23.08.07

Código de la nada. Encuentros para la nada

En Protestante Digital aparece la siguiente noticia:

Con la participación de representantes evangélicos y pentecostales se ha celebrado una consulta en Toulouse del 8 al 12 de agosto, en la que el proceso de estudio conjunto Vaticano-Consejo Mundial de Iglesias sobre conversión religiosa avanza un paso más hacia el objetivo de desarrollar un código común de conducta sobre la conversión al cristianismo.

Tras recomendar la lectura de todo el texto de la información, quisiera hacer algunas reflexiones. Si alguien piensa que por unas reuniones en tal o cual sitio y por la aprobación de tal o cual código de no se sabe qué conducta, la mayoría, o tan siquiera un porcentaje muy significativo, de los protestantes evangélicos van a dejar de predicar el evangelio a su manera a católicos u ortodoxos… es que demuestra tener una ignorancia supina sobre lo que es el protestantismo evangélico. O sea, a ver si nos vamos haciendo a la idea de que el tan cacareado proselitismo -término por lo general despectivo del que se abusa para no tener que enfrentar el fracaso propio en la tarea evangelizadora y catequizadora- no se para con reuniones absurdas que no obligan a nadie y que son objeto de desdén, cuando no del más absoluto de los desprecios, por quienes creen tener el llamado de Dios a evangelizar a bautizados, por lo general poco o nada adoctrinados, de otras iglesias o denominaciones cristianas.

Por lo que a mí respecta, y creo que por lo que respecta a centenares de ex-pastores protestantes convertidos al catolicismo en EEUU, no tengo la más mínima intención de dejar de ayudar, facilitar, animar, promover y trabajar a favor de la conversión al catolicismo de todo aquel cristiano que no sea católico. Ya sea protestante, ya sea ortodoxo, ya sea miembro de alguna secta.

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22.08.07

Luchemos contra esa basura que tanto atrae a esta sociedad enferma

Lo último parece que ha sido el relato pormenorizado, en Interviú, de las relaciones sexuales compulsivas entre un "señor" periodista deportivo y su "ex", la cual a su vez ya había sido "ex" de otro u otros señores. Mañana puede ser la decimocuarta versión de la muerte de una señora cuyo principal mérito era ir de juerga en juerga, de cama en cama y de exclusiva en exclusiva. Y al otro será la ruptura de la pareja que se "conoció" en una casa llenita de cámaras de televisión. O quizás la resurrección amorosa caribeña de Matusalenas con más arrugas por centímetro cuadrado de piel que años en el carnet de identidad. Todo ello aderezado por presentadores que lucen orgullosamente su plumífera personalidad y que, de vez en cuando, se permiten el lujazo de darnos lecciones de dignidad moral. Por no hablar de esa colección de insignes tertulianos y comentaristas de vidas ajenas, que hacen el papel de hooligans o detractores del ganado previamente descrito.

Da lo mismo. Lo cierto es que toda esa basura inmunda lleva siendo consumida durante años por buena parte de la sociedad española. En la televisión nada dura si no hay audiencia que lo sostenga. Y aunque parece que estamos ante una momentáneo hartazgo de dicha audiencia ante determinado tipo de telebasura, no me cabe duda de que las "crónicas de sociedad" seguirán llenando las horas de ocio de millones de españoles. Quizás cambien algo los formatos, posiblemente el modelo tombolero se extinga, pero ya se inventarán algo. Faltaría más.

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21.08.07

No tomarás el nombre de Dios en vano

No sé bien el porqué, pero uno de los mandamientos que más he procurado tomarme en serio desde que era pequeño, es el de no tomar el nombre de Dios en vano. Es muy significativo que en la oración que nos enseñó Jesús, lo primero que decimos tras reconocer la paternidad divina es "santificado sea tu nombre". Los judíos se tomaron tan en serio ese mandato que evitaban -y evitan- llamar a Dios por su nombre -Yavé-, para que así no hubiera posibilidad alguna de usarlo en vano.

Para mí eso de tomar el nombre de Dios en vano tiene muchas "variantes". No creo que se trate solo de evitar la blasfemia, ni de hablar de Dios en términos despectivos. No, hay una forma mucho más sutil y peligrosa de caer en ese pecado. Por ejemplo, cuando usamos el nombre de Dios, especialmente en la persona del Espíritu Santo, para hacerle decir lo que en realidad queremos decir nosotros. En determinados ámbitos cristianos, tanto católicos como protestantes, es típico oír a muchos decir "el Señor me ha dicho esto" o "el Señor me ha dicho lo otro". Por no hablar de aquellos que están con la palabra "espíritu" en la boca a todas horas para justificar cualquier heterodoxia pasada, presente o futura. En ellos el Espíritu se convierte, pues, en el comodín perfecto al que adjudicar una visión eclesial concreta y la mayor de las veces revolucionaria.

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19.08.07

Monseñor Osoro, dígale que se lea esto al párroco de Fátima, en La Calzada

Excmo. y Rvmo. Sr. D. Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Oviedo,

He leído con preocupación que Don José María Díaz Bardales, sacerdote de su diócesis, confiesa su incapacidad de explicar a sus fieles lo que son las indulgencias. Supongo que porque él mismo no entiende la doctrina que las sustenta o, lo que es peor, la entiende pero no la acepta. En caso de que sea lo primero, la solución es facilísima: pídale afectuosamente que se lea el texto de Pablo VI que voy a copiar a continuación. Es largo pero sustancioso y catequético. En caso de que el problema resida en que su presbítero tenga el mismo concepto sobre las indulgencias que el que tienen los protestantes evangélicos con los que me suelo encontrar en la red, usted sabrá lo que debe o puede hacer. Ahí ya no entro, más que nada porque el padre Díaz Bardales no es mi párroco ni la suya es mi archidiócesis. Y aunque lo fuera, es usted el responsable último de la formación de sus curas.

Queda suyo en Cristo,
Luis Fernando Pérez

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«Indulgentiarum doctrina»
Constitución apostólica del Papa Pablo VI sobre la revisión de las indulgencias
Solemnemente promulgada el 1 de enero de 1967

1. La doctrina y uso de las indulgencias, vigentes en la Iglesia católica desde hace muchos siglos están fundamentados sólidamente en la revelación divina [1] que, legada por los Apóstoles «progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo», mientras que «la Iglesia en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios».[2]

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18.08.07

Hay que acabar con los espectáculos que se producen por el cambio de párrocos.

No hace falta que dé nombres de pueblos, porque todos conocemos casos recientes y pasados. Cada cierto tiempo ocurre lo mismo. Un obispo decide trasladar a un párroco y el pueblo se pone en pie de guerra. La última moda parece ser tomar el templo parroquial como lugar de manifestación. Pues no señores, esto no puede continuar así.

Ha de reconocerse el hecho de que es bueno que unos parroquianos aprecien a su párroco. No lo es que se cree una relación de dependencia tal, que parezca que la fe de aquellos dependiera de la presencia de determinado cura. Los párrocos pasan, las parroquias y los parroquianos quedan. Y los obispos no son seres caprichosos que gustan de cambiar párrocos como el que se cambia de muda cada mañana. Antes de lanzarse a la calle a protestar como energúmenos, algunos deberían de plantearse que una parroquia no tiene el copyright sobre ningún sacerdote. Si tanto quieren al que se va, den gracias a Dios porque otros fieles de la diócesis van a recibirle como sacerdote. Si tan cristianos son, que oren al Señor para que el nuevo párroco pueda servirles fielmente.

Además, la situación que se crea tanto al saliente como al entrante es muy incómoda. El que se va debería de ser el primero en desmovilizar a cualquier grupo de fieles que se olvide de quién está a la cabeza de la Iglesia local, que es la diócesis. El que entra debe de tener la suficiente templanza como para no dejarse aplastar por el ambiente crispado que se encuentra. Debe de tener paciencia y cierto don de gentes. Y si su temperamento es poco compatible con todo esto, debe de pedir al Señor sabiduría durante el tiempo en que dure el "enfado".

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