Los responsables de la Escuela Pia de Tarrasa han inculcado en sus alumnos las tesis secesionistas del nacionalismo catalán. A saber, que el futuro de Cataluña depende únicamente de lo que decidan los ciudadanos residentes en esa región española. Para ello han celebrado un “referéndum” en el que han participado los jóvenes de Bachillerato con la siguiente pregunta: “¿Quieres que Catalunya sea un nuevo Estado de Europa?". Que es más o menos la que el actual presidente de la Generalidad ha anunciado que propondía en una consulta ilegal.
A los jóvenes se les ha pedido que hagan algo que, a día de hoy, es ilegal. Es más, se les ha engañado en la creencia de que el futuro de un país como España depende solo de lo que quiera una parte del mismo, lo cual alienta el enfrentamiento y atenta contra el bien común.
Yo creo que ya es hora de hablar claro. La Iglesia en Cataluña está demostrando ser un instrumento de propaganda a favor del secesionismo. Obispos -no todos- y sacerdotes -no todos- han hecho declaraciones en la prensa alentando el derecho de autodeterminación de esa comunidad autónoma. Porque no hace falta pedir el sí a la independencia. El mero hecho de que se considere lícito que Cataluña tiene derecho a decidir sobre su pertenencia a España sin contar con el parecer del resto de los españoles, es asumir la quiebra del sistema constitucional que nos dimos todos hace más de tres décadas. Una Constitución, dicho sea de paso, que era la que garantizaba una autonomía para Cataluña como no ha tenido nunca en su historia reciente.
Me imagino al gran San José de Calasanz pidiendo a Dios en el cielo que le deje bajar a la tierra a poner orden en esa escuela que, creo que se puede decir, profana su nombre. No se puede caer tan bajo. No se puede ser tan miserable como para usar una escuela católica al servicio de los que quieren quebrar siglos de convivencia entre los españoles.
¿Van a permanecer callados los obispos catalanes ante semejante hecho? Casi mejor que sí, porque me temo que si alguno habla, lo hará para apoyar lo ocurrido. El pacto al que llegaron en la última reunión de la Tarraconense, por el cual se comprometieron a no hablar públicamente de estas cuestiones, fue roto por los que ustedes ya saben. Es más fácil que Mons Novell o Mons. Taltavull vuelvan a faltar a dicho compromiso para ponerse del lado de ese colegio, a que lo hagan los obispos catalanes indignados con lo que está ocurriendo. Y, créanme, existen esos obispos indignados. Incluso el cardenal Sistach está a disgusto con todo esto. Pero callan. Veremos si hablan después de las elecciones del próximo domingo.
Luis Fernando Pérez Bustamante