¿Y a qué dicen que se convirtió el bueno de Tony?
En repetidas ocasiones he dicho que pasar de ser protestante a católico no es algo que pueda alcanzarse sin la gracia de Dios operando en el alma. Y no lo digo solo porque yo mismo haya recibido ese regalo de lo alto. Basta con leer los relatos de los grandes conversos, como el del Beato Newman, para captar que dicho “cambio” no se produce sin intervención divina. A muchos les puede parecer raro que se hable de conversión debido a que en esos casos el converso ya era cristiano. Es decir, no hablamos de personas que antes no tuvieran fe cristiana y pasen a tenerla. Hablamos de aquellos que siendo ya creyentes en Cristo pasan a ser verdaderos discípulos de su Iglesia.
Aunque pueden ser muchas y muy variadas las razones “humanas” por las que un protestante pasa a ser católico, las espirituales son las únicas que sirven para discernir si la conversión es real o meramente interesada. En mi opinión, si hay algo que separa radicalmente al protestantismo del catolicismo es la cuestión del libre examen. El protestante no tiene por qué someterse a ningún magisterio eclesiástico. Muchos lo hacen en la práctica, pero nada les impide pasar de una denominación a otra si creen que aquella a la que van tiene una interpretación de la Biblia más acorde con su parecer personal. Y dicho cambio no hace que dejen de ser protestantes. Sin embargo, el católico sabe que la interpretación de la Palabra de Dios corresponde al Magisterio: