Mons. Gerhard Ludwig Müller, Arzobispo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha recordado -esto no es nuevo- que la Santa Sede está pensando en la posibilidad de crear un Ordinariato para los luteranos que quieren regresar a la plena comunión con la Iglesia Católica. Benedicto XVI es obviamente el único que tiene autoridad para hacer tal cosa, pero podemos dar por hecho que si el prefecto de la CDF menciona el tema será que realmente es un intento apostólico del Papa.
De producirse la creación de ese Ordinariato, se aceptará, como en el caso de los anglicanos, que los luteranos mantengan algunas de sus tradiciones propias, siempre -se sobreentiende- que no entren en colisión con la fe y la doctrina de la Iglesia.
Mons. Müller apunta un hecho ciertamente diferencial entre el caso de los anglicanos y los luteranos. Entre los primeros siempre ha existido un sector próximo al catolicismo. O sea, los anglocatólicos de toda la vida. Entre los luteranos, no. Sí que se han producido conversiones de luteranos al catolicismo, pero no ha habido nunca un sector luterano-católico.
Hasta ahí todo normal. Que la Iglesia facilite el regreso a su seno de quienes están fuera es necesario y loable, aunque quizá dicho regreso podría tener lugar sin necesidad de tanta parafernalia canónica. Es decir, cuando Dios muestra a un no católico que la Iglesia Católica es la Iglesia de Cristo, su deber es obedecer al Señor y pedir el ingreso en la misma. Tanto es así que en caso de no hacerlo, su salvación corre grave peligro. Esto no me lo invento yo. Cito del Concilio Vaticano II:
Por lo cual no podrían salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella.
Lumen Gentium 14
Precisamente es en relación con el Vaticano II donde nos encontramos con unas palabras del Prefecto de la CDF que resultan, cuanto menos, peculiares. Dice Mons. Müller que en opinión de algunos luteranos -NO LA DEL PREFECTO-, Martín Lutero pretendía solamente reformar la Iglesia y no causar división entre los cristianos-. Y añade que esos luteranos creen que las reformas necesarias fueron llevadas a cabo por el Concilio Vaticano II. Bien, conviene ir al propio Lutero para saber lo que quería. Fue muy claro: «Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas impías»; y: «Yo no impugné las inmoralidades y los abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado»
Puede que en un primer momento, antes de protagonizar su cisma herético, Lutero quisiera una mera reforma de la Iglesia. Cosa nada nueva en aquel entonces, ya que eran muchos los que pensaban igual. De hecho, en España tuvimos al cardenal Cisneros que se encargó de llevar a cabo una reforma auténtica allá donde tenía autoridad pastoral. Pero si la intención del ex-monje agustino alemán pudo ser buena en un principio -cosa muy dudosa-, pronto cambió de parecer y, viéndose apoyado por los príncipes alemanes, se metió de lleno en la creación de nuevas doctrinas, basadas sobre todo en el binomio Sola Scriptura/libre examen, y por tanto ciertamente heréticas, en las que buena parte de los dogmas de la Iglesia saltaron por los aires.
En consecuencia, a esos luteranos hay que decirles que, al menos en relación con la respuesta al protestantismo, la verdadera reforma de la Iglesia no llegó con el Concilio Vaticano II. Llegó con el concilio de Trento, al cual tienen que adherirse como mano al guante si quieren ser verdaderamente católicos. Salvo que quieran sostener las tesis lefebvrianas o la de los liberales modernistas -también llamados progres-, deben reconocer que no hay nada en el Vaticano II que contradiga o modifique sustancialmente lo enseñado por la Iglesia en todos los concilios anteriores. Los dogmas y las doctrinas pertenecientes al depósito de la fe siguen siendo los mismos. Y esto tiene que quedarles muy claro, porque de lo contrario, si de lo que se trata es de que entren en la Iglesia aquellos que creen que el Vaticano II es la realización plena de los deseos de Lutero, lo mejor es que se queden fuera.
Luis Fernando Pérez Bustamante
PD: Aviso a lefebvrianos, filolefebvrianos y/o personas que sostengan tesis que huelan siquiera un poco a crítica de fondo al CVII y que piensan que sus comentarios van a ser publicados en este blog -no solo en este post-: Lasciate ogni speranza.
Puede que haya otros blogs en InfoCatólica donde os dejen debatir sobre esas cuestiones. Aquí no.