De necios, sabios, canas y prepósitos
En no pocas ocasiones he oído decir que uno vale más por lo que calla que por lo que afirma. Y en el libro de proverbios encontramos bastantes ejemplos de lo que ocurre cuando un necio abre la boca y demuestra una necedad hasta entonces sólo conocida por unos pocos. Así, leemos:
Prov
10,14 Los sabios atesoran conocimiento, la boca del necio es ruina inmediata.
y
18,7 La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su vida.
Tras leer las declaraciones a El Periódico del Prepósito General de la Compañía de Jesús, el padre Adolfo Nicolás, he pensado si sería un poco excesivo el aplicarle el calificativo de necio. Que a estas alturas de la película don Adolfo nos venga a equiparar la apertura de fosas con la beatificación de mártires, nos cante las loas a la Teología de la Liberación y nos diga que la iglesia española es muy “regañona", pues no ayuda a que pensemos que estamos ante un hombre sabio. Y miren que a su edad, como dice el libro de la Sabiduría, “la prudencia es la verdadera canicie del hombre” (Sab 4,9).
Pues no, don Adolfo, no. Beatificar mártires no abre heridas. Las restaura. Más que nada porque la Iglesia no exige que sean reparados los crímenes cometidos contra ellos. La beatificación y/o canonización de nuestros mártires es motivo de alegría, no de enfrentamiento. Sin embargo, lo que está ocurriendo en España desde que a Zapatero le dio por hablar de uno de sus abuelos, es la ruptura del espíritu de la Transición, que sirvió para enterrar odios, enfrentamientos y rencores. Si usted compara ambas cosas está faltando al respeto a los mártires de nuestra Iglesia.