Sin hijos, sin moral, sin futuro
Una nación en la que se han matado antes de nacer a más de un millón y medio de seres humanos en el último cuarto de siglo, difícilmente puede tener un futuro que no sea el más profundo de los abismos. Una nación en la que la tasa de natalidad está muy lejos del nivel de reemplazo generacional, no puede tener otro futuro que no sea su envejecimiento y empobrecimiento a todos los niveles. Una clase política que alienta, promueve y legisla de cara a que se den ambas circunstancias no puede recibir otro calificativo que el de necia e irresponsable. Pero su necedad e irresponsabilidad está refrendada en las urnas por la gran mayoría de la población.
Hablamos, cómo no, de España, país que en su día fue verdaderamente católico y que hoy es uno de los que más alto aparece en la lista de los países apóstatas del cristianismo en Occidente. Que haya otros que estén peor o igual no es consuelo alguno.
Dice San Pablo que la paga del pecado es muerte. Pues bien, ese es el destino inexorable de España según acaba de advertir el Instituto Nacional de Estadística, que ha publicado un informe que pone los pelos de punta. Si la cosas no cambian, dentro de 40 años, por cada persona en edad de trabajar prácticamente habrá otra que no estaría en edad de hacerlo.