al tedio y del tedio a la nada. Lo tengo visto demasiadas veces.
El caso es que el amigo Satán sabe esconderse. Ya casi ni hablamos de su existencia ni mucho menos invocamos la protección del arcángel san Miguel para que nos libre del enemigo. Hacerlo parece un regreso a prácticas pasadas o anclaje en una religiosidad superada. Pero estar, está. Mis diablillos, alguno realmente hasta simpático y otros con una cara que espantan, me recuerdan la realidad del demonio y me ayudan a rezar para vencer sus tentaciones.
Y dicho esto, si alguno de mis amigos lectores tiene por ahí algún diablejo y no sabe muy bien qué hacer con él, que me lo haga llegar. Lo pondré con los otros, se harán compañía y ya me encargo yo de controlar sus andanzas.
11 comentarios
Muy querido D. Jorge:
¡Cristo nos lleva de victoria en victoria, también a través de nuestras humillaciones y derrotas!
A mi hermana Miren Garbiñe le encantó conocerle y verle desenvolverse (también con Socio) a traves del reportaje de Telemadrid.
A mí también me sorprendió y, a la vez, me gustó y enseñó que tuviera usted esos diablejos (¡porque a mí nunca, creo, se me hubiera ocurrido tenerlos!) y me encantó sobre todo la respuesta que le dio el cardenal Rouco cuando los vio y usted le habló de ellos.
Respecto a los "peores diablillos", el santo P. Pio de Pietrelcina, dice lo siguiente en su correspondencia con sus hijas espirituales: "Sé que el Señor permite al demonio estos asaltos para que su misericordia os haga más agradables a sus ojos, y quiere que también os asemejéis a Él en las angustias del desierto, del huerto (de los Olivos) y de la cruz; pero os tenéis que defender alejándoos y despreciando en el nombre de Dios y de la santa obediencia sus malignas insinuaciones".
Un fuerte abrazo a usted y también a los lectores que, como yo, quedaron al principio sorprendidos:
José María, franciscano
A ver si nos da una mano a mi esposa y yo, que estamos peleando contra un par de estos tipejos rojos:
1) Yo: tengo un diablejo del legalismo, ese que les hacía a los fariseos aborrecer a Jesús por sanar enfermos los Sabados; otro de la ira, ese que hizo crujir los dientes de rabia a los judíos que apedrearon a Esteban hasta matarlo.
2) Mi esposa: tiene un diablejo de la pereza espiritual/intelectual, de esos que la llevan a echarse 2-3 horas del tirón a mirar televisión sin tocar un libro en todo el día. Y otro de la desesperanza, como el que llevó a Tomás a decir que no creería en la resurrección de Jesús hasta meter la mano en su costado traspasado.
Tanto mi mujer como yo tenemos problemas con un diablejo de la soberbia, ese que fue el primero en decir "non serviam!".
Somos un matrimonio de Rosario diario, confesión mensual, y estamos consagrados a San José, la Virgen, y el Inmaculado Corazón de Jesús.
Lo pongo en mi lista de oraciones para que reciba protección y gracias adicionales.
Mundo, demonio y carne. Los enemigos. Y el peor el demonio, que es negrura pura y mal sin mezcla de ningún bien, repugnante y pestilente. Un intelecto y una voluntad puestos al servicio de la autodestrucción y del mal más putrefacto. Es como un madero negro y quemado, sin nada en él que pueda iluminar, sólo ceniza y muerte. Negrura y hollín al 100%, se perdió sin remisión y ya no queda nada en él que merezca la pena salvar. Un decrépito torturado por su vacío absoluto que intenta desesperadamente llevarse consigo a la muerte espiritual a todas las almas posibles... San Miguel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo en la lucha cotidiana, porque nos va en ello la vida eterna.
Nos jugamos mucho, y como en el ajedrez, hay que conocer al enemigo y prevenir sus jugadas, que siempre vienen con mucha maldad y traición.
Lo mejor, que Dios nos perdona si nos volvemos a levantar y le pedimos perdón con un corazón contrito. La confesión es una maravilla inconmensurable.
"sabe halagarnos para que caigamos en sus redes y despacito, sin darnos cuenta, pasamos del fervor a la tibieza, de la tibieza al tedio y del tedio a la nada. Lo tengo visto demasiadas veces", ¡¡¡¡¡¡muy buen aviso!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla: sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes: y tú, príncipe de la celestial milicia, lanza en el infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Estas oraciones se decían al final de las misas rezadas desde que fueron ordenadas por León XIII en días calamitosos para la Iglesia. Su recitación fue suprimida por Pablo VI en 1964.
En mi casa lo que tengo son angelitos, también muy simpáticos, alguno con cara de travieso tanto como sus diablillos, pero con alas en vez de cuernos, algo que produce más tranquilidad.
Bromas aparte, creo que el Diablo de verdad se está haciendo con el mundo como nunca ha ocurrido, con tanto dirigente entregado a la Masonería, da verdadero pavor.
En la otra peana, y en funciones militantes de Jefe de Estado Mayor de la Reina y Señora de la Creación, un San Miguel pertrechado con, además de su panoplia, una cadena; y en la humilde posición orante de "rodilla en tierra" pronuncia su ¡Quién como Dios!, que prevalece y suena horrísono, feroz, humillante y atroz en las entendederas diabólicas del "non serviam".
Y ya, la puntilla para el cabrón (que también así se llama), sería cantar de cuando en vez, con su voz recia, serrana y bien timbrada y música de nuestro Himno nacional, la letra que aprendió mi madre de pequeña, allá por los albores del Siglo XX, y que seguramente misioneros españoles llevaron a México para que los Cristeros también la cantaran:
La Virgen María
es nuestra protectora
y nuestra defensora,
¡no hay nada que temer!:
¡Vence al Mundo, Demonio y Carne! (bis)
¡Guerra, guerra, contra Lucifer! (bis)
Y el Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum... que no falte.
En mi casa no los quiero ni ver. Estampas (santos), rosarios y ángeles, además de la Santísima Virgen y nuestro querido Redentor.
Mi Ave María 🙏
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