"¡Viva el obispo que cometió adulterio!"
Debió resultar conmovedor. Al final de la Misa con motivo del 15º aniversario de la creación de la diócesis argentina de Merlo-Moreno, un fiel gritó para que todos le oyeran: “¡Viva Fernando María Bargalló!”. Y todos irrumpieron en un sentido aplauso. Seguro que se escapó alguna lagrimilla.
No en vano, la Misa se había convertido ya en un homenaje al obispo sorprendido en adulterio con una divorciada. El cardenal Bergoglio dijo de él que “trabajó para los pobres y esto le valió la persecución. Trabajó también por los ancianos y para escuchar a los chicos. Hoy tenemos a la Iglesia unida, humanitaria y misionera y venimos a dar gracias por estos 15 años caminando juntos“. De hecho, en la convocatoria previa a la Misa se había dicho que el obispo Bargalló “durante todo este tiempo, ha demostrado la calidad de su vida y corazón“.
Supongo que no es mucho pedir que se encuentre un punto de equilibrio entre la lapidación de los adúlteros y el homenaje hacia los mismos en una Misa oficiada por un cardenal. Basta tener un mero sentido de la prudencia para darse cuenta que da muy mala imagen ponerse a alabar en una celebración eucarística lo bueno que ha hecho un pastor que ha traicionado a su Señor y a su Iglesia liándose con una divorciada.