Roma pide a los anglicanos que hagan lo que no han hecho en siglos
Empezaré reconociendo que la noticia me ha sorprendido bastante. Que Roma, a través del cardenal Walter Kasper, pida ahora a los anglicanos que se aclaren sobre si son protestantes o “católicos” -en un sentido parecido al que son católicos los ortodoxos-, es sorprendente por varias razones. La primera, porque desde la Santa Sede no se suelen dar este tipo de ultimatums en el ámbito del diálogo ecuménico. La segunda, porque Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, no es precisamente el paladín del conservadurismo entre la curia romana. Que sea él quien plantee esta cuestión en esos términos es ciertamente peculiar. La tercera, porque la petición será probablemente interpretada como una injerencia en los asuntos internos de la comunión anglicana.
Y dicho eso, me parece que aquí cabe aplicar aquello de “más vale tarde que nunca". En realidad la Iglesia Católica vuelve a lo que ha sido su posicionamiento tradicional hacia el anglicanismo. O sea, nunca lo ha considerado ni del todo protestante ni del todo en comunión con la Iglesia del primer milenio, anterior al Cisma de Oriente, lo cual explica, entre otras razones, porqué no se acepta la sucesión apostólica en los obispos anglicanos.
El concepto de “Vía Media", tan querido por muchos anglicanos, es en realidad una especie de tierra de nadie. Es la tibieza personificada. Ni fríos ni calientes. Ni protestantes ni católicos. Un totum revolutum que sólo puede desembocar en lo que ahora vemos, a saber, la más que posible disolución del anglicanismo. Porque de hecho, el problema que tienen ahora los anglicanos no es elegir sólo entre la Reforma y Roma o Bizancio. No, lo que ahora se plantea es la elección entre el cristianismo liberal, destinado a la desaparición, y el cristianismo conservador, sea tradicional o protestante. La pelea entre los anglicanos no está en si son católicos o protestantes, sino entre si son liberales o conservadores.