Lo verdaderamente sorprendente de la suspensión del cura de Gran Hermano
Antes de entrar a analizar la realidad, conviene contarla sin manipularla. Juan Antonio Molina no ha sido suspendido a divinis por entrar en el programa Gran Hermano sino por desobedecer una orden directa del superior de su orden religiosa. Que dicha orden estuviera relacionada con su presencia en ese espectáculo mediático no es cosa menor, pero sí razón secundaria de lo acontecido.
Por tanto, lo primero que cabe preguntarse es si la desobediencia a un superior es razón suficiente para proceder a un castigo canónico tan importante. Es obvio que toda desobediencia en una comunidad religiosa a la que se entra conociendo sus normas y sus reglas supone una falta a la comunión interna. Pero es claro que no es igual desobedecer en un tema menor que en algo realmente grave.
¿Es grave que un religioso se preste a ser parte del circo mediático de Gran Hermano? Pues para los responsables de los Misioneros del Sagrado Corazón sí lo es. Lo quiera o no el P. Molina, su presencia en ese programa afectaría a la imagen de toda su congregación religiosa. Y de paso, a la de toda la Iglesia. Es decir, él no es un señor particular cualquiera que decide encerrarse en una casa con otros concursantes. No, él es sacerdote y religioso, y por tanto no puede hacer lo que le venga en gana contra el criterio de la Iglesia y su orden. Como ciudadano es libre para entrar ahí o donde sea. Como presbítero y siervo de Cristo y de su Iglesia, está sujeto a quienes están en autoridad sobre él. Y si no se sujeta, ha de afrontar las consecuencias.