En noviembre del año 2004, un niño de Avilés, hijo de una deficiente mental, fue condenado a muerte. Le mataron con todos los vistos buenos de una ley que permite el sacrificio de inocentes, la muerte de los que gritan sin ser oídos, la eliminación de los no nacidos. Pelayo, como le bautizamos aquellos que dimos la batalla para salvar su vida, contaba ya con siete meses de vida en el seno de su madre. Pero dio igual. A pesar de que la práctica totalidad de los partos prematuros sietemesinos acaban felizmente, Pelayo no tuvo esa suerte.
De Avilés era párroco nuestro llorado y recordado Julio Asterio, fallecido el 11 de julio del año pasado a causa de un cáncer que se nos le llevó en pocos meses. Y de Julio, blogger en RD, fue la iniciativa de celebrar cada año en su parroquia una eucaristía por los niños no nacidos. Espero que su sucesor haya seguido sus pasos.
Y es que, queridos lectores, desde la Iglesia se puede hacer mucho por los que corren el peligro de no nacer por la acción de manos asesinas. Además de la denuncia, además del compromiso para ayudar a aquellas mujeres que no quieren abortar, pero no encuentran a quién les apoye para llevar a feliz término su embarazo, la Iglesia puede y debe sobre todo elevar sus preces al Señor por todos esos inocentes. Y si de verdad creemos, como afirma la Escritura, que la oración del justo puede mucho, mucho será lo que por medio de nuestras oraciones podremos hacer.
Es por ello que cabe felicitarse por lo que está haciendo mi compañero de blog, el padre Guillermo Juan Morado, vicario parroquial de San Pablo, Vigo.
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