22.04.08

Fellay pretende imponer sus tesis a toda la Iglesia

Cuando Juan XXIII sorprendió a la Iglesia y al mundo convocando el Concilio Vaticano II, pocos pensaban que uno de las consecuencias más amargas del mismo sería el cisma más importante que ha sufrido la Iglesia desde la Reforma protestante. Efectivamente, 21 años después de la clausura del Concilio se producía la excomunión de Monseñor Marcel Lefebvre, arzobispo francés fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX). Juan Pablo II no tuvo más remedio que dar ese doloroso paso ante la desobediencia abierta del prelado francés, que se empeñó en ordenador obispos en contra del mandato del Vicario de Cristo.

Aunque la causa “canónica” de la excomunión fue esa ordenación no autorizada, lo que de verdad estaba en el alma del cisma era el rechazo del Vaticano II por parte de Lefebvre y sus seguidores. Ellos creían que la Iglesia había alterado sustancialmente una serie de doctrinas fundamentales, posibilitando a su vez una reforma litúrgica que creían poco menos que una aberración. Lo cierto es que el marasmo postconciliar, que llevó a Pablo VI a asegurar que el “humo de Satanás” había entrado en la Iglesia, ayudaba muy poco a convencer a los tradicionalistas de lo erróneo de sus planteamientos.

Con todo, la crisis obvia en la que la Iglesia se vio sumida tras el concilio nunca podía ser resuelta desde la rebeldía abierta contra el legítimo sucesor de San Pedro y contra un concilio ecuménico. Lefebvre equivocó el camino. En nombre de la Tradición, atentó contra la misma separándose de la comunión con el Obispo de Roma y el resto de obispos del orbe católico. En efecto, asestó un golpe casi definitivo a la causa del tradicionalismo, pues los tradicionalistas que permanecieron fieles al Papa tuvieron que soportar el estigma de ser considerados como cuasi-cismáticos por buena parte del resto de la Iglesia. Hoy no ocurre tal cosa y de hecho el tradicionalismo católico ha recibido con gozo el motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI, que permite el uso más amplio de la forma extraordinaria del Rito romano de celebración de la Misa.

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21.04.08

¿Piensa el cardenal Amigo decir algo ante la provocación?

Los grupos municipales del PSOE e Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Sevilla han decidido provocar miserablemente a todos los católicos. Han propuesto quitar del callejero el nombre de Pío XII porque, según ellos, dicho Papa fue franquista. Justifican su acusación afirmando que el Vaticano reconoció el régimen que siguió a la Guerra Civil, llegando incluso a firmarse un Concordato entre la Iglesia Católica y la España de Franco. Y pretenden ampararse en la Ley de Memoria histórica, que vuelve a demostrar su gran utilidad para conseguir enfrentar a los españoles por un asunto que se suponía se había superado durante la Transición.

Sólo una mente tan ridícula como enferma de odio y resentimiento contra el catolicismo puede llegar a asociar a Pío XII con el franquismo. Sólo una mente tan absurda como anticlerical y autoritaria censuraría únicamente al Vaticano como país que reconoció oficialmente el régimen franquista, a pesar de que salvo algunas excepciones (URSS y México, p.e), la práctica totalidad de la comunidad internacional acabó reconociendo dicho régimen.

Dado que Juan XXIII también figura en el callejero de la capital andaluza y visto que el `Papa bueno´ tuvo la osadía de decir que “Franco da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es un buen católico. ¿Qué más se quiere?", ¿cabe esperar que hagan con el Papa Roncalli lo mismo que con el Papa Pacelli?

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19.04.08

¡¡Y tú facha!!

En el mundo feliz modelo Huxley al que nos dirige la ingeniería social de Zapatero, la oposición política suele ser objeto de una adjetivación poco original, pero bastante efectiva si hemos de atender a sus consecuencias mediáticas. Efectivamente, todo aquel que critique al gobierno es tildado de fascista, de machista, de reaccionario, etc.

La reacción de esa máquina de conseguir los votos de la derecha social que conocemos como Partido Popular, suele ser casi siempre temerosa, pusilánime, “maricomplejínica”. Si quienes están al frente de la derecha política de este país hubiera tenido tanta fe en sus principios como la izquierda la tiene en los suyos, quizás hoy las cosas serían distintas. Pero ya vimos todos que Rajoy se tiró la parte final de la reciente campaña electoral hablando de economía y no de valores. Allá él y allá ese partido si quiere seguir teniendo de líder al gallego.

El caso es que en la Iglesia también hay elementos “zapaterinos” que -como el presidente de la CONFER, Alejandro Fernández Barrajón- tratan de convencernos de que el progreso y el futuro de la Iglesia está en “apostar por una renovación profunda de nuestro estilo, nuestro lenguaje, nuestros iconos y nuestras formas”. Leyéndole parecería que todo es una cuestión de formas. Pero cuando vemos lo que hay detrás de las formas de los “zapateroeclesiales”, constatamos que el fondo es afectado en su más íntima esencia. Ni estilo, ni lenguaje, ni iconos. Lo que quieren es que la Iglesia sea la versión religiosa del “maricomplejinismo” político. Lo que ansían es la “gallardonización” espiritual del catolicismo español.

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18.04.08

El cardenal Sistach debe suspender inmediatamente a Manel Pousa

Lo que nos faltaba por ver, lo hemos visto hoy en Religión en Libertad. Un cura de Barcelona, Manel Pousa, que resulta ser vicario de la parroquia de la Trinidad, en el distrito de Nou Barris, confesó en El Periódico que ha pagado abortos. Por alguna extraña razón, la declaración ha pasado desapercibida a pesar de que tuvo lugar el 21 de febrero pasado, que fue cuando se realizó la entrevista. Pero hoy la progresía eclesial catalana ha sacado pecho en uno de sus blogs y por “causalidades” de la vida, nos hemos enterado de la infamia.

Quede clara una cosa. Manel Pousa está excomulgado desde que pagó el primer aborto. Es decir, no se trata de que el Cardenal Arzobispo de Barcelona, Monseñor Lluís Martínez Sistach, dicte su excomunión. La misma ya es efectiva según el código de derecho canónico. Lo que puede, debe y estamos seguros de que hará Martínez Sistach, es darle publicidad a la misma y apartar ipso facto del ministerio sacerdotal a ese señor.

No se puede apelar a excusa ninguna para dilatar la suspensión de ese sacerdote. Sus posibles defensores dirán que lleva años ayudando a marginados, presos, etc, etc. Nadie niega que eso esté muy bien. Pero ser el responsable directo de varios abortos y además decirlo públicamente es algo que la Iglesia Católica no puede tolerar. El bien que se haga a favor de los pobres no justifica la complicidad con el asesinato de inocentes. Y Manel Pousa es cómplice de ese delito canónico.

Luis Fernando Pérez Bustamante

El Papa se gana el corazón de América

La visita de Benedicto XVI a los Estados Unidos va a marcar un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica en ese país y, quién sabe, quizás en la propia historia de la nación. Gran parte de la atención mediática está girando alrededor de las repetidas intervenciones del Santo Padre lamentando y reconociendo la mala gestión de los casos de pederastia entre el clero. Es obvio que el pasado no se puede cambiar y que el reconocimiento de los errores no borra el horror que sufrieron las víctimas de los degenerados miserables que abusaron de ellas, pero si algo queda ha quedado claro es que el Obispo de Roma hará lo posible para que en la Iglesia que él pastorea jamás vuelvan a cometerse los mismos errores. Es posible que todavía haya sacerdotes depravados que abusen de menores en el futuro. Lo que ya no es posible es que haya un solo obispo que les esconda, les traslade de parroquia en parroquia, extendiendo de manera cómplice el mal. Porque, no lo olvidemos, el mal posiblemente es inevitable. La complicidad con el mismo, sí lo es. Si los pederastas no tienen lugar en la Iglesia, los obispos que les den cobijo, tampoco. Eso es lo que queda claro tras escuchar al Papa estos días.

Como las palabras no bastan, Benedicto XVI aceptó encontrarse ayer con un grupo de víctimas. Ante la imposibilidad de atender personalmente a los miles de afectados, el Papa podría haber optado por no recibir a ninguno, pero el Santo Padre sabe muy bien que el gesto hacia unos pocos puede consolar a los muchos. Y a fe que consoló a los que recibió. Algunos de ellos se mostraban escépticos antes del encuentro. Pero debió ser tan emotivo, tan sincero, tan franco, tan pastoral, que a la salida del mismo el escepticismo se había convertido en agradecimiento hacia el Vicario de Cristo, que quizás nunca antes en sus tres años de pontificado había sido tan vicario de nuestro Señor.

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