¡Basta ya de impunidad en la Iglesia de Cristo!
Desde que empecé como coordinador, posteriormente director, de Religión en Libertad en abril del 2008, he publicado multitud de noticias buenas, regulares, malas y nefastas. Hasta ayer, la palma de las últimas se la llevaba el caso Pousa, el sacerdote de la archidiócesis de Barcelona que aseguró en El Periódico que había pagado abortos. La noticia, desgraciadamente, no se puede encontrar ya en la base de datos de ReL, porque cuando en septiembre se mudaron a un nuevo servidor tiraron a la basura todo el trabajo del año anterior. Pero doy fe de que fue lo más leído mientras estuve en ese portal. El mero hecho de que un sacerdote pague un aborto es un escándalo de dimensiones considerables y todavía somos muchos los que nos preguntamos cómo es posible que su arzobispo no tomara medidas canónicas contra él.
También ha sido una tarea poco gratificante el informar sobre las actividades de religiosos que se separan públicamente del magisterio de la Iglesia. Los Masiá, Forcades y cía nos han proporcionado momentos “inolvidables". Y en otro orden de cosas, el anuncio público de la “vida secreta” de Maciel ha sido fuente de desazón, pues cuando se ama a la Iglesia, duele mucho el ver a personalidades destacadas de la misma dar un ejemplo de podredumbre moral y de traición a Cristo y al resto de los fieles.
Pues bien, todos esos escándalos no me han causado tanto daño personal como el que sufrí ayer al leer que un instituto de bioética plagado de sacerdotes y religiosos católicos ha emitido un informe en el que se muestra conforme con la futura ley del aborto. No estamos hablando de un fraile o una monja más o menos “mediáticos". No, hablamos del provincial de los jesuitas en Cataluña, de otros jesuitas, uno de ellos presidiendo el patronato del instituto, de un escolapio, de miembros de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios. Por eso, los medios de comunicación pueden decir sin faltar a la verdad que un instituto de bioética cristiano apoya la nueva ley. El hecho de que el Instituto funcione como entidad privada y, que yo sepa, no dependa institucionalmente de la propia Iglesia Católica, no quita ni un ápice de gravedad al tema. Los jesuitas, el escolapio y los hospitalarios no dejan de serlo cuando toman decisiones sobre el funcionamiento del IBB. Y ellos son responsables al 100% de lo que allá se publica, incluido este alucinante informe titulado “Consideraciones sobre el embrión humano”. No hay prácticamente ninguna aberración contraria a la doctrina de la Iglesia sobre la vida humana desde su concepción que no aparezca en dicho estudio.