8.06.17

Reconoce que la gracia es el principio de tus pobres méritos

Del oficio de lecturas del jueves de la novena semana del Tiempo Ordinario, fiesta litúrgica de Jesucristo, Sumo Sacerdote:

Dice el Apóstol: Sed como yo, que, siendo judío de nacimiento, mi criterio espiritual me hace tener en nada las prescripciones materiales de la ley. Ya que yo soy como vosotros, es decir, un hombre. A continuación, de un modo discreto y delicado, les recuerda su afecto, para que no lo tengan por enemigo. Les dice, en efecto: En nada me habéis ofendido, como si dijera: «No penséis que mi intención sea ofenderos.»

En este sentido les dice también: ¡Hijos míos!, para que lo imiten como a padre. Por quienes sufro de nuevo dolores de parto -continúa-, hasta ver a Cristo formado en vosotros. Esto lo dice más bien en persona de la madre Iglesia, ya que en otro lugar afirma: Nos mostramos amables con vosotros, como una madre que cuida con cariño de sus hijos.

Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazón, y no se jacta del mérito de sus obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus pobres méritos; a éste puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo, ya que dice: Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis. Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de Cristo el que vive unido a él con un amor espiritual.

El resultado de este amor es la imitación perfecta de Cristo, en la medida en que esto es posible. Quien dice que está siempre en Cristo -dice san Juan- debe andar de continuo como él anduvo.

Mas como sea que los hombres son concebidos por la madre para ser formados, y luego, una vez ya formados, se les da a luz y nacen, puede sorprendernos la afirmación precedente: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros. A no ser que entendamos este sufrir de nuevo dolores de parto en el sentido de las angustias que le causó al Apóstol su solicitud en darlos a luz para que nacieran en Cristo; y ahora de nuevo los da a luz dolorosamente por los peligros de engaño en que los ve envueltos. Esta preocupación que le producen tales cuidados, acerca de ellos, y que él compara a los dolores de parto, se prolongará hasta que lleguen a la medida de Cristo en su plenitud, para que ya no sean llevados por todo viento de doctrina.

Por consiguiente, cuando dice: Por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros, no se refiere al inicio de su fe, por el cual ya habían nacido, sino al robustecimiento y perfeccionamiento de la misma. En este mismo sentido habla en otro lugar, con palabras distintas, de este parto doloroso, cuando dice: La responsabilidad que pesa sobre mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién sufre angustias sin que yo las comparta? ¿Quién es impugnado por el enemigo sin que esté yo en ascuas?
Del Comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas.
(Núms. 37. 38: PL 35, 2131-2132)

Gran verdad dice el santo obispo de Hipona cuando afirma que el creyente debe reconocer que la gracia es el principio de sus méritos, ante lo cual no cabe jactarse de ellos.

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7.06.17

Equivocados por no entender la Escritura ni el poder de Dios

Evangelio del miércoles de la novena semana del Tiempo Ordinario:

Se le acercan unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntan: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió: «¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: “Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».
Mc 12,18-27

Nuevo intento de hacer quedar mal a Jesús, usando la Escritura para ello. Y nueva demostración de que el Señor se basta y se sobra para dejar en evidencia a los que se acercan a Él con malas intenciones.

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6.06.17

Le enviaron a algunos para atraparle en alguna palabra

Evangelio del martes de la novena semana del Tiempo Ordinario:

Le enviaron a algunos de los fariseos y de los herodianos para atraparle en alguna palabra. Acercándose, le dijeron: -Maestro, sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar por nadie, pues no haces acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios según la verdad. ¿Es lícito dar tributo al César, o no? ¿Pagamos o no pagamos?
Pero él, advirtiendo su hipocresía, les dijo: -¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea.
Ellos se lo trajeron. Y les dijo: -¿De quién es esta imagen y esta inscripción? -Del César -le contestaron ellos.
Jesús les dijo: -Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él.
Mc 12,13-17

Satanás intentó tentar a Cristo citándole la Escritura. Los fariseos intentaron hacerle caer en una trampa para llevarle ante las autoridades romanas a fin de que fuera tenido por elemento peligroso para el Imperio. Pero Jesucristo, Sabiduría de Dios, tiene la palabra justa tanto para el que quiere oponerse a Él como para el que por gracia quiere aceptar su señorío.

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5.06.17

La Iglesia no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada

Del oficio de Lecturas del lunes de la novena semana del Tiempo Ordinario

La Iglesia, que como una gran nave surca los mares de este mundo, y que es azotada por las olas de las diversas pruebas de esta vida, no ha de ser abandonada a sí misma, sino gobernada.

De ello nos dan ejemplo nuestros primeros padres Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre.

Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida ni engañada, nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas. Y en otro lugar: Torre fortísima es el nombre del Señor, en él espera el justo y es socorrido. Mantengámonos en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: Mi yugo es suave y mi carga ligera. Mantengámonos firmes en la lucha en el día del Señor, ya que han venido sobre nosotros días de angustia y aflicción. Muramos, si así lo quiere Dios, por las santas leyes de nuestros padres, para que merezcamos como ellos conseguir la herencia eterna.

No seamos perros mudos, no seamos centinelas silenciosos, no seamos mercenarios que huyen del lobo, sino pastores solícitos que vigilan sobre el rebaño de Cristo, anunciando el designio de Dios a los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y de toda edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo, tal como lo escribió san Gregorio en su libro a los pastores de la Iglesia.

De las Cartas de san Bonifacio, obispo y mártir
(Carta 78; MGH, Epistolae 3, 352. 354)

¿Y qué habría yo de añadir a lo escrito por san Bonifacio? Nada. Si acaso, una oración.

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4.06.17

Fuimos bautizados en un mismo Espíritu

Segunda lectura en la Solemnidad de Pentecostés.

Nadie puede decir: «¡Señor Jesús!», sino por el Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo; y diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; y diversidad de acciones, pero Dios es el mismo, que obra todo en todos. A cada uno se le concede la manifestación del Espíritu para provecho común. 
Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, aun siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque todos nosotros, tanto judíos como griegos, tanto siervos como libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
1ª Cor 12,3b-7.12-13

Es imposible ser cristiano sin la obra del Espíritu Santo en el alma. Él es el sello de nuestra salvación.

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, nos salvó, no por las obras justas que hubiéramos hecho nosotros, sino por su misericordia, mediante el baño de la regeneración y de la renovación en el Espíritu Santo,
Tit 3,4-5

Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con el que habéis sido sellados para el día de la redención.
Efe 4,30

Él es Dios habitando en nosotros:

¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 
1ª Cor 6,9

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