14.07.16

Cristina, el Papa y el Orgullo Gay

Un buen amigo me dijo hace unos días que le había escandalizado un artículo de Cristina López Schlichting en el diario La Razón. Como quiera que yo estaba en mi primer periodo vacacional, le dije que no tenía gana alguna de leer nada que tuviera que ver directa o indirectamente con mi trabajo. Pero una vez regresado, le pedí que me mandara el artículo de la locutora de Cope. Lo pueden leer ustedes encima de estas palabras y en tamaño más grande en este enlace.

Como quiera que no es la primera ni la segunda vez que escribo sobre doña Cristina, vaya por delante que no tengo nada personal contra ella. Si no fuera porque trabaja en la cadena propiedad de los obispos españoles, y tiene una audiencia importante en su programa de los fines de semana, seguramente no le dedicaría ningún post, pero me preocupa que alguien que parece no tener las cosas claras sobre la fe católica pueda conducir a algunos de sus oyentes por el camino del error.

Vaya también por delante que tengo el convencimiento de que López Schlichting es una víctima más de la confusión que hoy reina en la Iglesia. Lo que ella llama zona de confort no es otra cosa que la fe de nuestros padres. Si esa fe es hoy puesta en duda o es abiertamente cuestionada, la consencuencia no es que “llega uno más sabio y te pone en su sitio” sino que llega uno que te saca del sitio del que no debes moverte porque es el que la Revelación y el Magisterio han marcado desde hace siglos.

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12.07.16

Fortaleced las manos débiles y consolidad las rodillas que flaquean

Estimados, va siendo ya hora de que aquello que leemos para edificación del alma pase a ser una realidad viva, palpable, contagiosa, que impregne todo aquello que nos rodea.

Conózcate a ti, Conocedor mío, conózcate a ti como soy por ti conocido. Fuerza de mi alma, entra en ella y ajústala a ti, para que la tengas y poseas sin mancha ni defecto. Esta es mi esperanza, por eso hablo; y en esta esperanza me gozo cuando rectamente me gozo. Las demás cosas de esta vida tanto menos se han de llorar cuanto más se las llora, y tanto más se han de deplorar cuanto menos se las deplora. He aquí que amaste la verdad, porque el que obra la verdad viene a la luz. Yo quiero obrar según ella, delante de ti por esta mi confesión, y delante de muchos testigos por este mi escrito.
De las Confesiones de san Agustín, obispo

¿Somos arcilla humedecida por el Espíritu Santo o barro secado por el pecado que se quiebra en manos del alfarero? ¿Puede la arcilla dirigir las manos de quien la moldea? ¿se quejará la rosa de las espinas que recorren su tallo?

¿Alguien puede decir que tiene el alma tan limpia que no necesita pasar por el fuego purificador que elimine todo aquello que le aleja de la plena comunión con Dios? Ni siquiera los más grandes santos pretendían tal cosa. Solo aquella que fue concebida sin pecado original y se convirtió en trono de gracia para acoger al Salvador, podía reclamar tal virtud y sin embargo irrumpió en un canto de humildad que reconocía la soberanía absoluta de Dios.

¿Quién de nosotros puede decir que ha resistido hasta la sangre al combatir contra su propio pecado (Heb 12,4)? ¿Quién ha sido probado hasta el extremo de estar dispuesto a sacrificar lo más preciado como hizo Abraham (Heb 11,17)? ¿quién ha sido cargado con una cruz insoportable?

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11.07.16

¿A quién instruye la CEE?

La semana pasada se publicó la Instrucción «Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo», aprobado en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española de abril. El texto entero se puede encontrar aquí (pdf) y aquí (Word).

Lo primero que llama la atención es la fecha elegida para presentar un documento de esa “magnitud”. En plena canícula veraniega, cuando el personal está pensando más en irse a la playa, la piscina o la montaña que en meterse al cuerpo 50 páginas de texto doctrinal. Si lo que querían es que la instrucción pasara sin pena ni gloria mediática, lo han conseguido. Aun así, tampoco es claro que elegir una fecha mejor pueda cambiar las cosas. La pura realidad es que los documentos de la CEE, tanto si son buenos como si no, no los lee casi nadie. Puede que la mayoría de los curas lo hagan y quizás un sector de los seglares con cierto interés en formarse. O sea… casi nadie.

Uno de los primeros párrafos que se encuentran en la instrucción empieza así:

La Iglesia en España, en el seno de la comunión de la Iglesia universal, de la cual forma parte bajo la guía del sucesor de Pedro, ha llevado a cabo a lo largo de estas cinco décadas transcurridas una profunda renovación de mente y acción evangelizadora y pastoral. 

Hechos:

1- Hace 50 años España era profundamente católica. Hoy no lo es.

2- Hace 50 años nuestros seminarios estaban repletos. Hoy solo unos pocos tienen un nivel de asistencia aceptable.

3- Hace 50 años la legislación española era, según palabras de San Juan XXIII, “católica”. Hoy no hay ley de ingeniería social perversa que no se haya aprobado o se piense aprobar. Hace 50 años era impensable un gobierno con ministros de misa diaria que admitiera el aborto y el “gaymonio". Hoy no hay un solo partido político con representación parlamentaria que pueda votar un católico sin taparse la nariz.

4- Hace 50 años la escuela católica era digna de ese nombre. Hoy, la secularización interna de gran parte de las órdenes y congregaciones religiosas provoca que millones de niños pasen por las escuelas católicas sin que se le quede impregnado nada de la fe.

Ese es el resultado de la “profunda renovación de mente y acción evangelizadora y pastoral". Si la Iglesia fuera una empresa, habría que poner de patitas en la calle a prácticamente toda la directiva. Y lo peor de todo es que no se atisba ni el más mínimo indicio de autocrítica. De esto ya escribió Bruno Moreno allá por el mes de marzo. Nuestros pastores parecen encantados de haberse conocido a pesar de que el enfermo se les está muriendo agonizado entre estertores. Ha dado igual que estuvieran unos u otros al frente de la CEE. Como conjunto, el resultado es lamentable. Y estamos hablando del negociado de las almas, que es el más importante de todos.

¿Y qué tiene todo esto que ver con una instrucción cristológica? Pues todo. Dice el punto 12 del texto:

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29.06.16

No hay acuerdo real católico-luterano sobre la justificación

En la rueda de prensa que el papa Francisco dio en el avión de vuelta a Roma desde Armenia, el Santo Padre habló sobre muchos temas. Quiero fijarme especialmente en sus palabras sobre Martín Lutero. Reproduzco la transcripción que ha hecho el diario argentino La Nación:

Las intuiciones de Martin Lutero no eran equivocadas, era un reformador. Quiza algunos métodos no eran los justos pero en aquel tiempo, si leemos la historia de Pastor, un alemán luterano que después se convirtió cuando vio la realidad, se ha hecho católico, en aquel tiempo. La Iglesia no era realmente un modelo a imitar. Había corrupción en la Iglesia, había mundanidad, apego al dinero, al poder. Y por eso él protestó. Era inteligente, ha dado un paso adelante justificando por qué hacía eso. Y hoy luteranos y católicos, protestantes todos, estamos de acuerdo sobre la Doctrina de la justificación. Sobre este punto tan importante él no estaba equivocado. El dio una medicina a la Iglesia pero después, esa medicina, le ha consolidado en un estado, en un estado de cosas, en una disciplina, en un modo de creer de hacer, litúrgico, y luego no estaba solo, estaba Calvino, cada uno distinto del otro y detrás de ellos quienes estaban? Los príncipes. Cuius regio, cuius religio. Debemos meternos en la historia de aquel tiempo, no es una historia fácil de comprender.

Es cierto que en la Iglesia, en tiempos de Lutero, había mundanidad, apego al dinero, al poder. También había una falta de formación tremenda entre los sacerdotes, de tal manera que algunos ni siquiera sabían bien el latín y es dudoso que pudieran celebrar misas válidas. El nepotismo estaba a la orden del día. Y el papado no pasaba, precisamente, por sus mejores momentos. Pero Lutero no «protestó» tanto contra la corrupción moral, sino contra los que él consideraba como errores doctrinales de la Iglesia católica. Él mismo lo dice: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías». Y años después: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba abiertamente–, la vida es mala, como entre los papistas; pero no les acusamos de inmoralidad», sino de errores doctrinales. Efectivamente, «bellum est Luthero cum prava doctrina, cum impiis dogmatis» (Melanchton).

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28.06.16

La justificación en Trento para catecúmenos (I)

- ¿Por qué se empeña usted en apelar al concilio de Trento, y especialmente a su decreto sobre la justificación, cuando es un concilio de un pasado y un contexto histórico muy diferente del actual?

- Por dos razones:

  • Porque la fe de Trento es la fe del bienaventurado san Pedro, y de los Apóstoles; es la fe de los Padres; es la fe de los católicos.
  • Porque tengo el convencimiento de que esa fe corre hoy el grave peligro de ser abandonada, de ser manipulada, de ser objeto de una mutación mortal para las almas de los fieles.

Analicemos cuidadosamente la enseñanza del concilio tridentino sobre la justificación. Empezamos por el decreto:

Habiéndose difundido en estos tiempos, no sin pérdida de muchas almas, y grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas erróneas sobre la Justificación; el sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidido a nombre de nuestro santísimo Padre y señor en Cristo, Paulo por la divina providencia Papa III de este nombre, por los reverendísimos señores Juan María de Monte, Obispo de Palestina, y Marcelo, Presbítero del título de santa Cruz en Jerusalén, Cardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostólicos a latere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria de Dios omnipotente, tranquilidad de la Iglesia, y salvación de las almas, la verdadera y sana doctrina de la Justificación, que el sol de justicia Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe enseñó, comunicaron sus Apóstoles, y perpetuamente ha retenido la Iglesia católica inspirada por el Espíritu Santo; prohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creer, predicar o enseñar de otro modo que el que se establece y declara en el presente decreto.

Es papel fundamental e irrenunciable de la Iglesia defender la sana doctrina que nos puede hacer salvos (1ª Tim 4,16). Los apóstoles exhortaron a combatir el error y a desechar a quienes lo sostienen y difunden entre los fieles. En pleno auge de las herejías protestantes, la Iglesia Católica se propuso, y logró, expresar la verdad sobre una de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana: la justificación.

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